Anuncian “un orden mundial más justo y democrático”, y lo hacen con la guerra: bombas, miedo, destrucción… perdición. Como aquel pobre labriego de tierra yerma y desamparada de inhóspitos lares de artificio que te viene de sopetón con aires de lobo de mar advenedizo, aprovechando su cargo de postín para demoler a las multitudes que no piensan como él. ¿Hay algo que no amague con la desolación en esos reinos de Satán, que se alzan en nombre de una paz ficticia a condición de que sea ondeando con la bandera de sí mismos?
Escúchame bien, que te lo explico. Son aquella especie de inestables rudimentos que cuando alcanzan la cima clavan la pica en la tierra reseca infértil, como quien la penetra con talante sadomasoquista en la piel áspera del toro, que en última instancia son ellos. “¡El toro soy yo!”. “¡No a los toros!”, difunden y obligan a difundir en los medios de medio mundo y hasta pretenden, con el tiempo, que del mundo entero. “Aquí estoy yo”, exclaman reiterando a los cuatro vientos cuando ya han arrasado todo vestigio de vida, sin dejar tras de sí fertilidad alguna: se imponen, aún, con abundancia de cuernos y batidas de la más cruel aniquilación universal. ¡La Bestia se ha revelado!
Es comprensible. Han estado toda su vida traficando por detrás del escenario, diríase que (como todos creíamos) por la virtud de la discreción. Ahora sabemos que traficaban con amaños que saldrán paulatina y estratégicamente aplaudidos por sus huestes a sueldo, cada día a la plena luz, cada una a puntapié, pues la hora en esta noche oscura es ya para amedrentar al personal. Ahora van a por la vianda, ¡que para eso traficaban! Cual magos de vanas marrullerías, ahora impondrán la hoz y el martillo en las cuatro esquinas. “Justa y democráticamente”, ¿no es así?
¡Válgame Dios! ¿Es posible que nadie supiera nada? ¿Acaso no estamos todos siendo vigilados hasta en el inodoro, como para que nadie de los nadies intuyera un ápice de esa emboscada? ¿No será más bien que en cada esquina del tablero están ya los capitostes del Reino de las Tinieblas, que ya tienen el tablero (piensan) bajo su control?
¡No lo dudéis, magnates y oligarcas! La sociedad de idea sencilla y sana y corazón magnánimo se alzará de todas maneras en nombre del Dios único y verdadero, pues sabrá como siempre encontrar la salida a cada uno de vuestros amagos, del embate de vuestros engendros que se mueven animados de la mano de vuestro Príncipe de las Tinieblas de papel. ¡De papel, sí! ¡Papel pintado de baratijas! La gente de bien que desea vivir dejando vivir sabrá salirse una vez más con la suya. El pueblo de Dios que busca la Verdad, la encontrará, como siempre la ha ido encontrando.
¿Qué sobrevendrá después? Después de dar vosotros por aquí y por allá mucha guerra, así como el toro se revela y lucha cuerpo a cuerpo con su asesino infame, el alma de los muertos se alzará por sobre la Tierra toda con el hálito divino, y aclamará para siempre más el pacificador Reinado del Dios Omnipotente, Todopoderoso y Victorioso. Será el resto del pueblo elegido del Hijo de Dios esperado, el clamor del Mesías prometido: Rey de reyes y Señor de señores, el que había de volver y habrá vuelto. Al fin, Él se manifestará triunfante con la Paz, su himno, y, de una vez por todas, habrá vencido, como canta su estribillo: “Vosotros, a las brasas del fuego encendido: ¡para siempre habréis perdido!”.
¿No será más bien que en cada esquina del tablero están ya los capitostes del Reino de las Tinieblas, que ya tienen el tablero (piensan) bajo su control? Share on X