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Año nuevo, vieja fiebre

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¡Chof! ¡Fiiiuuu!… “¡Bienvenido a pet city!”, insiste el consistorio por todos sus canales de comunicación. Te repiquetea con que eres “libre en una ciudad libre”. A sabiendas de que de manera programática tu ciudad se queda sin niños, tienen comprobado por multitud de estudios de carácter y tendencias que no quieres hijos, pero necesitas amor; y como no lo das, no lo recibes; por eso te incitan a comprarte mascotas: para que te creas que das y recibes amor. Así somos los humanos. Dentro de poco, ciudades de perros cuidados por humanos, animados por inteligencia artificial con sentido del hum… amor. Así son las mascotas, y así es el humor de hoy: usa y tira, que otro recogerá el mocho cuando venga detrás: ¡Chof! ¡Fiiiuuu!… ¡Y a seguir, que son dos días!

Pero la vida sigue y a todos nos marca el camino… de manera que tu libertad tiene consecuencias, las consecuencias de una voluntad débil agraviada por un ansia de presencia: por eso ¿qué más te da que tu hermano conciudadano dé un traspié sobre la excreción de tu mascota solo con salir del ascensor, y la escampe por toda su circunvalación en su rutina matutina? ¡Que le den!

Ayer, antes de las campanadas la sacaste a pasear, y ella defecó ante el portal de tu vecino; y cuando tu hermano salía de gala para soñar delirando con el evento de su Nochenueva, se topó con la realidad de la vida: tú y tu mascota, tú y tu egoísmo, tú y tu complacencia. Al hermano, que le atienda otro… ¡u otra, que estamos en la “ciudad inclusiva”! Aunque Lachuli tenga favor de Estado y respaldo de radiotelevisión, y por ello se ría de ti y de tu fe en Dios y en la vida defecando en tu conciencia: ella puede hacerlo porque… no eres agresivo como otras religiones y sectarios como ella, pues da mierda cuando tú das amor, por más que si te defiendes te estigmatizan como tal, al tiempo que a ella la llaman “santa Lala”.

Vamos constatando. Año a año, día a día, crece la fiebre perruna y las Lachuli se escampan; y sus cacas, que las recoja tu hermano, aquel que tú desprecias; y si no quiere limpiarlas, que las pise. ¡Chof! ¡Fiiiuuu!… ¡Resbalón! He ahí la cuestión. Y el año viejo acaba mal; y el nuevo año empieza de mala leche, ordeñada a espachurris como toda esa orina que esparce por doquier tu mascota desde las esquinas, y como ya están saturadas, se para como todas las mascotas de tu barrio en cualquier estación mejor: portal que ven, portal que empañan… y luego se arrastran desde ahí por todas las paredes de tu ciudad, previamente por otras rebañadas.

Ese ordeñe es la consecuencia de tu egoísmo, el porqué de tanta parafernalia. Por esa ceguera tuya no adviertes lo insalubre que es acariciar como acaricias y morrear como morreas a tu querida linda mascota. ¿Por qué no aceptaremos de una vez por todas que vivir no son apariencias y complacencias, sino dar la mano limpia y honestamente a quien tienes al lado… en lugar de empastarle repasándole el rostro con tu excusada excreción? Tiempo al dato, que algún día, con pandemia sobre pandemia, la pandemia que provocaremos será mayor que cuantas hemos conocido.

Y la pandemia se extiende

Entendámonos. Para ello, seamos sinceros. La excreción de tu mascota es solo un signo de tu propia excreción, como el evento −¡radiotelevisado!− de Lachuli demuestra el favoritismo con sus ciscadas excretadas bajo decreto ley. Te crees que eres el centro del paripé, y sí, lo eres cuando te “centralizas” imponiéndote ante la incredulidad de tus viandantes y abusando el poder de abasto que Dios te ha dado para ayudar a tu hermano, pero tú lo usas para escandalizar. ¿Y después? Te has creído −tal como denunciaba en mi artículo “Fuego en las redes!”− que eres tú el macaco del redil, ¡y no hay quien te aguante con tu pretensión!

¿Consecuencia? A la mínima de cambio, al contacto con la vida real, te descentralizas en sociedad y pasas a los extremos más radicales que imaginarse puedan, pues aún pretendes seguir siendo el centro en todas tus connivencias, convirtiendo tu propia guerra en una contienda contra quien se te queja de tu pretensión: siete galgos −¡siete!−, pero ningún retoño; los hijos, que los tenga “el egoísta”, pues te han enseñado que no cabemos en el planeta, y por eso debemos reducir la natalidad. Parir humanos, en el mundo en que vivimos, es ser egoísta. Y por eso mascoteas, y por eso te cagas. …Y así, con la droga de la ínfula patibularia que te anima, es fácil perder de vista la realidad y que el egoísta eres tú.

Permíteme decirte, hermano, mi hermana del alma, que tienes aguditis de Proserpina, que es aquella que se sufre cuando uno sólo se mira el ombligo subsumido en una generalización paradójica. Luego vienen las pulgas que le contagias a tu vecino, como buen marrano que escampa la mierda de sus mascotas, de manera que ya parezca que vivís en una cuadra, con la diferencia de que a la cuadra vas debidamente equipado, y al salir de Nochevieja vas bien calzado y vestido de gala. Por eso te permites tus desaires: porque tu vecino sale de gala mientras tú te pudres en tu cuadra.

Moraleja: La mierda de tu vida excede de la mierda de tu corazón, de la que todos excepto tus congéneres huyen con tu solo reír sin pedir “perdón”, al sentir de lejos tu aciago olor, que vienes disimulando años con litros de perfumada poción. Así no te comes más rosco que el de Reyes… sucio y decadente como el carbón. −¡Aprende del resopón, que te vendrá de sopetón! Con Lachuli o sin pezón.

Twitter: @jordimariada

Vamos constatando. Año a año, día a día, crece la fiebre perruna y las Lachuli se escampan Share on X

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