Con motivo de la publicación de su último libro en castellano, La Iglesia en Llamas, el destacado periodista Enric Juliana entrevistaba para La Vanguardia a su autor, Andrea Riccardi, fundador del movimiento católicos de la Comunidad de San Egidio, ex ministro del gobierno de Italia, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Roma III y experto en temas de la Iglesia católica.
De sus respuestas pueden extraerse algunas enseñanzas que es conveniente subrayar.
Una de ellas es la causa de la expansión de los nuevos grupos protestantes, mayoritariamente pentecostales o carismáticos, a los que Juliana, en un afán ortodoxo, denomina “sectas neoprotestantes”. Riccardi confirma que son un desafío para la Iglesia “con sus planteamientos que vinculan la fe a la búsqueda de la prosperidad individual convirtiendo el lenguaje bíblico en un auxilio psicológico No hablan de solidaridad, de comunión. Apela a la prosperidad individual”, en lo que sin duda es una crítica, que responde a una realidad, pero que presenta matices y dimensiones mucho más complejas.
De hecho, la matización o el añadido, lo establece el propio profesor italiano, cuando más adelante añade que “hoy a la Iglesia le falta una cosa… “¿Cuál?, pregunta Juliana. Entusiasmo, responde Riccardi, y añade. “Este nuevo cristianismo de las sectas, es entusiasta, exalta los sentimientos. Creo que a la Iglesia católica en estos momentos le falta entusiasmo. Entusiasmo no es superficialidad, etimológicamente significa en griego: Dios con nosotros”. «El mundo actual ha de ser afrontado con entusiasmo”
Desde mi punto de vista el diagnóstico de Andrea Riccardi no puede ser más exacto y constituye todo un proyecto, o al menos parte necesaria del mismo. Y sus conceptos clave son tres:
Primero, sentir a Dios con nosotros, porque nuestras vidas se dirigen a Él, a loarlo y santificarlo, anunciando la buena nueva de la vida eterna y del amor que nos profesa. Asumiendo con humildad nuestra condición de criaturas que no le piden cuentas, sino que le rinden culto y muestran su agradecimiento por lo que les ha dado y dará. Es decir, que cumplen con la primera condición de justicia, la justicia hacia Dios.
Y este sentimiento hacia Dios se traduce en el segundo concepto clave, entusiasmo hacia la fe y la palabra y obra de Jesucristo que debe regir nuestras vidas. Ser pescador de hombres como dice Jesús, propagar su palabra, extender el Reino de Dios, actos regidos por el entusiasmo de quien se sabe colaborador de una obra de una magnitud inconmensurable, la de la redención del mundo, del Universo entero. “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8, 22-25),
Y, tercera palabra clave, afrontamiento del mundo, con lo que significa: encarar al mundo, mantener una actitud de oposición a los valores mundanos en lo que tienen de contrario al mensaje de Cristo, sin eludir los problemas, sin ponerse de perfil o agacharse, asumiendo el esfuerzo que suponen y luchando y actuando de acuerdo con sus exigencias. Eso es lo que significa afrontar.
Y es desde estas tres condiciones que hay que interpretar el signo de los tiempos, que también reclama Riccardi. “Y eso es precisamente lo que debería (la Iglesia) hacer ahora”. La cuestión es bajo qué criterios. Creo que, en parte, este interrogante se responde por lo dicho más arriba, y también acudiendo a lo que es propio de la propia Iglesia: los evangelios interpretados desde el depósito de la Fe, el Magisterio y la Tradición. No hay otra perspectiva posible, porque como señala Jesús: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley” (Mateo 5,17).
Y es desde estas tres condiciones que hay que interpretar el signo de los tiempos, que también reclama Riccardi. Share on X
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Números 5
En Números 5 vemos algo que se repite en el Levítico, las recomendaciones sobre la pureza y la santificación. Aquí vemos que el contacto con los muertos era algo que provocaba la impureza de las personas.
Haciendo una aplicación práctica para nuestros días, debemos tener cuidado con el tipo de relación que tenemos con los incrédulos, para no contaminarlos con su estilo de vida, sus decisiones y su incredulidad.
Esquema de los números 5:
5.1 – 10: Hay que eliminar la suciedad;
5.11 – 19: Cómo afrontar los celos;
5.20 – 31: Como afrontar la traición.
Explicación, estudio y comentario bíblico de Números 5 versículo a versículo: https://www.bibliaplus.org/es/numeros/5
Falta entusiasmo en el catolicismo actual. Sí. La exaltación del sentimiento es ni más ni menos que la alegría de estar si no lleno de Dios sí muy con Él y en presencia de Él. (Esto es el entusiasmo).
Leí la entrevista mencionada a Andrea Riccardi y otras que se le hicieron al hilo de su libro aparecidas este pasado febrero en diversos medios.
Discrepo en que el siglo XXI no esté siendo tan anticristiano como el terrorífico siglo XX con sus guerras mundiales. El siglo XXI, por desgracia, es mucho más anticristiano porque se está desmoronando a las personas y a los pueblos con esa lenta dinamita silente que es el conjunto de ideologías LGTBIQ+. En cuanto a guerras, qué decir con la invasión que sufre Ucrania desde hace diez días. En cuanto al consumo de pornografía, de drogas y al ascenso social del hedonismo, qué decir.
Discrepo de Andrea Riccardi en su recelo hacia Polonia y Hungría, países a los que considera estados «nacional-católicos». Desconozco qué realidad compleja vive cada uno, pero para mí es suficiente el hecho de que estén plantando cara a la Unión Europea en una serie de «dogmas». Baste con pensar en los cientos de miles de abortos que no se producen gracias a sus legislaciones.
Discrepo de Andrea Riccardi en esa especie de catolicismo de consenso que se trasluce en sus manifestaciones como algo a que aspirar. Lo de estar al día: nada está más al día que lo que se contempla de principio a fin en el relato de la viuda de Naím: véase la bella meditación de ese evangelio por la madre Verónica (Iesu Communio): «No puede perderse el hijo de tantas lágrimas».
Me alegré de que la Comunidad de Sant’Egidio fuera la promotora del manifiesto «Sin ancianos no hay futuro», que vio la luz hacia el 20 de mayo de 2020 tras el desastre de las miles de muertes de ancianos y personas discapacitadas durante el primer confinamiento a causa de la Covid, pero retiré mi firma del manifiesto en cuanto vi que entre los primeros firmantes se hallaba un ministro de un gobierno que ya entonces pergeñaba la ley de la eutanasia que se acabaría aprobando.
Discrepo de Andrea Riccardi en que, acaso porque la Comunidad de Sant’Egidio tiene una presencia importante en Barcelona, manifestó que sería bueno que hubiera un referéndum en Cataluña. Ignoro a qué se debe su parecer: ya se vio, y se ve a diario aún hoy, cuáles son los resultados en fuga de más de seis mil empresas de Cataluña y en otras muchas cosas derivadas del nacionalismo como el hecho mismo de que justo sean Euskadi y Cataluña las comunidades autónomas más descristianizadas.