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¿Por qué te ocultan la verdad del “Informe Kinsey”? (III)

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Alfred Kinsey, en sus fraudulentos estudios, promovió ideas que sugerían la normalidad de las relaciones sexuales entre adultos y niños bajo determinadas condiciones.

Según Kinsey, si las relaciones sexuales se llevan a cabo en circunstancias «apropiadas«, es decir, si el adulto siente afecto por el niño como lo sentiría un padre u otro pariente, dichas relaciones podrían ser una experiencia «sana» para el niño. Además, Kinsey opinaba que los niños están predispuestos a la actividad sexual desde el momento en que nacen, y que las actividades sexuales entre niños y adultos están incluidas entre los «desahogos sexuales». 

Todas estas teorías fueron vendidas por Kinsey bajo el manto de la «ciencia», y es muy triste pero indiscutible que su influencia ha tenido efectos profundamente perturbadores en la moralidad y las leyes actuales, llegando incluso a intentar legitimar prácticas abominables, como la pedofilia. 

Este artículo busca dar a conocer el papel de Kinsey en la promoción de estas ideas, la crítica vehemente de la Dra. Judith Reisman hacia su trabajo, y cómo esta nefasta influencia continúa afectando nuestra sociedad.

La falsa ciencia de Kinsey y la normalización de la pedofilia

Entre un mar de depravación y pérdida de la dignidad humana, uno de los aspectos más repudiables de las investigaciones de Kinsey fue su intento de justificar las relaciones sexuales entre adultos y niños. 

Kinsey afirmaba que los niños podían experimentar placer sexual al igual que los adultos y que las barreras morales que la sociedad había impuesto sobre estas relaciones eran simples construcciones culturales y religiosas que reprimían la «libre» expresión sexual.

En su informe sobre la sexualidad masculina, Kinsey presentó una serie de siniestras gráficas que detallaban los supuestos «orgasmos» que los niños podían experimentar desde una edad tan temprana como los cinco meses. 

El informe de Kinsey sobre el comportamiento sexual en el hombre, en su capítulo 5, incluye cuatro tablas con datos sobre la conducta sexual de los niños varones.

La depravación es tal que Kinsey en la Tabla 31 Kinsey presenta datos sobre orgasmos en 317 niños con edades entre dos meses y 15 años. En la Tabla 32 muestra datos sobre el tiempo que necesitaron ciertos niños para llegar al orgasmo. En la Tabla 33 se ofrecen estudios sobre orgasmos múltiples en 182 niños.

Todas estas estadísticas, se representan de manera perversa en la infame Tabla 34. En ella Kinsey expone 28 ejemplos de orgasmo múltiple en 24 varones cuyas edades varían entre los 5 meses y los 14 años. Para cada individuo sometido a prácticas sexuales se indica la edad, el número de orgasmos y el tiempo cronometrado. Puedes consultar las tablas en este link

Esos «orgasmos» eran descritos en términos que incluían llantos, convulsiones y temblores, redefiniendo el sufrimiento infantil en términos de placer sexual. Llegados a este punto no es necesario contar otros pormenores de estas atroces prácticas realizadas durante el supuesto proyecto de investigación de Kinsey. 

Lo que Kinsey y su equipo llamaban «orgasmos» eran en realidad manifestaciones claras de abuso sexual y trauma.

Es crucial subrayar que los datos de Kinsey sobre la sexualidad infantil provenían de individuos profundamente desviados. Kinsey trabajó con pedófilos convictos, criminales sexuales y otros individuos marginados de la sociedad para construir su narrativa. Lejos de ser una representación fiel de la sexualidad humana, sus estudios siempre fueron una justificación perversa de sus propias inclinaciones y desviaciones sexuales. La pregunta ante todo este «científico» material de abusos es : ¿Kinsey organizó y presenció estos vomitivos encuentros, o bien un grupo de pedófilos compartieron con Kinsey sus atrocidades? En cualquiera de los dos casos fue cómplice de los abusos.

La influencia actual de Kinsey y la lucha por la legalización de la pedofilia

En España se ha observado un empeño preocupante por normalizar las relaciones sexuales entre adultos y menores. Esto refleja una continuidad ideológica con los postulados de Kinsey, donde el desarrollo sexual infantil es visto como algo a ser «explorado» y no protegido.

Irene Montero dijo el 21 de septiembre de 2022 en el Congreso que «todos los niños, niñas y niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas eso sí, en el consentimiento».

Se han utilizado las ideas de Kinsey para argumentar que los niños son seres sexuales desde el nacimiento y que, por tanto, tienen derecho a explorar su sexualidad. 

La Dra. Reisman, una de las críticas más férreas de Kinsey, advierte que muchas de estas políticas no son más que instrumentos diseñados para institucionalizar el abuso infantil y sexualizar a los niños desde una edad temprana.

Lucha contra el fraude de Kinsey

La Dra. Judith Reisman, una destacada investigadora que ha dedicado más de dos décadas a exponer el fraude de Kinsey, ha sido una de las voces más fuertes en la denuncia de los abusos sexuales perpetrados por Kinsey y su equipo.

La hija de Judith fue víctima de abuso sexual cuando tenía solo diez años. Este trágico evento que marcó la vida de su hija la llevó a investigar el trabajo de Kinsey y a descubrir el papel central que el abuso infantil jugó en sus «investigaciones».

En su libro Kinsey, Sex and Fraud, Reisman documenta cómo Kinsey y su equipo abusaron sexualmente de más de 300 niños, algunos de apenas unos meses de edad, para recopilar datos destinados a justificar sus teorías sobre la sexualidad humana. 

Además de exponer los abusos cometidos en los experimentos de Kinsey, Reisman también ha trabajado incansablemente para demostrar cómo los conceptos de Kinsey sobre la sexualidad han sido utilizados para justificar el abuso sexual infantil en los tribunales y en la educación sexual. 

Su investigación respalda la conclusión de que las teorías de Kinsey fueron impulsadas por una ideología y no por una búsqueda legítima de la verdad científica. A pesar de la resistencia de la comunidad académica, Reisman ha sido fundamental en llevar este tema ante el Congreso de los EE.UU., buscando una revisión completa de la obra de Kinsey y su impacto en la sociedad.

En palabras del historiador Benjamin D. Wicker, Kinsey «perfeccionó el arte de utilizar la ciencia para enmascarar sus deseos desviados, con el fin de remodelar la sociedad a su propia y sombría imagen».

Puedes leer la parte (I) aquí.

Puedes leer la parte (II) aquí.

Este artículo es la tercera entrega de una serie, continúa con nosotros para la cuarta parte que publicaremos próximamente.

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