El pasado domingo comenzó el Adviento, coincidiendo con el primero de diciembre. En la catequesis de postcomunión de mi parroquia, aprovechamos esta ocasión para reflexionar sobre el significado de este tiempo litúrgico y todas las oportunidades que nos ofrece. El Adviento es un período de preparación, como siempre ocurre cuando algo importante está por llegar. Así como nos preparamos para un encuentro deportivo, una celebración familiar o la llegada de un bebé, este tiempo nos invita a adornarnos espiritualmente para un acontecimiento único: el nacimiento de Jesús.
En nuestra reflexión con los niños, recordamos que el Adviento comprende 24 días. Ellos, enseguida me hablaron de los calendarios de Adviento que tanto les gustan, con sus chocolatinas y pequeñas sorpresas diarias. Aproveché para invitarlos a pensar en un regalo diferente: uno que no se pueda comprar ni envolver, pero que tiene un valor inmenso en el cielo.
Les propuse imaginar qué regalos le gustaría recibir al Niño Jesús: pequeños gestos que transforman nuestro corazón y el de los demás. El Espíritu Santo hizo de las suyas sugiriendo ideas generosas como: obedecer a la primera cuando nos llaman, comer sin quejas incluso aquello que no nos gusta, estar atentos en clase, y, en el recreo, fijarnos si algún compañero necesita apoyo o compañía. También mencionaron levantarse por la mañana sin necesidad de que los llamen varias veces, pequeños hábitos que reflejan un esfuerzo sincero por ser mejores.
Entre todos, concluimos que esos serían los verdaderos regalos que Jesús desearía en su particular calendario de Adviento. Además, discutimos dos maneras de hacerlo: proponernos un acto diferente cada día o dedicarnos durante los 24 días de diciembre a trabajar en una sola meta concreta. Recordamos que los psicólogos afirman que, al intentar corregir un mal hábito durante al menos 21 días, es posible adquirir un nuevo hábito positivo. El Niño Jesús nos aseguró el éxito, regalándonos tres días extra para lograrlo.
Por último, reflexionamos sobre el verdadero sentido de la Navidad. Nos dimos cuenta de que no tendría sentido celebrar el nacimiento de un bebé o el cumpleaños de alguien sin la presencia del homenajeado. Del mismo modo, no tendría sentido que no nos esforzásemos en asistir a la Santa Misa, especialmente el 24 de diciembre, para encontrarnos con el Niño Jesús, el centro de estas fiestas. Los niños reconocieron que, a veces, esto no estaba en sus manos, ya que dependían de sus padres, abuelos u otros familiares. Sin embargo, también asumieron que podían ayudar mucho en casa, facilitando que todos celebremos juntos y otorgando a estas fiestas su verdadero significado. Reconociendo que el mismo Niño Jesús que nació en Belén está hoy, probablemente solo, en el Sagrario, mientras el mundo lo olvida con la excusa de celebrar su fiesta.
Este Adviento es un tiempo para prepararnos no solo con luces, regalos o cenas, sino con un corazón dispuesto a escuchar al Niño Dios. Cada Navidad, el Bebé de María nos quiere encomendar algo especial a cada uno. Por eso, en este tiempo, debemos acercarnos a ese rincón del corazón donde solo estamos nosotros y Él, y preguntarle en silencio: “Señor, ¿qué necesitas de mí este año?”. Habla bajito, pero habla siempre.
P.D.: Y si a alguien le cuesta cumplir con su meta o alcanzar su objetivo, recordemos que contamos con una ayuda indispensable, indiscutible y siempre presente. Tenemos a alguien que nunca nos abandona, que comprende las dificultades del camino y nos enseña a cuidar y a mirar con amor a nuestra Madre y al Niño Jesús: San José.
Este carpintero, en Adviento, nos tiende la mano para que lo sigamos. Él conoce mejor que nadie el camino al portal, pues ya lo ha recorrido más veces. Why not?
Este carpintero, en Adviento, nos tiende la mano para que lo sigamos. Él conoce mejor que nadie el camino al portal, pues ya lo ha recorrido más veces. Why not? Share on X