Este domingo, 28 de noviembre, la Iglesia católica inicia un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento, un tiempo de esperanza, de espera confiada, de recomenzar, de conversión y de preparación de la Navidad, un período de cuatro semanas dedicado a mantener y revitalizar una buena disposición personal y comunitaria frente a la venida del Niño-Dios que nace en la cueva de Belén.
Los obispos de Cataluña centran sus escritos dominicales en hablar del Adviento, así como del otoño como etapa de preparación para la nueva vida.
El cardenal arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, dice que «Adviento es una palabra latina que significa llegada» y que «el Adviento nos prepara para recibir la más bella de todas las noticias»: que «Jesús es el enviado del Padre que ha venido a nuestro mundo para entregarnos su vida”. Para ayudarnos a preparar este tiempo de Adviento, nos propone la lectura de un
fragmento de la primera carta a los Tesalonicenses, “en la que el Apóstol nos invita a estar atentos a la venida del Señor con fe, esperanza y amor (cf. 1 Te 5,8-11)”. Afirma que “este tiempo litúrgico nos prepara interiormente para contemplar cómo la fe cristiana empezó de la forma más frágil posible” y que “Dios se manifestará como un niño pobre y desvalido en Navidad”. Expresa que «Adviento es también un tiempo de esperanza» y pide que «no tememos», ya que «Jesús ha venido para devolvernos la esperanza». Constata que «la Liturgia de Adviento nos recuerda que Jesús es el Emmanuel, el Dios con nosotros» y que «Jesús quiere estar con nosotros, porque nos ama y porque quiere compartir nuestras alegrías y tristezas». Ruega que pidamos al Señor que «nos haga estar atentos para escuchar la voz de los más vulnerables, que están más cerca de nosotros de lo que pensamos». Manifiesta que «el Adviento es, sobre todo, un tiempo de alegría» y que «Adviento es un tiempo de espera confiada». Por último, pide que “dejemos que, durante estas cuatro semanas, Dios entre en nuestras vidas y las llene de fe, esperanza y amor para poder contemplar con profunda alegría el Misterio de la Navidad”.
El arzobispo de Urgell, Joan Enric Vives, dice que “llega el tiempo del Adviento”, “el tiempo de la esperanza”, “la frágil y pequeña virtud que renace cada mañana y nos mantiene vivos, gozosos y en vela”. Afirma que «el Señor que vino humilde y pobre en el pesebre de Belén, ahora quiere llegar a tu corazón, a tu vida, y cambiarla» y «quiere hacerte testimonio de esta venida con tus pobres palabras y tu estremecido poder”. Pide que abramos las puertas de par en par al Señor, “ya ??que nos regala la primavera de su salvación”. Comenta que le gusta “vivir y predicar que el Adviento es ese gran tiempo de la esperanza, el tiempo de recomenzar” y que “no está ya todo dicho y hecho en nuestras vidas” y “todavía menos en tiempo de pandemia. ..”. Afirma que “podemos ser, con la ayuda del Señor, tal y como Él nos ha querido y nos quiere: ¡hijos suyos!”, que “podemos mejorar, cambiar, convertirnos, recomenzar… porque la Luz llega, y quién la recibe quedará totalmente iluminada”. Expresa que «Cristo viene para quedarse a compartir nuestras vidas» y que «cada Eucaristía es su venida humilde y llena de la Vida y el Amor que todo lo transforman». Manifiesta que «preparando la Navidad, el profeta Isaías nos hace escuchar las grandes profecías de lo que Dios puede hacer si lo dejamos actuar y lo acogemos con corazón de niños renacidos», que «Juan el Bautista nos recuerda que hay que abrir rutas en medio de los desiertos de las existencias grises y perdidas” y que “sobre todo la Virgen María, con St. José, nos indican que sólo los limpios de corazón verán a Dios, y nos animan a dárselo todo a este Niño Divino que nos será regalado de nuevo en Navidad”. Finalmente, pide que «seamos personas de esperanza y sembramos la confianza y la ternura a nuestro alrededor» y expresa que «esta es la gran aportación de los cristianos: una esperanza llena de amor a Jesús».
El obispo de Sant Feliu de Llobregat, Agustí Cortés, recuerda que durante un largo rato de espera en un pasillo del hospital, pasaban delante de él muchas personas, cada uno en la suya y que “al mismo tiempo pensaba en el inicio de un nuevo Año Litúrgico, en el comienzo del tiempo de Adviento” y “recordaba que el Adviento es tiempo “de venida” del Verbo de Dios y tiempo de ida nuestra hacia Él: meditaba que si se produce el encuentro de fe entre Él y nosotros, encontraremos la salvación”. Explica que ante sus ojos iban y venían numerosos enfermos, profesionales de la salud, acompañantes, que «todos se movían por alguna expectativa: o bien buscaban la salud o bien la ofrecían como profesionales» y dice que se preguntaba si todos tenían necesidad de salvación. Afirma que «el Adviento, y toda la historia de nuestra fe, no tiene sentido si no hay en nosotros una expectación, un anhelo de salvación», que «el hospital tiene sentido porque en él se encuentran la expectación de curación por el enfermo y la oferta de salud que le hace la institución” y que “en el caso del hospital, además de la existencia de esta necesidad real de salud, debe reconocerse, buscar donde encontrar -la y confiar en el lugar que se le ofrece”. Recuerda que “los antiguos decían que el Verbo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, viene al mundo de tres modos: de forma humilde, el día de la Encarnación; al final de los tiempos, en gloria y con poder; y cada día, en su Iglesia, de forma sacramental”. Destaca que Dios «busca el contacto y la presencia entre nosotros». Finalmente, dice que san Juan constata que: “Ha venido a su casa y los suyos no le han acogido”, expresa que “quizás no le esperaban, o no sentían necesidad; no había expectación” y pide que “nos preguntamos si hoy ocurriría lo mismo”.
El obispo de Vic y administrador apostólico de Solsona, Romano Casanova, dice que «una imagen que expresa con claridad el Adviento es la de una lámpara encendida» porque «los cristianos estamos llamados a ser testigos de esperanza en medio de nuestro mundo» . Recuerda que «la esperanza es la virtud teologal que pone en nuestros corazones la certeza de que lo que conocemos por la fe y vivimos por la caridad se cumplirá». Expresa que “muchas son las realidades que intentan apagar la llama ardiente de la esperanza”, que “cada uno de nosotros podría repasar en su corazón qué es lo que quiere hacer morir la esperanza, además de todo lo que en la cultura dominante va ahogando la pequeña llama” y que “hay corrientes de pensamiento que limitan nuestros horizontes, llevándonos a entender la vida de forma inmanentista y hedonista”. Afirma que “los seguidores de Cristo, en medio de la noche de las ideologías dominantes, estamos llamados a ser testigos de que hay algo más, infinitamente más, de lo que nos quieren hacer pensar”, que “nosotros tenemos a Jesucristo, que es nuestra esperanza viva” y que “en él tenemos la certeza de ese amor que nunca muere. Ese amor que es más fuerte que la muerte”. Finalmente, recuerda unas palabras de Benedicto XVI: «Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza al universo y que nos puede proponer y dar lo que por nosotros mismos no podríamos conseguir […]. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular ya la humanidad en su conjunto» (Spe salvi, 31).
El obispo de Tortosa, Enric Benavent, dice que “con el primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico y el tiempo en el que nos preparamos para la celebración de la Navidad”. Expresa que “para nosotros, los cristianos, lo más importante es la actitud con la que nos disponemos a recibir a Cristo” y que “el Adviento debería ser un tiempo para escuchar más asiduamente la Palabra de Dios y para el crecimiento espiritual, conscientes de que nadie puede presumir de una vida cristiana perfecta”. Reconoce que «en el seguimiento de Cristo no siempre avanzamos: pueden darse retrocesos, aparecer la rutina, la desilusión o el cansancio» y que «a menudo, en la vida necesitamos empezar de nuevo». Expresa que «el Adviento es una invitación a un nuevo comienzo que nos permita seguir adelante con esperanza en la vida de la fe». Nos ofrece “unas breves reflexiones sobre una exhortación que san Pablo dirige a los cristianos de Tesalónica: «Vive siempre contentos, ruega continuamente, dé gracias en toda ocasión»”, y dice que “se trata de tres elementos que deben caracterizar la vida de un cristiano en todo momento, y no únicamente en momentos puntuales”. Manifiesta que “el primer signo de una vivencia cristiana del Adviento es la alegría”, que “un cristiano debe estar siempre contento porque ha conocido a Jesucristo” y que “la alegría de la fe es una “alegría en el Señor»”. Por último, dice que “el Adviento es un tiempo para crecer en la esperanza y en la alegría cristianas: se nos anuncia que con la venida de Jesús al mundo, Dios ha cumplido las promesas de salvación; que en el nacimiento de su Hijo se ha sembrado la semilla de un mundo nuevo; y que quienes hemos conocido al Señor somos afortunados porque sabemos que la palabra definitiva que Dios ha dirigido a la humanidad es un mensaje de vida y de esperanza”.
El obispo de Lleida, Salvador Giménez, dice que «los seres humanos solemos apoyar nuestra existencia en unas verdades permanentes que no están sujetas a los cambios de época o a las diferentes sensibilidades de las generaciones». Afirma que el tiempo de Adviento nos ayuda a preparar Navidad que, a pesar de todo, la Iglesia le “vivirá con mucha alegría y con la esperanza puesta en la salvación anunciada” y que “los cristianos estamos llenos de esperanza, y confiamos en las potencialidades de la persona para sobreponerse y ayudar a los demás”. Expresa que le gustaría “unir la preparación del nacimiento de Jesús con la participación responsable de todos en el Sínodo convocado por el Papa”, “unir una verdad permanente que celebramos cada año con una circunstancia que, por su propia naturaleza, resultará propicia y, al mismo tiempo, efímera”. Nos invita a “espolear a vivir Navidad y su preparación con renovada intensidad y auténtica alegría para que la presencia de Dios en la historia humana posibilite a la Iglesia ya cada uno de los católicos una mejor dedicación y servicio a la sociedad en la que estamos inmersos”. Nos invita también a participar «en la consulta eclesial que se está haciendo en estos momentos en nuestras comunidades», ya que «la opinión de todos hará mejorar nuestro comportamiento, la transparencia de nuestras relaciones eclesiales y la libertad de las nuestras convicciones”. Por último, dice que «nosotros hablaremos y escucharemos, y en esta dinámica nos sentiremos acompañados por la acción del Espíritu» y que «nosotros también nos prepararemos en este tiempo de Adviento para vivir con inmensa alegría la fiesta de Navidad».
El obispo de Girona, Francesc Pardo, recuerda que hace unos años, en una predicación dominical se esforzó por comunicar que “hay que vivir con esperanza, porque si no la vida pierde el sentido y la alegría”, que al terminar la Misa , un hombre, que en los últimos tiempos había sufrido mucho le dijo que era muy optimista, pero que “él ya no esperaba nada”, que “de alguna manera manifestaba que cuando las cosas funcionan puedes tener esperanza, pero cuando el mundo te cae encima ya no tienes ningún motivo para tenerlo”. Por eso, se pregunta “qué debe significar para nosotros “esperar” en este tiempo de silencio sobre Dios, de constatación de los pecados de nuestra Iglesia, de crisis económica provocada por la COVID-19…”. Afirma que «la esperanza de los cristianos no se fundamenta en un temperamento optimista, ni en los logros puntuales, ni en la ausencia de dificultades», que los cristianos «esperamos a Jesucristo», esperamos que «el Salvador, que ya se ha encarnado en la historia humana, vuelva glorioso para llevar a plenitud la salvación que nos ofrece con su vida, muerte y resurrección” y “esperamos que la historia de cada uno y de la humanidad acabará bien, y muy bien, porque acabará con Dios” . Manifiesta que «fundamentamos esta esperanza en la venida primera de Jesús como hombre, que nos disponemos a revivir en Navidad con la actitud de esperanza de los justos, de los profetas y sobre todo de María, su madre». Expresa que «nuestro compromiso es luchar contra todo mal, contra toda injusticia para asegurar la vida con dignidad, con libertad, con fraternidad entre todas las personas y entre todos los pueblos, tal y como Dios quiere». Finalmente, dice que “durante el Adviento reavivaremos la virtud de la esperanza y nos esforzaremos por comunicar esta esperanza a las personas que hacen con nosotros el camino de la vida”.
El administrador diocesano de Terrassa, Salvador Cristau, expresa que «hay quien dice que el mundo está enfermo», que «se lamentan y se quejan, ¡cómo está el mundo!» y que «lo decimos también nosotros a veces pero no hacemos nada». Reconoce que «es cierto que el mundo, es decir los hombres, estamos enfermos», pero dice que «Dios, lo que nos ha creado por amor no se ha quedado contemplando como un espectador nuestra desgracia, nuestra ofuscación, la nuestra terquedad, sino que ha tenido misericordia de nosotros a los hombres que había creado, y ha actuado para salvarnos” y que “lo ha hecho enviando a su Hijo hecho hombre como nosotros, para que así, experimentando también él del todo las consecuencias de esta “enfermedad” hasta morir, nos salvara”. Nos anima a empezar a “prepararnos para el misterio del nacimiento de aquél que es nuestra medicina verdadera”. Afirma que “las calles estos días se llenarán de luces y de músicas bonitas”, pero que “a menudo nos distraen y que no pueden iluminar los corazones que quedan a oscuras”, “no pueden satisfacer ni llenar el deseo de plenitud que nos acompaña toda la vida”, y advierte que “no podemos dejarnos invadir por un ambiente de consumismo que nos aparte de nuestros hermanos que sufren”. Recuerda que “el médico está viniendo, el Salvador no tardará”, que “Él es la luz verdadera que necesitamos y que “el Adviento, ese tiempo de espera y de preparación que empezamos hoy, nos conducirá hasta aquél que Dios envía al mundo como luz y como amigo”. Finalmente, pide que nos preparemos para «su venida» y que «disponemos nuestros corazones a recibirlo porque él es la luz verdadera de nuestras vidas y la música que debe acompañar nuestras obras».
El arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, dice que “todas las estaciones del año tienen su belleza”, pero que “el otoño tiene una especial que no siempre sabemos captar”, y es que “después de ‘exuberancia de la primavera y el esplendor del verano, el otoño nos muestra la cara menguante de la naturaleza que tiene una belleza «reflexiva», preludio de una nueva vida”. Afirma que «el otoño nos invita a recogernos ya pensar, como si la propia naturaleza nos estuviera ofreciendo esta oportunidad» porque «toda reflexión necesita recogimiento y serenidad». Considera que «alguien puede pensar que el mundo que seguía el orden de la naturaleza ha sido tragado por la era industrial, que ha acabado por imponernos su ley», ya que «ya no tenemos contacto directo con la naturaleza, vivimos en aglomeraciones urbanas que nos sumergen en el anonimato, nos desplazamos a velocidades supersónicas que nos impiden disfrutar de lo que vemos o sentimos”, pero reconoce que “el hombre sigue buscando lo que le hace más humano y se sigue formulando las mismas preguntas de siempre” y se pregunta “cómo podemos volver a gozar de una vida más humana sin poner en entredicho los progresos que la propia humanidad ha logrado”. Expresa que «no se debe renunciar ni a la ciencia ni a la técnica», sino que «sólo hay que ponerlas en su sitio», «al servicio del hombre, y no a la inversa». Por último, dice que “ahora que, en tiempos de otoño, los cristianos iniciamos también el tiempo de Adviento, el tiempo de espera de una vida nueva, somos invitados a confrontar nuestros hábitos con la pobreza, la sencillez y la humildad del misterio de la Encarnación”, que “somos invitados a reflexionar sobre la forma de obrar de nuestro Dios” y que “en el silencio del otoño y en la espera propia del Adviento, debemos saber sentir la profundidad”.