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Actuar. Por un nuevo renacimiento europeo (II) Cristiandad y el nuevo renacimiento

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Europa estaba derruida, exhausta, desahuciada. Unas cifras:
  • Solo en Alemania, 19.447.800 personas extranjeras contra su voluntad.
  • El 75% de Berlín destruido o de Varsovia.
  • Y muertos, sobre todo muertos. 36,5 millones de personas en total, el equivalente a la Francia de la época.
  • Violencia, pillaje, sin carreteras, puentes, ferrocarriles, fábricas y puertos destruidos.

Dos libros necesarios: «Postguerra« de Tony Judt y «Descenso a los Infiernos» de Ian Kershaw. Hay que leer eso para saber de dónde venimos en términos europeos y porque realmente lo que vino después, el Milagro, sí parece un Milagro de verdad.

Porque lo que vino después fue los «Treinta Gloriosos» (1945-1975) de gran recuperación y crecimiento económico: estado del bienestar, transformación social y sobre todo paz, concordia y armonía sustituidas por la revitalización de la idea de Europa, una idea cristiana y de su Integración.

Todo esto fue posible por la existencia de una base de una cultura cristiana que permitía compartir unos mismos valores. Lo que pedía Azaña, ya muy tarde, las “3 p”: Paz, piedad y perdón, el 18 de julio de 1938 en Ayuntamiento de Barcelona. Podían ser realidad en Europa a pesar de la sangre derramada y la destrucción cometida.

Los padres fundadores expresan esa realidad cristiana: De Gasperi en Italia, Schuman en Francia, Adenauer en Alemania. Tres grandes católicos comprometidos políticamente.

Surge el nuevo renacimiento de la mano de la reconciliación, la reconstrucción y el pragmatismo al servicio de los grandes ideales.

El impulso se concreta en 1949 con el Consejo de Europa, en 1951 con la Comunidad del Carbón y Acero y, sobre todo, en 1957 con los Tratados de Roma sobre la Comunidad Económica Europea (CEE) y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o EURATOM).

No es casualidad que en paralelo cobre fuerza la visión filosófica de Maritain. La «nueva cristiandad», una forma de organización social inspirada en los valores y principios cristianos, pero adaptada a la realidad contemporánea:

  • Humanismo Integral: respetar y promover la dignidad humana en todas sus dimensiones (espiritual, moral, cultural y material).
  • Orden Social Cristiano: sin confundir la esfera religiosa con la política.
  • Distinción entre Iglesia y Estado: donde la ética cristiana inspire las relaciones y las instituciones promoviendo la justicia social, la paz y la solidaridad.
  • Democracia Personalista: Justicia Social y Subsidiariedad.
  • La importancia de Cultura y Educación como herramientas esenciales para formar ciudadanos que vivan de acuerdo con los valores de la nueva cristiandad.
  • Economía y Trabajo: al servicio del hombre.
  • Política y Gobierno: en la esfera política, Maritain propone sistemas de gobierno que fomenten la participación activa y respeten los derechos humanos. Una democracia que sea más que un simple procedimiento electoral, sino un verdadero compromiso con la dignidad humana y el bien común.

La doble revolución. Primero cultural, moral y antropológica, desarrolla las rupturas de la cultura de la desvinculación iniciada con la Ilustración. Fecha simbólica: mayo del 68. Después, la segunda revolución centrada en la desvinculación económica y social de los años ochenta, lo que se ha venido a llamar neoliberalismo seguramente por la mala conciencia liberal, anuncian el inicio del agotamiento del cuarto renacimiento europeo que ahora, en la tercera década del siglo XXI, está agotado.

La naturaleza del nuevo renacimiento

¿Podemos forjar un nuevo renacimiento? Deberíamos, porque es una necesidad vital. Un renacimiento que rectifique el actual camino de polarización que conduce a los extremos por la profundización en los ideales y la práctica de los que son nuestros fundamentos. Porque la naturaleza del nuevo renacimiento, al igual que todos los anteriores, solo puede ser cristiano. Cristiano en un sentido preciso: el de fundamentarse en la cultura cristiana.

Para entendernos desde el inicio: Cultura cristiana no es igual que fe.

La propuesta cultural cristiana no parte de la fe, que es lo que determina la confesionalidad, sino que se fundamenta solo en la aceptación de la razón.

Un ejemplo puede ilustrarlo. Para un católico, la unión entre un hombre y una mujer se realiza en el sacramento de la Iglesia, pero para que tal sacramento sea efectivo, ambos han de creer en él.

Pero este hecho sacramental, decisivo para los católicos, no impide valorar en términos de raciocinio lo que de óptimo tiene este modelo de unión: la unión con la voluntad de permanencia hasta el fin de uno de los dos contrayentes, la voluntad de tener hijos y educarlos, de respetarse mutuamente, guardarse fidelidad, construir la compañía que sucederá a la pasión inicial, etc. Este modelo está empíricamente demostrado (véase por ejemplo «Una Nueva Teoría de la Familia» 2015) es ampliamente superior a todos los demás en los beneficios que genera para sus miembros y para el conjunto de la sociedad a causa de cómo actúa sobre el crecimiento económico y las condiciones que hacen posible el bienestar. Asumir que este modelo es mejor y apostar por él en términos de políticas de fomento es una propuesta de política pública basada en la cultura cristiana y su aceptación se mueve en el debate de los hechos, no de la fe de cada cual. Esta es la diferencia entre fe y cultura.

La diferencia fundamental entre una y otra radica en que la fe apela a una dimensión sobrenatural que no es empíricamente demostrable. Cuando nos referimos a cultura cristiana, afirmamos aquellos paradigmas, principios, valores, virtudes, actitudes cuya significación positiva es demostrable objetivamente como cualquier hecho racional y también a través de la experiencia histórica.

Se trata de ser nosotros mismos, de recuperar la identidad destruida, de volver a nuestras fuentes y tradiciones culturales no como un ejercicio de añoranza sino de profundización al servicio de la realidad, un ejercicio de renacimiento.

Porque el potencial cristiano es extraordinario y, para constatarlo, recurro a dos importantes obras de dos no creyentes. Por una parte, Antonio Negri, el histórico líder de la izquierda italiana y europea. Cuando quiere construir una alternativa a la situación actual en «Imperio» (2002) recorre la «Ciudad de Dios» de San Agustín en una interpretación laica, incluso con unas gotas de San Francisco de Asís. La otra referencia es un libro del historiador británico Tom Holland, publicado en 2019. «Dominio: La Cristiandad y la Construcción de Occidente». En esta obra, Holland examina la influencia profunda y duradera del cristianismo en la formación de la civilización occidental, abarcando aspectos culturales, políticos y sociales desde la antigüedad hasta la modernidad.

Permite observar las aportaciones que son, en realidad, los fundamentos:

  1. Revolución moral: universalidad y valor humano.
  2. Capacidad de transformación de la sociedad: derechos y justicia.
  3. Continuidad cultural y, por consiguiente, una identidad clara y bien definida.
  4. Influencia persistente.

Esta cultura cristiana, que se articula con el cristianismo social que surge de las aplicaciones de la doctrina social de la Iglesia, se articula en torno a unos fundamentos y 20 notas características.

Fundamentos de la Concepción Cultural Cristiana

  1. Solidaridad.
  1. Participación real: fomentar la cooperación y la participación activa de todos en la sociedad.
  2. Destino Universal de los Bienes: promover una distribución equitativa de los recursos.
  3. Subsidiariedad: respetar la autonomía de las comunidades locales, permitiendo que resuelvan los problemas con los propios medios antes de recurrir a niveles superiores.
  4. Justicia.
  5. Libertad: asegurar que todos los individuos tengan acceso a la justicia y la libertad, promoviendo una vida digna.
  6. Verdad.
  7. Servicio al bien común: mantener un compromiso con la verdad y el servicio desinteresado al bien común.
  8. Impacto positivo en la vida personal y social.
  9. Estabilizadores automáticos de la cultura cristiana. Tensor cristiano.

20 notas características de la concepción cultural cristiana

Estas 20 notas, debidamente desarrolladas y definidas, caracterizan la concepción cultural cristiana. No voy a comentarlas, no hay tiempo, solo enumerarlas.

  1. Dignidad humana y derechos inalienables. La cultura cristiana ha promovido la idea de la dignidad intrínseca de cada ser humano. No hace falta multitud de leyes específicas si esto se asegura.
  2. Valor de la libertad y de la conciencia individual. Libre albedrío San Bernardo de Clairvaux. Lo explica en «La Consideración» (S. XII). Es la voz de la conciencia que precede y acompaña a la voluntad.
  3. Autonomía individual. El énfasis en la autonomía individual y el derecho a la autodeterminación es central en la cultura contemporánea. Señala Charles Taylor en «Las fuentes del yo» que es una componente clave de la cultura de la modernidad. La diferencia cristiana radica en el equilibrio entre libertad y responsabilidad que tiene un correlato en los derechos y deberes. La responsabilidad personal ante Dios fomentó un sentido de autonomía individual y responsabilidad moral.
  4. Ética y la moralidad. Amor y perdón. Discurso de las “3 P” de Azaña: el 18 de julio de 1938 Manuel Azaña, presidente del Gobierno y de la República, pronunció en Barcelona su famoso discurso de las “tres P”.
  5. Normas morales universales.
  6. Énfasis en la igualdad y la justicia social. Igualdad Ante la Ley.
  7. Influencia en la legislación y los derechos sociales.
  8. Políticas de bienestar y asistencia social.
  9. Ética del cuidado y la solidaridad: compromiso social, ayuda humanitaria, organización comunitaria y voluntariado.
  10. Justicia y responsabilidad social.
  11. Familia, matrimonio y comunidad.
  12. Cuidado de los enfermos y vulnerables.
  13. Ética del trabajo y la responsabilidad.
  14. Educación y desarrollo del conocimiento. Contribuciones del cristianismo a la educación y el pensamiento científico. Educación Integral para todos.
  15. Estructuras y modelos institucionales. Influencia en las Instituciones Democráticas. Gobernanza Justa y Participativa. Derechos civiles. Política: como servicio, como manifestación de la caridad cristiana basada en la concordia, la amistad civil aristotélica. Liderazgo Ético y Gobernanza.
  16. Responsabilidad social y ambiental.
  17. Influencia cultural y artística: Arte y patrimonio Cultural.
  18. Búsqueda de la Verdad y la Sabiduría.
  19. Ética de las virtudes aristotélico-tomistas.
  20. La dimensión espiritual del ser humano.

Actuar. Por un nuevo renacimiento europeo (I) Acción y renacimiento

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

En vacaciones es el momento de entender por qué pasa lo que pasa.

Es el momento de leer La Sociedad Desvinculada de Josep Miro i Ardèvol

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