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A trancas con la imagen

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Viven encerrados en la imagen que tienen de sí mismos. Pasan el tiempo sin exprimir de él su esencia, jugando al tuntún a tiempo y a destiempo, a modo de reyes de su propio castillo de arena con vistas al mar. En él juegan a soldaditos de plástico reciclado, en permanente ansiedad por que no les desmorone su creación el viento o el pie de cualquier bañista de tan irrisoria plaza feudal, por más que sea la playa entera. ¡Playa de piedras, de aquellas que se te clavan en la espalda al tomar el sol!

Así las cosas, ¿a qué dedican su vida? No son capaces de comenzar nada que no empiece y acabe en ellos mismos, de tal manera que nada acaban que sea de provecho, desperdiciando el tiempo que Dios les regala con la vida, hasta con hijos que traen al mundo. ¿Hijos? ¿Ideas? ¡Si ni se atreven a manifestarlas, no sea que alguien les contradiga! Empiezan por que no encuentran palabras para explicar lo que sienten, porque sienten a golpe de cañón, y así se manifiestan repanchingados ellos en su trono de cartón piedra.

El punto de partida

No tienen cultura −porque además de no haber mamado nada en sus estudios, pues ni les daban leche de la buena ni ellos chupaban−, no aprenden nada que no sea a bofetadas. De modo que se emborrachan de mala leche, que luego van contagiando desde sus púlpitos santificados y regalados por el poder oculto de un mundo que se carcome: profesiones en las que sus capitostes les cuelan lo que luego ellos mismos te cuelan a ti.

¡Y así tiran, van tirando! Son estudiantes de esos que no estudian. Son trabajadores de esos que no trabajan. Son parejos y parejas que no duran. Son congéneres que no se fían ya ni de su sombra. ¿Cómo acaban? Condenados a malvivir en un círculo vicioso del que luego se quejan porque lo atribuyen a la mala leche del vecino. Y es que viven haciéndose y haciendo la ruleta rusa con quien se tropiezan.

Son aquellos especímenes que un día te llaman desde un teléfono basura, que tú, por descuido, atiendes. Te lanzan, dicharacheros y seguros de sí mismos: “Hemos observado que este año no tiene usted aplicada ninguna bonificación, si lo desea podemos beneficiarle más”. A ver si así, contento de conseguir ser “bonificado” por un día, les dices inocente qué compañía tienes, y luego te hacen la inocentada de intercambiar y registrar tus datos en la suya. ¡Vaya emboscada! ¡El otro día, una suministradora de luz y gas que por el renombre que llegan a tener los mocosos suponías pretendidamente respetable!

Así son los nuevos bandidos de guante blanco: unos muertos de hambre que intentan aprovecharse de la buena fe de los muertos de hambre que malviven revolcados en la arena cochambrosa de una libidinosidad que les aturde.

Influencia de los medios

¡Y eso no es todo! Detrás están los hombres que en Twitter van de cachondos persiguiendo aquel nuevo tipo de mujer que, perdidas sus mañas femeninas, ahora te ponen en su perfil de Twitter: “No DM”. (Para el público desconocedor de la red, diremos que “No DM” indica “No direct mail”, eso es, “No mensajes directos”, aquellos que quien desea deja “en abierto” según la jerga de Twitter, para el que quiera contactarles en privado, pero quien quiere los bloquea).

Fíjate cómo reaccionan. Ellas bloquean su “direct mail” y alardean de que lo hacen (algo innecesario, porque está bien visible). ¿Entonces? ¡Están calentando al personal y al ambiente, como quien calienta castañas a fuego lento, de manera que aún las molestan más aquellos cachondos, porque, como juegan a su juego, les resultan más deseadas! Y acaban en pelea, que ellas dan por concluida bloqueando al cachondo. ¡Y se honran de ello!

Ya ves, hermano, hermana del alma. No es oro todo lo que reluce. Cada día más, parece que prime más el parecer que el ser, lo cual, inevitablemente, lleva a la carencia de sentido, que a su vez deriva hacia la avalancha de depresiones y suicidios que alarman a los psicólogos. Al sentido, por el contrario, se llega por el esfuerzo y la disciplina. ¡Nunca por la pretensión de fingir quién eres!

¡Y atención! Aclaremos para propios y extraños que la disciplina debe ser con uno mismo, no crucificando a quien tenemos al lado. Porque la falta de sentido, a su turno, redunda en más carencia de sentido, de manera que, multiplicado por la falta de cultura de la que hablábamos, es fácil caer en una espiral de vacías promesas de sentido que abren la puerta a las pseudorreligiones y las adicciones y los falsos mesías.

La fuerza de tener un sentido

De todo nuestro repaso podemos deducir la moraleja de que con un sentido se aguanta lo que toca aguantar, se desarrolla lo que se debe desarrollar y se llega a más en la vida… a donde se debe llegar. Aclaremos que una vida sin trabajo y sin dinero puede ser sentida como muy pero que muy plena, si la persona que la sufre, sea por el motivo que sea, tiene un sentido y vive su esencia. Esa esencia empieza en uno mismo, pues (infundida por Dios) es el germen de toda vida, del cual brota el sentido que redunda en una seguridad indestructible, porque bebe de la Verdad.

Afirma el psiquiatra Viktor E. Frankl al final de la joya que escribió tras su cautiverio en Auschwitz: “El hombre que durante años había creído alcanzar el límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y que todavía podía sufrir más y más intensamente” (Pág. 93), “llegó el día en que todas las experiencias del campo no fueron para ellos nada más que una pesadilla”; “la experiencia final para el hombre que vuelve a su hogar es la maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su Dios” (Pág. 94). De ahí surgió la teoría de su innovación psicoterapéutica, la logoterapia, que él mismo describe ironizando con un colega norteamericano que lo reta un tanto desconcertado: “[A diferencia del psicoanálisis,] en la logoterapia, el paciente permanece sentado, bien derecho, pero tiene que oír cosas que, a veces, son muy desagradables de escuchar” (Pág 97. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder. Barcelona, 1996. 18ª ed.).

Imagen y esencia

Con este repunte llegamos al final de nuestra disertación, que es escurridizamente proveniente de un mismo principio, y por eso es importante escucharla, si de verdad queremos salvar la civilización. Por más desagradable que suene a nuestros acomodados oídos. Ahí va: ¿Por qué hoy a nuestro mundo le falta sentido? Porque ignora la Verdad. Y como la imagen (quintaesencia de nuestra sociedad animalizada) aporta y agranda esa fatuidad, de una manera o de otra la sufrimos todos acabando fatuos, y por tanto (porque hablamos en un lenguaje imaginario) difícilmente podremos entendernos. Todos. Yo también. No es fácil vivir la esencia en un mundo de imagen y apariencia.

Así pues, defendámonos, personal y comunitariamente, aunque sea asumiendo una ignorada teoría psicoterapéutica tan todopoderosa que supera a la de Frankl, que habla el lenguaje real de la hermandad de los hijos de un mismo Padre. Esa teoría es práctica y existe hace dos mil veintitrés años: se llama cristianismo, y nos promete la salvación. ¿Llegamos a tiempo? No lo sé, probemos; si no, será peor… porque el orden habrá de ponerlo, finalmente, Nuestro Señor.

Cada día más, parece que prime más el parecer que el ser, lo cual, inevitablemente, lleva a la carencia de sentido, que a su vez deriva hacia la avalancha de depresiones y suicidios Share on X

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