La convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña para el 12 de mayo ha tenido una consecuencia inmediata: el presidente Sánchez ha decidido no presentar los presupuestos de 2024, a pesar de que esta es la obligación que establece nada menos que la Constitución en términos claros y concretos.
Una vez más, Sánchez actúa con total impunidad al margen de la ley. Ya lo hizo con los estados de alarma cuando la Covid-19 y lo ha reiterado en múltiples ocasiones. Ahora lo repite en una cuestión básica para todo sistema democrático: los presupuestos. Lo hace para evitar que se formalice lo que es una evidencia: carece de mayoría estable para gobernar. En cualquier país de Europa, el primer ministro ya habría convocado elecciones, o bien el jefe del Estado, cosa imposible en España.
Esta reacción señala una clave decisiva de la actual política española: el peso político de Cataluña si los partidos catalanes no están bien articulados con mayorías estatales. El resultado es siempre la inestabilidad. Es una obviedad, Sánchez no se atreve a negociar ahora los presupuestos con Junts, pero ni siquiera ve claro el comportamiento de su aliado incondicional, como ya lo fue con la II República, ERC. Pero, además, es necesario recordar que todo empieza con el partido de Ada Colau, En Comú Podem, que forma parte principal del conglomerado de Sumar de Yolanda Díaz, al negarse a apoyar en el Parlament los presupuestos de quienes les apoyan en el Congreso.
Ha sido necesario el fallo de estos tres eslabones para que Sánchez se pegara una monumental castaña, y es que esa es su última y única baza, que no es menor, porque el PP es muy poquita cosa en Cataluña y el centro y la derecha catalana han desaparecido.
Pero, más allá de la lectura política en relación con los partidos, es necesario operar en terrenos más profundos.
El primero de ellos es que la práctica totalidad de la gran mayoría de partidos representados en el Parlamento de Cataluña no recoge en absoluto la concepción cristiana y, en muchos casos, son explícitamente contrarios a ella. Sí, nos encontramos con algún partido que asume aspectos concretos, pero ni mucho menos el balance puede considerarse satisfactorio, por parcial y desequilibrado.
Y cuando nos referimos a concepción cristiana, no apuntamos en primer término a una cuestión de fe de naturaleza religiosa, sino a la cultura cristiana, que se dirige a todas las personas. Su planteamiento se basa solo en la racionalidad de la propuesta y no en una creencia.
En segundo lugar, señalamos el destructivo déficit de cultura cristiana que existe en nuestra vida pública, causante de la carencia de los recursos intelectuales y morales para afrontar los retos de nuestro tiempo, que ha determinado que vivamos bajo una serie de crisis que se acumulan, entrelazan exacerbadas por los partidos políticos y por su cultura hegemónica, hasta haber determinado que vivimos en un estado de policrisis.
Afirmamos, y es una tercera consideración, que una condición fundamental de la democracia es la amistad civil entre todos los que participan en la vida política, por diferencias que tengan entre ellos. Se trata del reconocimiento entre diversos de la existencia de una amistad específica, motivada por el hecho de que todos ellos presuponen que están interesados en construir el bien común, aunque sus caminos para conseguirlo sean distintos, y eso solo basta para generar esa expresión de amor que es la amistad.
Pero, en realidad, la práctica política de los partidos actúa en sentido opuesto. A lo que le llaman política desde tiempos de Aristóteles, en España, en Cataluña, no es tal cosa. Es lo opuesto, es la antipolítica, y de ella nunca puede surgir el bien común. Esto explica la contradicción insuperable que muestran todos los estudios de opinión: el gobierno, los partidos, “la política”, ocupan siempre los primeros lugares entre los problemas citados como graves. Aquella práctica que debe servir para resolverlos, en realidad los ocasiona y los agrava. Es como si la medicina, en lugar de sanar, matara.
Los adversarios en política nunca pueden ser enemigos, porque precisamente esta pluralidad es la que justifica la democracia.
Rechazamos, por tanto, que se levanten muros en la vida política, se practiquen exclusiones y se señalen líneas rojas. Que alguien o algunos se otorguen una supremacía moral que nadie les reconoce. Ninguna de las ideologías presentes tiene ni puede arrogarse aquel acto de soberbia, aquella hibrys que siempre termina mal.
Si nosotros, seguidores de Cristo o de la cultura por Él engendrada, asumimos la crítica racional a nuestros planteamientos y participamos y queremos hacerlo en un diálogo a partir de las diferencias, a pesar de que nuestra raíz y nuestro desarrollo tiene la solidez de haber superado el paso de más de 2.000 años de historia, ¿cómo no van a hacer lo mismo ideologías fungibles que tienen una duración de décadas y que más pronto que tarde desaparecerán como sus predecesoras en los márgenes de la historia?
Necesitamos más comprensión y humildad en la vida política y menos soberbia y descalificación. Reclamamos capacidad para el diálogo racional y el pacto transaccional, la búsqueda del acuerdo sobre todo en aquellas cuestiones que son de necesidad absoluta para el bien común. Sostenemos que esto no será posible solo por métodos procedimentales si no aceptamos que existen unos límites, los de la ley natural, que precisamente son los que nos confieren a todos, incluso más allá de las fronteras, nuestra condición fraternal de seres humanos.
Ninguno de los partidos que está en el Parlamento de Cataluña (ni en el Congreso ni en el Senado) practica este principio basado en la amistad civil y por eso nuestra democracia funciona cada vez peor y las instituciones se degradan. Reclamamos que se asuma la evidencia olvidada: la finalidad de la democracia es la construcción del bien común y que solo a través de este hecho se justifica. Porque la democracia no es un fin en sí misma, sino un medio para conseguir una vida mejor entre todos.
Estas elecciones anticipadas se tendrían que haber producido en el mismo momento en que el gobierno de ERC solo contaba con 33 diputados de 165 escaños. Hemos estado mal gobernados por aquella minoría con el juego espurio del apoyo cruzado de los socialistas, y el resultado ha sido una pésima gobernanza que solo el interés personal de Sánchez ha apoyado… y aún lo haría.
Lo haría, a pesar del desastre educativo que hunde a Cataluña, antaño modelo de renovación y eficacia pedagógica; de la imprevisión e irresponsabilidad en la no ejecución de las obras previstas desde 2019 para paliar los efectos de la sequía; de la amenaza de colapso de energía eléctrica, que ya limita actuaciones de urgencia en Girona; de la incapacidad para paliar el caos de Renfe de cercanías; del desacuerdo sobre el futuro inmediato del aeropuerto de Barcelona; de la saturación del eje viario fundamental; la AP-2; de la financiación de la televisión más cara por punto de audiencia y más sectaria de toda España, TV3; de la incapacidad para aprobar una ley electoral propia. Quienes sostienen su capacidad para construir la independencia se rigen por un decreto ley del gobierno de España sobre elecciones de 1979 de carácter provisional, por su incapacidad para aprobar una ley.
La lista del desgobierno es larga y lo dicho es solo una cata.
Damos, por tanto, la bienvenida a estas elecciones anticipadas tardías, aunque lamentamos que leyes tan significativas para la solidaridad, como la que debía abordar la situación de los que carecen de hogar y duermen en la calle, no hayan podido aprobarse. Los diputados tenían otras prioridades.
Los problemas de Cataluña se acumulan y no se abordan. No confiamos en que el resultado de estas elecciones lo resuelvan, pero sí tenemos esperanza en que nuevos caminos, como los que dibuja la Corriente Social Cristiana, acaben catalizando la respuesta necesaria de la comunidad cívica.
La convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña para el 12 de mayo ha tenido una consecuencia inmediata: el presidente Sánchez ha decidido no presentar los presupuestos de 2024 Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Cabe recordar que la mayor fuerza en el Palamentet que no sea abortista es VOX, que el autor de este escrito obvia. Muchas veces me encuentro con los lideres de VOX Ignacio Garriga, Joan Garriga, Gonzalo
de Oro…….en la Santa Misa y la siguen muy bien.
Sus postulados son muy coerentes con la cultua catolica, pro vida, pro familia, pro libertad pro igualdad, pro vivienda pro trabajo digno ect……… Pero claro es demonizado por los vendidos al aborto y esutanasia que controlan los medios desinformativos como TVs Radios Periodics etc.