Estamos como al principio. Al referirnos a una persona sin que nos haya señalado públicamente atentando en algo contra el bien o la verdad de la vida, hay que señalar lo bueno y lo malo, en honor a la verdad. Pero jamás debemos quedarnos solo con lo malo, y menos escamparlo. Y si le discutimos algo en que haya fallado (aunque fuera públicamente), tendríamos que desmontar la falacia sin descalificar a la persona, sabiendo que esto último puede llegar a ser gravísimo en función de su abasto y notoriedad. “Señalar el pecado sin señalar al pecador”, reza el adagio. Defenderse sin vengarse.
Muchas de las cabezonadas de rebelión tienen que ver con un trasfondo psicológico que puede escalar nichos de muerte en la escala de la patología. Provienen de traumas en numerosas ocasiones ocultos a la mirada de ambos interlocutores, tanto si el enfrentamiento es cercano como televisado. Incluso esas personas que hacen alarde de gran seguridad e implacabilidad en los medios públicos, en ocasiones se sumen en grandes debilidades personales que les hacen distorsionar la realidad hasta el punto de creerse a pies juntillas que aquello que dicen (incluso engañándose a conciencia) es la verdad: a base de falsear, se sumen por sí mismas en el hastío, incluso entestándose como triunfadoras. ¿No has observado a menudo en vastos fórums a esos “personajes” que divagan mirando a las musarañas de su ensoñación, en lugar de concentrarse en la mirada del auditorio?
Vemos según miramos
Nuestra sociedad naufraga navegando a la deriva. Hemos llegado hasta tal extremo de falsedad, que ya incluso eximimos del castigo por matar drogado, en lugar de encerrar al protagonista por drogarse y traficar, aprovechando para formarlo con una educación que le enseñe a vivir honestamente en su esfera de vida. “Es que iba drogado”, se suele repetir, excusando al asesino. Cierto. “La inteligencia humana está en declive”, afirman los científicos tras estudiar patrones de estructuras cerebrales de las últimas generaciones. No es de extrañar. Imagínate, hermano, mi hermana del alma, qué será cuando dejemos de usar el cerebro porque nos lo hace todo y nos lo da servido la inteligencia artificial sin esfuerzo alguno. “¡Una era de paz y armonía!”, repiquetean los medios por aquí y por allá.
Abramos los ojos. ¿No será que quieren lavarnos el cerebro con el bienestar que ahora nos harán pagar robándonos nuestros ahorros por medio de oscurantistas políticas tan “democráticas” como para invertirlos sin nuestro consentimiento en las inversiones escurre-bolsillos de sus desvaríos economicistas? ¿A quién podremos protestar? ¿A la presidenta de turno? ¿Contra quién podremos rebelarnos? ¿Contra el televisor?
Recapacita, hermano, mi hermana del alma. El mal está difuso ya en nuestra sociedad, y bien aprehendido. “La vida es una danza entre el esfuerzo, el destino y la oportunidad”, explica el filósofo Federico Lanzaco. El problema surge cuando abandonamos el esfuerzo porque el destino está cantado tras haber perdido la oportunidad. ¿Por qué? ¡Por nuestra inacción! Por el efecto narcotizante de la drogadicción a que nos someten las descargas de dopamina a las que nos estamos atando en tantos casos con la nueva esclavitud tecnológica.
Fíjate en el chiquilicuatre que se burla con aspavientos desproporcionados y cara de asco de tu afecto por unos cantantes de arreglos y ambientaciones remilgados, porque, según él, esos cantantes son ramplones. La señal indica parpadeante el camino: ese mequetrefe no valora la calidad de la música con los arreglos que acarician lo que cantan, sino la distorsión que su propia mirada le provoca, además de que intenta coartar y menospreciar tu libertad de elección. No advierte lo que yace secreto a su advertencia, porque su punto de vista no lo interpreta: está ciego a causa de su tóxica ansia narcisista, eso es, él es o debe ser el centro… aunque sea por no saber disfrutar de la gran variedad de músicas que podemos escuchar, aun si nos gustan unas más que otras.
Y así hemos llegado al final de nuestra serie de cinco artículos. Recapitula. Pronto nos someterán según “ellos” vean: tras el abandono de nuestra obligación (que era y es defender la verdad), a cabezazos está por llegar −dicen− el fin de la Humanidad según la conocemos, y otros se aventuran a pronosticar el fin del mundo ya. El mundo no se acaba, sino que agoniza a la espera del Mesías salvador. Pero lo grave es que en algo tendrán razón: con el bienestar nos habremos sodomizado. … ¿O hipnotizado? −¿Te parece más sutil?
Twitter: @jordimariada
Imagínate, hermano, mi hermana del alma, qué será cuando dejemos de usar el cerebro porque nos lo hace todo y nos lo da servido la inteligencia artificial sin esfuerzo alguno Compartir en X