Vimos la semana pasada que deambulas a cabezazos fijándote en el grano de la punta de la nariz de tu hermano porque en realidad quieres ser como tu hermano. Por eso lo señalas. Por eso le recriminas. Pero… ¿te has visto cómo llevas el trasero? He aquí los culpables de la no-prevención. Está tan demostrado que el ejercicio físico evita o previene numerosas enfermedades (por no decir todas), que dicen que a partir de ahora los médicos de cabecera lo recetarán en todas sus visitas.
Claro como el mediodía que el ejercicio moderado es bueno, pero debemos tener en cuenta que hay afectaciones y enfermedades contra las que ni ejercicio, ni nada, sino la propia voluntad del enfermo: si uno no quiere, no se cura. Lo resume bien Tal Ben-Shahar, filósofo y profesor de felicidad en Harvard: “Leer piano no te hace aprender piano, lo mismo que leer autoayuda no te hace feliz; la felicidad requiere voluntad y esfuerzo”. Y si encima, el afectado usa el ejercicio de sus músculos como prueba de su fuerza y valía como forzador de ocasiones despóticas en las relaciones personales, el fatal desenlace está cantado.
Es evidente. En cuanto al tema que nos ocupa, vimos el pasado viernes que los hay que avanzan a cabezazos, estigmatizando a quien les place. Ese es su concepto de felicidad. Uno te viene y te dice que estás amarillo, a otro te le antojas blanco, a otro que eres presumido, a otro le pareces descuidado… ¿Lo ves? ¡Todos piensan distinto, ven lo que quieren ver! Porque ya dice la psicología que vemos fuera lo que llevamos dentro. Nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro cuerpo nos condicionan… lo cual varía como el tiempo, sabedores de que con el tiempo y las circunstancias también cambiamos. ¿No sería, pues, más inteligente coger a las personas y las circunstancias como lo que son, y no como las vemos? ¡Déjalas fluir, y las descubrirás!
Seguro que conoces, hermano, mi hermana del alma, algún fantoche de esos que se escurren deslizándose a cabezazos cobardes por las vidas de aquellos que ellos creen a pies juntillas que podrán someter a voluntad, solo porque saben que una debilidad de su adversario le hace especialmente sensible a sus cabezazos. ¡Aléjate de ellos! Muchos de ellos van de sabiondos nuevos estoicos que se toman el estoicismo como abotargamiento de su autoestima, con cuyas pústulas descargan contra el primero que se pone en su punto de mira, porque la introversión creativa que le descubren en sus maneras les causa repelús: lo toman por depauperado. ¿Resultado? Avanzan sobreexcitados a descargas de dopamina con las redes sociales y hasta con los aparatos del gimnasio, tratando de imponer luego su pretendido señorío −tan imaginario como endeble− cuando se les tercia, como si el ejercicio que proponen los médicos hubiera que imponerlo a la manera de quien impone la felicidad que nunca llega.
Tratando de ser
Y no son nada. Transitan los muy jactanciosos gallardos de vanidad y escupen tan insultantes salivazos del tan temido cortisol, que, tras saturarse de aquellos estímulos narcotizantes que se les antojan “positivos”, los desparraman a chorros por los poros, malversando las mejores veladas de amigos en fiestas de guardar que ni guardan ni enseñan a guardar a sus vástagos, porque, estupefactos como van, se vomitan mutuamente encima. Esos cabezazos son los que les “inspira” su filosofía de baratija, vivida solo como burbuja en lo que les interesa, porque no la tienen aprehendida como lo que es: el “conócete a ti mismo” del sabio Sócrates.
¿Te has fijado, o los has alguna vez sufrido? ¡Incluso se te acercan altivos y petulantes en nombre del Espíritu del mismo Dios! Tanto, que sus comuniones sacrílegas les hunden en los lodos de la mentira que viven en sus relaciones con sus víctimas, con el mismo brío o más que el que infligen a las máquinas de musculación en los ejercicios de fuerza de sus horas libres. “¡Todo por la fuerza!” sería su lema heráldico. Y te roban tu libertad, y te someten… según creen, porque se creen que te tienen cogido, pero, como aunque no lo parece, tu libertad la vives dentro y no la pavoneas como ellos en sus celebraciones de postín, se van cual vencedores de una guerra que nunca acaban de ganar… porque les ganas batalla a batalla.
Es comprensible. El mundo los impele y los aúpa precisamente a ellos, forjadores como son de la ola de la nueva estirpe de bufones mediocres en manos del Anticristo, que pasará como pasaron todas las modas insustanciales en la Historia sin merecer digna memoria… pero cuyo Fin vendrá. ¿Te has fijado en que la antivirtud que antes era clandestina hoy es celebrada con tesón y alevosía como la virtud misma en plena plaza pública? A cabezazos se dirigen, entonces, al objetivo que ellos mismos han elegido. Y por ahí, precisamente, en su camino en que andan erguidos como el que más, es por donde los atrapará el propio Satán, que, una vez los tenga bien cogidos con engaño con su soberbia bien inflada, los someta él a ellos con sus cabezazos. ¿Cómo y cuándo llegará el final? Lo hablamos la semana que viene.
Twitter: @jordimariada
¿Te has fijado en que la antivirtud que antes era clandestina hoy es celebrada con tesón y alevosía como la virtud misma en plena plaza pública? Share on X