Las principales industrias y grandes superficies comerciales venezolanas están controladas por los generales de un Ejército que no está dispuesto a renunciar a sus privilegios, además de estar el país prácticamente secuestrado por sus acuerdos con Cuba, Rusia y China.
Además de ocupar todas las instituciones judiciales y administrativas, Maduro ha armado a grupos para militares, auténticas pandillas de pendencieros que intentan controlar los barrios para el chavismo, aunque su violencia no consigue impedir las protestas.
Aunque la “Operación Libertad” no haya conseguido su objetivo, el movimiento popular no ha sido inútil y ha demostrado el aislamiento y la cerrazón de un régimen que ya sólo aspira a resistir frente al sufrimiento y el clamor del pueblo venezolano.