En el enfoque del mensaje para la Cuaresma, el papa Francisco aportaba un sentido social, cósmico -¿cómo no recordar el cántico Trium puerorum del Libro de Daniel?-, a los elementos clásicos de la Cuaresma, como signo sacramental de la conversión: el ayuno, la oración y la limosna. Ayuno, frente a la tentación de “devorarlo” todo, de saciar la avidez. Oración, “para renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia”. Dar limosna, contra “la necedad de vivir y acumular todo”.
La Cuaresma ayuda a recuperar “la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad”.