El pasado sábado asistí a un funeral en el cual participaban, asistieron mejor, bastantes personas, parecía que muchas por compromiso.
El riesgo de humanizar lo sagrado es grande precisamente en esos contactos ocasionales -funerales, bautizos, bodas- en que muchos jóvenes y mayores pisan una iglesia sólo como “asistentes”, pues apenas tienen capacidad de participar -de tener parte- no solo en la superficie sino en la realidad misma de lo más sagrado. Y los sacerdotes, y allegados creyentes practicantes, tienen, tenemos, la oportunidad de abrirles nuevos horizontes de conversión sin renunciar a la emoción, si es posible.