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Hacerlo por Dios cogiendo el toro por los cuernos

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¡Déjate de historias de que no te hacen caso! ¡Tú a lo tuyo! ¡Actúa! ¡Hazlo por Dios y los hermanos! “Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4,10). Es importante en la vida tener una meta para andar hacia ella superándote a cada paso, con moralidad (llámale ética, si quieres). También es indispensable perseverar. Más, con la confusión y la envidia que reinan hoy en nuestro pequeño mundo.

Muchos dicen “el primero soy yo”, y es cierto que si no estás bien contigo mismo, difícilmente llegarás a conseguir algo relevante. El problema está en que esos que dicen “el primero soy yo” suelen implicar “yo soy el centro”, y por defenderlo son capaces de cualquier animalada. Van errados, porque el primero es Dios, y el centro sigue siéndolo Dios. Por Él debemos hacer las cosas, y no por nosotros mismos.

No necesariamente algo “de religión”, sino simplemente que hagas lo que hagas, lo hagas por Dios. Hacerlo por Dios es hacerlo por ti y por el prójimo, tu hermano, lo cual comienza en la propia familia. Te encontrarás mil y un impedimentos por el camino (más, si es “encargo de Dios”). Debes continuar adelante sin perder el norte, tu objetivo, te digan lo que te digan y te hagan lo que te hagan.

Conozco la envidia y la obstinación por imponerse como centro de los que van de líderes hablando de “diálogo” y de “servir a los demás”. Lo único que pretenden (sus obras hablan) es imponerse, reafirmarse, y no luchar por el bien y la verdad. …Menos aún, por Dios, por más que digan. Nos lo avisó un día el Papa Francisco en su misa cotidiana en Casa Santa Marta.  “Los obstinados no dialogan, no saben, porque siempre se defienden con ideas, son ideólogos”, “La obstinación es también orgullo, es soberbia. La testarudez, aquella testarudez que hace tanto mal: cerrados de corazón”.

Métete en la cabeza que no les importa nada lo que tú digas, por más razón que lleves. Ya puedes ir cantando misa. Seguirán a la suya… Hasta que caigan y se den el tortazo, que (no lo dudes) tarde o temprano se pegarán, porque sus obras no son de Dios. Como advierte Benedicto XVI en Cáritas in veritate, “el modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo y vice-versa” (n. 51). Francisco, vísperas de inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos ‘19: “Es un grave pecado empequeñecer o despreciar los dones que el Señor ha dado a otros hermanos”. Persevera. ¡Tú, a tu meta!

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