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Derecho y dignidad de la vida, y retirada de la perspectiva de género: es la hora

Editorial

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Paso a paso, primero; de una forma acelerada, después, a partir de Rodríguez Zapatero y la posterior complacencia del PP (que sigue sin reclamar por el escandaloso retraso en tratar su recurso sobre la ley del aborto por parte del Tribunal Constitucional), el aborto ha pasado de prohibición a excepción y mal menor, hasta convertirse en un derecho sufragado por el estado, a pesar del hundimiento de los nacimientos, y teniendo en perspectiva, con Sánchez remendando los pasos de Zapatero, una ley sobre el homicidio aceptado y el suicidio. Todo eso es una ruptura con el derecho a la vida y la dignidad inherente a ella, con independencia de la situación de la persona y de su estatus. Pero la dignidad no se limita solo al momento inicial y final de la vida, sino que se extiende a lo largo de la misma. Y esto significa situar en el mismo saco las condiciones materiales concretas de las necesidades humanas básicas, vivienda, salud, educación, trabajo, igualdad ante la ley. Ese es el gran debate que hay que abrir, con un señalamiento: hemos avanzado más la vida de en medio, mientras retrocedíamos en los derechos que afectan a su origen, y pueden perderse los que regulan su final. El debate, la crítica y la exigencia pasan especialmente por recuperar el terreno perdido, sin que ello sea motivo (¡qué absurdo sería!) para menoscabar las condiciones que regulan la vida vivida, que deben mejorar, sobre todo en términos de atención a la pobreza, vivienda digna, precariado e igualdad de oportunidades educativas en la niñez.

También es el momento de abrir un gran debate dirigido a erradicar toda la legislación construida desde la perspectiva de género. ¿A santo de qué es asumible en un Estado de derecho que su legislación se guíe por una ideología concreta que excluye cualquier otra visión? Y para ello, el debate debe pasar por una gran capacidad comunicativa dirigida a explicar la verdad. La perspectiva de género no tiene nada que ver, o muy poco, con los derechos civiles y políticos, sociales y económicos de la mujer. En este ámbito, todo; para la perspectiva de género, nada. Defender dicha igualdad de derechos empieza por llamarlos por su nombre y no intentar colar gato por liebre con la perspectiva de género que no existe. Lo que requiere la mujer son medidas concretas, prácticas. No se necesita una legislación especial para conseguir la equiparación salarial, sino hacer cumplir lo que ya existe.

Todos debemos concentrarnos a lo largo de este año que empieza en la defensa de la vida, en la limitación del aborto a corto plazo, empezando por reconocer los derechos de ser humano concebido y no nacido, y para inventariar y suprimir toda la legislación gender, sustituyéndola por otra acorde con los derechos de todos, de las mujeres obviamente, pero también de los grandes desprotegidos como la gente mayor, y hacer efectiva la protección del menor. Y para eso se requiere una mejor distribución de los recursos que hoy monopolizan las políticas de género. Esto y el cumplimiento efectivo de la normativa, que exige que toda legislación para ser aprobada deba contar con una memoria explicativa de su impacto desde la perspectiva de familia.

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