La Ley canadiense que legalizó la eutanasia en el país norteamericano ha provocado una circunstancia estrambótica que ha sumido al país en un debate sobre si este tipo de leyes son realmente necesarias o no. Audrey Parker, una mujer con un cáncer terminal quería llegar a Navidades antes de eutanasiarse, pero no pudo hacerlo por la citada Ley aprobada en 2012. “No puedo predecir en qué momento el cáncer afectará a mi cerebro o qué otra cosa me pondrá más enferma. Yo quería llegar a Navidad y Año Nuevo, mi época preferida del año, pero perdí esta posibilidad por culpa de una ley federal mal concebida”, afirmó la mujer, que ya ha fallecido.
En España, precisamente se está debatiendo en el Parlamento una proposición de Ley impulsada por el Gobierno del PSOE que legalizaría esta práctica. Una práctica que, lejos de cumplir todas las bondades que la proponen y anuncian alrededor del concepto de la «muerte digna», es una ley que arrincona los cuidados paliativos y se convierte en una excusa para desahogar al sistema de personas que suponen una carga económica para un sistema de salud pública caro y saturado. De esa manera, se dan casos como el de Canadá y Parker.
Audrey Parker, era maquilladora y tenía 57 años, pero un intenso cáncer y avalada por la Ley que facilita la eutanasia decidió que un médico le administrara una inyección que la llevara a la muerte. Poco antes de morir, la mujer denunció en su perfil de Facebook que debía hacerlo antes de lo que quería por culpa de la Ley, ¿por qué?
Una Ley que pretende regular lo que no se puede
Al parecer esto es debido a que la petición de suicidio asistido debe ser consensuado por dos médicos independientes. Cuando la persona interesada en morir recibe esa doble validación tiene que estar consciente y, según explica la Ley, estar lúcida en el momento de su consentimiento final que la lleve a morir. “Quienes ya hayan pasado la evaluación y recibido la aprobación deberían tener la posibilidad de escoger el momento propicio para morir por medio de una petición anticipada”, afirmó Parker en Facebook.
La realidad es que estas leyes antinaturales provocan que personas que quieren vivir decidan morir y las que deciden morir no puedan decidir cuándo lo quieren hacer. Todo junto constituye un despropósito derivado de leyes obtusas y estrambóticas. La historia de Parker ha reavivado el debate en Canadá sobre la eutanasia y sobre realmente algo como el final de la vida se puede o debe regular a través de leyes humanas.
Alrededor de 3.800 personas pusieron fin a su vida de manera anticipada acogiéndose a la Ley desde que fue aprobada hace 6 años. Otras legislaciones sobre eutanasia como la belga o la holandesa permiten pedir la muerte con antelación a la pérdida de consciencia.
El día del fallecimiento de esta mujer, la ministra de Salud canadiense, Ginette Petitpas Taylor, afirmó: “Es una situación muy triste. Estoy de todo corazón con la señora Parker y su familia. Si yo hubiera tenido la autoridad y el poder de acordar una excepción para este caso particular, habría estado encantada de hacerlo. Pero tenemos una ley para todos los canadienses”.