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La mártir que prometió rogar desde el cielo por violadores y asesinos

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Del 13 de noviembre hay cinco beatos: un sacerdote y un laico en Almería -ambos beatificados el 25 de marzo de 2017 en Roquetas de Mar-, un religioso de la Sagrada Familia en Barcelona, más un laico y una misionera claretiana en Benifairó de Valldigna (Valencia), que agradeció a los violadores y asesinos que le abrieran las puertas del cielo.

En Francia se conmemora el martirio de santa Maxelendis (670); en Austria, el del beato sacerdote Carl Lampert (1944); en Bulgaria, los de los beatos sacerdotes agustinos de la Asunción Pedro Vicev, Pablo Dzidzov y Josafat Siskov (1952). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a 13 mártires de este día: uno de 1917 (el arcipreste Juan Kochurov, primer sacerdote martirizado bajo el dominio soviético), uno de 1918 (el abad Leónidas Molchanov) y 11 de 1937: el monje diácono Inocencio Mazurin, los monjes sacerdotes Eufrosino Antonov y Anatolio Botvinnikov; el laico Jacobo Blatov; los arciprestes Basilio Arkhangelsky, Alejandro Bozdvizhensky, Vsevolod Smirnov y Pedro Voskoboinikov; más los sacerdotes Basilio Kolokolov, Sergio Rozanov y Alejo Sibirsky.

En orden inverso, cuento primero el caso de Asunción Giner, que dijo a los que la fusilaron: «Me vais a abrir las puertas del cielo, desde donde rogaré por vosotros. Os perdono de todo corazón».

«Moriré mil veces antes que entregaros la Eucarístía»
María Cinta Asunción Giner Gomis (madre María del Patrocinio de San Juan) tenía 62 años. Después de ir al colegio de María Inmaculada, donde vivía su tía, en Carcagente (Valencia), se hizo postulante del instituto claretiano en 1892. Desde 1904 fue maestra de novicias y desde 1922 priora, marchando en 1925 con otras a fundar un convento en Sagunto, del que tuvieron que volverse a Carcagente porque se lo quemaron el 12 de mayo de 1931. Ya entonces se enfrentó a los incendiarios que trataban de ver qué llevaba bajo la esclavina: “Llevo a Nuestro Señor Jesucristo y moriré mil veces antes que entregároslo a vosotros”, dijo. Su voz fue tan decisiva que todos se echaron atrás y salió sin más incidentes.

A partir del 13 de mayo de 1936, por las amenazas revolucionarias, tuvieron que desalojar también el convento-colegio de Carcagente. La madre Patrocinio y su hermana Trinidad, que vivía en el convento como pensionista de las claretianas desde hacía tiempo, se trasladaron a la casa de su hermana Asunción, en la masía llamada Huerto del Mirador. A la casa llegó pronto también la otra hermana, Carlota, religiosa agustina de Valencia. Por el peligro que suponían en los registros, la madre Patrocinio quemó los ornamentos litúrgicos que ella misma había bordado. Pero al aumentar los registros, buscó refugio para sus hermanas y ella misma fue a casa de unas antiguas alumnas apellidadas Camarena, con otra anciana claretiana, la hermana Enriqueta, en la calle General Prim número 7.

El 13 de noviembre rezaban el rosario al atardecer cuando llegó un coche de milicianos, preguntando por la superiora del convento que se escondía allí. Ella se adelantó y dijo: “Yo no soy ya la superiora, soy una hermana”. Decidieron llevarla para un interrogatorio. Sus compañeras se opusieron a que fuera sola y pretendieron acompañarla, pues intuyeron que era una trampa. Ella no lo consintió y subió al coche, que marchó por el camino de Tavernes, a 8 kilómetros de Carcagente, hasta el collado llamado Pinar de los Frailes o Portitxol de la Valldigna, en el término de Benifairó de la Valldigna. Por el camino o allí se encontró con su hermana Carlota y en torno a una docena de personas.

Se conserva una supuesta alocución de la madre Patrocinio a los milicianos: Vosotros no sabéis lo que hacéis. Algún día os pesará. Yo acepto con gozo lo que Dios permite, porque me vais a abrir las puertas del cielo, desde donde rogaré por vosotros. Os perdono de todo corazón.

Juan Bautista Gonga Martínez, carcagentino de 25 años, oficinista y entusiasta de la Acción Católica que ayudó a fundar desde 1932, y también miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl. El 25 de julio de 1936, al salir de la casa del consiliario de Acción Católica, adonde acudía a misa diariamente, fue detenido junto con aquél y algunos jóvenes más. Cuando fue puesto en libertad, se refugió en Játiva (Valencia). Sintiendo nostalgia por sus padres y hermano, el 13 de noviembre regresó a Carcagente, donde fue detenido y conducido por la noche por la carretera de Tavernes de Valldigna. Al llegar al lugar llamado El Portichol lo bajaron y, adivinando su fin inmediato, pidió que le desataran. Sacó un pequeño crucifijo que llevaba en el cuello y enseñándolo a los que iban a asesinarle, les dijo: “Nuestro Señor murió perdonando a los que le mataron; aunque soy indigno de ser discípulo suyo,quiero imitarle en esto y os perdono de todo corazón”. Desde entonces se le recuerda con el nombre del “Xiquet de la Creu”.

Relación de asesinados en Benifairó del 12 al 14 de noviembre.
Relación de asesinados en Benifairó del 12 al 14 de noviembre.

En la lista de 115 personas asesinadas por el Frente Popular en Carcagente, aparece la madre Patrocinio en el número 69 y Juan Gonga en el 103. Aparecen también en la documentación de la Causa general sobre Benifairó.

Mención de mutilaciones y violaciones cometidas en Carcagente.
Mención de mutilaciones y violaciones cometidas en Carcagente.

En el folio 7 se da por asesinadas a las hermanas Giner en días distintos (13 y 14) y a Juan Gonga el día 12; todos en Benifairó. Cinco de las mujeres asesinadas junto a él fueron violadas y les cortaron los pechos en una cena y orgía sobre las que se dan detalles en los folios 10 y 11:

Roberto Montserrat Beliart, de 25 años, recién ordenado sacerdote, estaba destinado a marchar a Argentina (como Pedro Verdaguer, asesinado el 15 de octubre). Liturgista y buen músico, el sábado 18 de julio de 1936 celebró una misa para despedirse de sus familiares en el santuario de la Misericordia de su ciudad natal (Reus). Al regresar a Barcelona, el domingo 19, ya no pudo llegar al seminario. Escondido y trabajando en Barcelona, el 13 de noviembre fue detenido con otros sacerdotes en la pensión en donde residía y, conducidos a la checa de San Elías, fueron asesinados el mismo día en la pared del cementerio de Montcada. El 18 de agosto, lo habían sido también su padre y su hermano Victorino, en Alcover (Tarragona), por ser católicos y tener un sacerdote en la familia.

El padre Juan Ortega.Juan Ortega Uribe, sacerdote al que faltaban cuatro días para cumplir 59 años, natural de Almería y adscrito a la parroquia de Santiago en esa capital, donde también fue asesinado, sin que el hecho de ser paralítico compadeciera a sus captores, según relata la biografía diocesana:

Don Manuel Román González lo recordaba así: « Tenía parálisis en ambas piernas y caminaba muy despacio y con mucha dificultad. Por ello su cautiverio y martirio alcanzaron mayor heroicidad. Solía oficiar la Misa diaria en la Parroquia de Santiago, que era la más cercana al Monte de Piedad, donde vivía en la plaza Marín. Virtuoso sacerdote, llevó siempre su minusvalía con ejemplar comportamiento. La oración fue el centro de su vida ante el Sagrario junto con la devoción a la Santísima Virgen. »

Detenido al inicio de la Persecución Religiosa, tuvo que sufrir una penosísima prisión. Desde la Comisaría de Policía lo arrastraron al cementerio de Almería.

El beato Pascual Roda, de niño.Pascual Roda Díaz , almeriense de 28 años, abogado, terciario franciscano y adorador nocturno, además de miembro de los Estanislaos y los Luises; sufrió mucho por enfermedad y falta de dinero, y su valor lo señaló para el martirio, según la biografía diocesana:

A pesar de sus pocos años, hubo de afrontar dos retos. El primero el de su salud, pues le aquejó una grave enfermedad de estómago. A sus afligidos familiares le dijo: «No os preocupéis; si yo me muero; paso de esta vida a otra mejor, pero no muero.» El segundo su falta de trabajo, situación agravada por la temprana muerte de su padre y la debilidad económica de su familia. Aunque aprobó las oposiciones para Interventor del Estado, la penuria de la época le impidió ganarse el pan.

El Viernes Santo de 1936, vísperas de la Persecución Religiosa, convenció a sus amigos para desafiar las hostilidades y sacar en procesión la sagrada imagen del Cristo de la Escucha desde la Catedral de Almería. Su valerosa devoción le valió ser detenido el veinticinco de julio. En su casi medio año de prisión, padecida en diversas cárceles, mantuvo intacta su gran piedad.

A sus veintiocho años, ocho disparos sobre su cabeza lo coronaron como mártir de Cristo en el Campamento de Viator.

Puede leer la historia de los mártires en Holocausto católico (Amazon y Casa del Libro).

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