G.E.M. Anscombe, Una profezia per il nostro tempo: ricordare la sapienza di Humanae vitae, Cantagalli, Siena 2018, 148 pp, ISBN: 978-88-6879-573-3
La colección Amor humano del Pontifico Instituto Teológico Juan Pablo II para Ciencias del matrimonio y la familia nos ofrece en este su decimotercer volumen una serie de ensayos de la filósofa inglesa Gertrude Elizabeth Margaret Anscombe (1919-2001), discípula de Ludwig Wittgenstein. La edición ha sido preparada por el profesor Stephan Kampowski, profesor ordinario de antropología filosófica en el citado Instituto en Roma. Siguiendo la invitación del Papa Francisco en Amoris laetitia, a redescubrir el mensaje de la encíclica Humanae vitae, el volumen nos ofrece cuatro artículos escritos en los años inmediatamente posteriores a la publicación del documento.
La obra comienza con dos ensayos introductorios: el primero escrito por David A. Jones, director del centro de bioética de Oxford que lleva el nombre de la filósofa, y el segundo escrito por el citado editor del volumen. Jones nos dibuja un hermoso retrato de esta filósofa católica. Nacida en Limerick, Irlanda, estudió latín y griego de pequeña, pues su madre enseñaba lenguas clásicas. En 1937 marchó a estudiar a Oxford a los clásicos de la literatura occidental. En 1938 conoció a Peter Geach, filósofo inglés, con quien contrajo matrimonio en 1941. Fue madre de siete hijos. Comenzó su carrera en Cambridge en 1942 y fue transferida más tarde a Oxford donde enseñó desde 1946 hasta 1970. En 1970 regresó a Cambridge donde obtuvo la cátedra de filosofía hasta que se jubiló en 1986. Discípula de Wittgenstein, redactó una importante introducción al Tractatus y realizó una traducción al inglés de las Investigaciones filosóficas. Su breve libro Intention, escrito en 1957, se ha convertido en un clásico. En el mismo distingue con finura entre las consecuencias previstas de una acción y las que son queridas en cuanto objeto de la intención.
Por su parte, el profesor Kampowski compara en su estudio introductorio las opuestas profecías de Margaret Sanger y del beato Pablo VI. El Papa, al redactar Humanae vitae, se situó en el surco de la tradición precedente de la Iglesia que había afirmado la ilicitud de la anticoncepción. Anscombe destaca que el problema de la anticoncepción se encuentra en la intencionalidad intrínseca del acto mismo, y no en las ulteriores consecuencias que se deriven del mismo. Se trata de un tipo específico de acto. La filósofa inglesa sostiene que hay una diferencia fundamental entre los actos sexuales que son procreativos y los que no lo son. Cuando los cónyuges eligen un acto generativo, que contiene por tanto un significado procreativo, eligen un acto de alto significado. Para Anscombe, en el momento en que la sexualidad y la procreación son separadas, la sexualidad pierde su especial significado. De este modo, se banaliza hasta el punto que se favorece la práctica homosexual. Según la lógica de los argumentos de nuestra filósofa, quien esté a favor de la contracepción no podrá decir nada contra la relaciones homosexuales. Dicho de otro modo, en la actualidad la separación entre sexualidad y procreación es tan radical que en cierto modo la relación homosexual se ha convertido en el paradigma de todo tipo de relación sexual. La noción de castidad se torna totalmente incomprensible desde el momento que el sexo no tiene una finalidad que vaya más allá de la expresión de un afecto. La virtud de la castidad se refiere al modo razonable e integrado de vivir nuestra sexualidad. No existe un acto sexual casual, no significativo. En el otro extremo a la banalización actual de la sexualidad se situaría la sacralización de la sexualidad, como ocurre en los cultos de la fertilidad o las prácticas paganas de la prostitución sagrada.
Se presentan, a continuación, los cuatro artículos de la filósofa inglesa. El primero de ellos se titula Contracepción y castidad. Comienza la autora recordando que en la antigüedad, el cristianismo proponía una vida moral radicalmente diferente a la pagana. La fornicación fue prohibida por el primer concilio de Jerusalén. El inviolable valor de cada vida humana y la importancia de la castidad se incluían en la novedad de la vida cristiana. La castidad no se reduce a la continencia, sino que es la virtud ligada al sexo. Tras recordar sintéticamente la tradición católica concentrándose en el repaso de las posturas de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, Anscombe analiza el contenido de Humanae vitae. Para ella la dificultad es pensar la diferencia entre “intención” cuando se significa la intencionalidad de lo que se está haciendo y cuando significa una intención ulterior o circunstancial con lo que haces algo. La contracepción es ilícita no a causa de una ulterior intención, sino a causa del tipo de acto intencional que se cumple. La acción no es ya el tipo de acto mediante el cual se transmite la vida, sino que es hecho voluntariamente infecundo. A la hora de considerar un acto hemos de juzgar diferentes cosas que tienen que ver con nosotros: la primera es el tipo de acto que estamos contemplando realizar; en segundo lugar, si son buenas nuestras intenciones ulteriores o circunstancias; en tercer lugar, si el espíritu con el que lo realizamos es bueno. El matrimonio es un empeño recíproco en el que ambas partes cesan de ser autónomas bajo distintos aspectos, también sexualmente. No existe un acto sexual casual, no significativo. Esto tiene que ver con el sexo que se relaciona estrechamente con la transmisión de la vida humana. La castidad es para la filósofa inglesa una virtud de tipo místico más que utilitario. Se trata de percibir el deshonor hecho al cuerpo tratándolo como superficial satisfacción del deseo.
El segundo artículo se titula Sobre la Humanae vitae. En el inicio del mismo, Anscombe confiesa su interés por conocer el tipo preciso de formulación de la condena de la contracepción. Observa con alegría que en el texto de Pablo VI aparece la importancia de la intencionalidad, sobre la cual no se había reflexionado mucho, y sobre la que ella había escrito un libro en 1956. A este propósito la primera cosa que conviene aclarar es que es equivocado hablar “de la intención” en el acto. Al meditar sobre una acción se debe saber si el fin que se persigue es justo, y también si el acto es justo. Podría darse que el primero fuese justo y el segundo no. Este punto referente a la intención se expresa en la encíclica con gran claridad. Junto a ello, lo que más llama la atención a nuestra autora es la exhortación del Papa a adquirir mayores conocimientos.
En una segunda lectura, Anscombe observa que el texto contiene mucho material sobre el que reflexionar. En primer lugar, las observaciones iniciales sobre los cambios que se están llevando a cabo en el mundo. En segundo lugar, el reconocimiento del papel del amor conyugal en el matrimonio y la apreciación del significado de los actos conyugales en relación a este amor. El principal modo de apreciar el amor conyugal es hablar del significado de los actos conyugales. Afirmar que el acto contiene un significado procreativo no significa necesariamente que el acto sea efectivamente procreativo. Y también un acto podría ser efectivamente procreativo pero carecer de significado procreativo. De modo semejante, pueden darse actos de unión física que carezcan de significado unitivo. No hay duda que la idea católica de la virtud de la castidad ha sido atacada en el mundo moderno. También por aquellos que rechazan la encíclica. Es necesario pensar a fondo el significado unitivo del acto conyugal. Si la unitividad tiene que ver con el matrimonio, es preciso profundizar para presentar adecuadamente qué entiende el catolicismo por castidad.
El tercer texto es un suplemento al anterior. Bajo el título Discurso al clero sobre la contracepción y la planificación familiar natural. Nuestra autora comienza preguntándose por la diferencia entre planificación familiar y planificación familiar natural. ¿No será la conveniencia el criterio fundamental para llevar a cabo esta planificación? Los medios para obtener un fin tienen su importancia. Se puede captar la diferencia entre ambas, pero no ver qué diferencia suponga para la moralidad de la cosa. Las personas que viven rectamente pueden ver la diferencia pues tienen un conocimiento connatural; quizás no sepan explicar por qué esta o aquella acción son deshonestas. Pero la razón exige que haya una explicación, sobre todo para aquellas persona que no viven de ese modo.
El Papa afirma que el acto conyugal tiene dos significados, unitivo y procreativo, y que entre ellos hay un nexo inescindible. La conexión no se encuentra entre ser unitivo y ser procreativo, sino entre tener un significado unitivo y un significado procreativo. Los sacerdotes que afirman al ser preguntados que es simplemente una cuestión de conciencia privada no se dan cuenta del daño que pueden ocasionar. Cómo se hace para despertar a estos sacerdotes la autora confiesa de no saberlo. Hay obispos que se encuentran en la posición fuerte de exhortarles a cesar de hablar así, a ser más serios y hacerse cargo de su empeño pastoral.
Por último, el último texto lleva por título Contracepción, castidad y vocación del matrimonio. Anscombe denuncia con fuerza el silencio del clero sobre la enseñanza de la encíclica. Debido a ello la espiritualidad se ha endurecido. El contenido de la fe se diluye. Kierkegaard afirmó que el peligro para el protestantismo está en una mundanidad superficial y para el catolicismo en una hipocresía pietista. Pero ahora las cosas han cambiado y la superficialidad mundana es en la actualidad nuestra forma de degeneración mucho más que antes. Rechazando la enseñanza de la Iglesia sobre la contracepción se ha llegado de modo bastante natural a aceptar las prácticas genitales homosexuales. Por ello es necesario reflexionar sobre la cuestión de la castidad en su totalidad. Hablando de modo genérico existen tres concepciones posibles: la primera es que la misma idea de una tal virtud sea insensata. Contener el placer sexual, el placer genital no es necesario. Esta concepción es descartable por ser excesivamente extravagante. Se encuentra después la opinión que asocia la unión genital al amor e incluso se inclina a pensar que sea limitada a los matrimonios que se aman. No entiende la autora por qué se afirma en esta concepción que debe tratarse de matrimonios. En tercer lugar se encuentra la enseñanza del Papa según la cual existe una conexión inescindible entre el significado procreativo y unitivo. Repite a este respecto que en ella se halla implícito que se pueda tener procreación sin que el acto tenga significado procreativo, así como se puede tener unión sin significado unitivo. Según nuestra autora, es esencial a la enseñanza católica que el uso legítimo de periodos infecundos no disocia el acto del significado procreativo.
Al cumplirse el cincuenta aniversario de la publicación de la encíclica Humanae vitae, la oportunidad de poder leer estos artículos de la profesora Anscombe ayudan a reconocer el singular valor profético de la enseñanza sapiencial de Pablo VI. La profundización en la racionalidad práctica y en la teoría de la acción, le permiten a la filósofa inglesa leer de un modo original la encíclica ya en su primera recepción. Acaba de aparecer la traducción española de la obra en la editorial Didáskalos, por lo que está también accesible al mundo de lengua española.
Juan de Dios Larrú