Las encuestas muestran en muchas ocasiones la contradictoria condición humana. Por ejemplo, la mayoría de las personas creen en Dios, bien sea como una realidad personal, o bien como “algo más” que existe, una energía totalizadora, un ente; a eso le llamamos deísmo. Unos pocos menos creen en la vida mas allá de la muerte y la conciben siempre en términos satisfactorios, es el cielo. Muchos menos consideran la posibilidad de un juicio que premie o castigue nuestros actos en vida. Realmente cuesta mucho más asumir la posibilidad de ser juzgados, que la de ser premiados. Finalmente, pocos aceptan la posibilidad de un castigo y menos si es tan terrible como el infierno. Evitan o no aceptan que el mal hecho aquí impunemente tenga un correlato de justicia después de la muerte.
No me negarán que es un encadenamiento donde las creencias que se van descolgando, no son muy coherentes con los presupuestos iniciales: Dios, y vida feliz luego de la muerte, pero juicio y castigo. Obviamente hay otras personas que no creen en un ser supremo, y entonces después de la muerte, hayas hecho lo que hayas hecho, solo hay la nada. La visión social y personal que puede derivarse de esta nada da mucho de sí, tanto que lo dejo para otra ocasión.
Eludir la realidad del infierno es una forma peligrosa de acercarse a él, disfrazándolo con parodias de seres con cuernos y tridentes, de ollas hirviendo y ríos de fuego que surgen de un lugar concreto en las honduras de la tierra. Eso o es paganismo o es una tontería. Se puede escoger.
El infierno puede ser como aquel día en que uno se siente profundamente disgustado consigo mismo. Sientes que algo importante has hecho mal y esto te corroe por dentro, devora tu corazón, y todo lo que haces, piensas, y sientes durante un cierto tiempo. Pues bien, esta sensación elevada a su máxima intensidad es la que se debe sentir después de la muerte, al contemplar la propia vida con toda claridad. Libre de las ataduras de las pasiones y los intereses personales. Es el momento en que uno debe contemplar horrorizado todo lo malo de su vida, algo que ya sabías y al mismo tiempo has querido ignorar, justificándote ante ti mismo de mil maneras distintas. Aunque sepas ahora, y quizás ya entonces, que eran razones falsas. Todo este terrible malestar, tu ahogo, lo experimentarás eternamente porqué el tiempo ya no existe como dimensión, al igual que sucede con las demás dimensiones, las del espacio. Nada existe excepto tú, todo es presente envuelto en este sufrimiento inacabable que tú mismo provocas. Eres tú mismo que te has juzgado y condenado, porque ahora tienes acceso a la realidad completa. Es tu propia conciencia liberada de intereses carnales quien lo hace. Estás solo, aunque tienes conciencia de su Presencia, ahora sí inalcanzable porque nunca la has querido. Ya no puedes acudir a Él, ni refugiarte en nada, ni en nadie, ni tan siquiera en los recovecos de tus secretos tan ocultos que casi has llegado a olvidarlos, o al menos a no sentir por ellos. Has tenido toda una vida para actuar de otra manera y no lo has hecho, ni tan siquiera en los instantes finales, cuando preferías creer que después solo venia la nada sin conciencia. Pues no, ha venido la oscuridad, y tu conciencia ahora ampliada sigue ahí. Estas en ningún lugar, el no espacio, y vives eternamente en el instante del que estás colgado, en el no tiempo. Entonces, percibirás aterrorizado tu inacabable soledad.
Esto sí quizás pueda ser el infierno