El talante del personaje central de Merlí, la popular serie de TV3 que finalizó el pasado 15 de enero sus emisiones de 40 episodios en tres temporadas, tiene como fuente de inspiración a Nemrod Carrasco, un profesor de filosofía que está en contra de Dios.
En una entrevista publicada en La Contra de La Vanguardia justo tres días después de acabar la serie, Carrasco no dudaba en afirmar que filosofar no es para eruditos, que es tocar los huevos y rebatir la democracia, entre otras perlas dignas de mención.
Este peculiar filósofo de 44 años es profesor de Filosofía en la Universidad de Barcelona, vive en pareja y no tiene hijos. Dice no tener ninguna ideología, aunque siempre me voy lo más a la izquierda posible.
Las perlas de Carrasco
En la entrevista de La Contra, Carrasco insiste en su animadversión hacia Dios: sí, combato a Dios. Y, mientras aclara que, para él, el Creador es lo que se me impone: el Estado, el dinero, la familia, la pareja, la propiedad, la culpa…, hace mención a una afirmación de Baudelaire: Dios es la única criatura que para reinar no necesita existir.
A continuación, desgrana una serie de perlas que no tienen desperdicio. Destaca, por ejemplo, que Merlí tiene de él la duda socrática, sacudir al alumno para que se anime a cuestionarlo todo.
Prosigue considerando que filosofar es tocar los huevos. Filosofar es incordiar. Filosofar es preguntarte, es cuestionarte la realidad, todo. Filosofar es distanciarte de tus propias creencias: es descreer de todo lo establecido e incuestionable.
Su planteamiento filosófico es no respetar opinión alguna. Dinamitar todas las opiniones, aunque sean la base de la democracia. Filosofar es rebatir la democracia, añade.
Cuando el entrevistador, Víctor Amela, le pregunta si todos podemos filosofar, Carrasco hace una objeción: filosofar no es para eruditos, es plantearte cuestiones que cruzan tu vida cotidiana.
Sin poner en cuestión que cualquier persona es susceptible de meditar sobre algo con razonamientos filosóficos, no se puede dudar que la erudición ayuda a filosofar. Si una persona ha leído a los grandes filósofos y pretende filosofar, a buen seguro que tiene un buen tramo de camino hecho.
Más adelante, Carrasco pone un ejemplo de algo que puede dar que pensar: todo nos interpela. Ves a un amigo tatuado, y te preguntas: ¿por qué nos tatuamos? ¡Y pensar sobre esto es ya filosofar!. Y añade: escribes en la superficie de tu piel algo que hay en la hondura de tu alma. Lo íntimo, ahora aireado.
Pone otro ejemplo con las selfies. O, ¿por qué esa obsesión por tener likes?, para responderse a sí mismo; diría que habla del narcisismo como valor hegemónico, hoy.
Pero verse a uno mismo no es tan obvio: prueba a mirarte fijamente en un espejo durante mucho rato… Empezarás a no reconocerte… ¡o quizás a verte de veras! Y eso puede ser muy inquietante, puedes asomarte a un abismo…. Schiller habla de atravesar el abismo de la libertad, señala.
¿La filosofía ayuda a ser feliz?, le pregunta a continuación el entrevistador. ¿Y por qué ese empeño en buscar la felicidad? Y si no llega, ¿buscarás culpables?, contesta él.
Antes de preguntarse uno mismo en qué consiste una vida feliz, Carrasco se cuestiona que antes pregúntate, ¿en qué consiste vivir, realmente? ¿Vivimos realmente?.
Como respuesta a esta cuestión, cita a Agustín García Calvo: el futuro es el vacío que nos impide vivir; y al filósofo Guy Debord, que se coló en la serie Merlí y que cuestiona hasta qué punto vivimos… o quizás estemos practicando un simulacro de vida, una sociedad del espectáculo, dice.
En el tramo final de la entrevista, Carrasco considera que nuestros jóvenes filosofan porque tienen la frescura de decir barbaridades, están abiertos, mientras que los mayores nos frenamos, nos aposentamos y nos atontamos.
Así, para filosofar bien, hay que tener ¡Mala baba! Se trata de desenmascarar el buenrollismo que se nos impone. El buen filósofo es un aguafiestas, concluye.
Merlí: sexo, promiscuidad, transexuales, droga
Pero, ante todas estas opiniones del profesor de filosofía que inspiró al Merlí de la serie televisiva, cabe preguntarse qué contenido filosófico y educacional latía en el fondo de la misma.
Una primera respuesta es que, en aquella serie, el sesgo ideológico era una constante y los estudiantes apenas estudiaban. Eso sí, pocos eran los episodios donde el sexo subido de tono no estuviera presente, cuando no la promiscuidad, la bisexualidad o la droga, desde una perspectiva permisiva.
El propio profesor, con métodos poco ortodoxos que en la serie dividían las opiniones de los alumnos, sus familias y otros profesores, hacía gala de una conducta transgresora y políticamente correcta, es decir donde la transgresión era bien vista.
Por el contrario, la cultura del esfuerzo, la responsabilidad, o la enorme complejidad de los jóvenes de hoy, reducidos a caricaturas, apenas tenían cabida en los guiones de Merlí.
Cabe recordar que la serie tenía como eje de cada episodio el pensamiento de uno de los grandes filósofos de todos los tiempos, con pensadores de la talla de Epicuro, Sócrates, Platón, Aristóteles, San Agustín, Descartes, Kant, Schopenhauer, Nietzsche o Foucault, entre otros muchos, enfocado, eso sí, desde la particular visión del citado profesor.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Eso simplifica mucho la filosofía, es evidente que, visto así, los más grandes filósofos son los antisistema y con bajísimo coste porque pueden pasar de toda la filosofía anterior que no vale para nada y no necesitan ni leer ni reflexionar, con hacerse continuas preguntas sobre ésto o aquello ya vale. Como si todo el mundo pudiera ser Sócrates. Un tipo de filosofía así le hace a él completamente inútil.
Por cierto, Sócrates no cobraba por sus clases y desdeñaba a los sofistas que sí lo hacían. ¿Cuánto saca éste de su antifilosofía?