Poemas de Semana Santa

CRUZ, MISA Y AMÉN

Cruz y Misa, un solo sacrificio,

la misma víctima, el mismo oficio.

Hostia blanca, pan de trigo molido,

cuerpo de Cristo, majado y herido.

Cristo sacerdote,

víctima y altar,

pan de vida eterna,

divino manjar.

Vino puro en cáliz esmaltado,

sangre pura que mana del costado.

Cristo sacerdote,

víctima y altar,

vino que no es vino,

sangre virginal.

Cuando yo sea elevado sobre la tierra

por manos consagradas,

aunaré todas las miradas y

atraeré a todos hacia mí.

Tomad, comed: esto es mi cuerpo,

adorad mi carne y decid amén.

Amén, esto es tu cuerpo,

amén, así es:

Esto es el cuerpo del Hijo de Dios.

Así lo creemos con el centurión:

Verdaderamente este hombre

era Hijo de Dios.

Tomad, comed y saciad vuestra hambre,

bebed todos, porque esta es mi sangre.

Amén, esta es tu sangre,

amén, así es:

Verdaderamente este hombre

era Hijo de Dios.

En verdad es justo y necesario

levantar acta en el Calvario.

Dio fe el gentil y pagano:

amén del soldado-notario,

amén militar y romano.

Dio fe la raza judía:

amén del discípulo amado,

amén de María de Magdala,

amén de la Virgen María.

En el alma deshecha de la madre

queda grabado y resuena un eco:

“Esto es mi cuerpo”.

“Esto es mi cuerpo”.

Este es tu cuerpo

que se ofrece al Padre,

ofrécelo Madre

como yo lo ofrezco.

Anunciamos tu muerte,

proclamamos tu resurrección.

Amén ¡Ven, Señor Jesús!

           

EL BESO DE JUDAS

(I)

Aquel beso de Judas, traicionero,

convocó a dos mundos encarados:

dos miradas, dos gestos enfrentados,

al Hijo Amado frente al forastero.

Mirada hostil de Judas torticero,

mirada torva de ojos cegados,

ojos de Jesús, ojos rechazados,

cerrojazo al amor más verdadero.

Cristo en su alma se hunde de pena:

“Lo que has de hacer, hazlo pronto”, amigo.

Era de noche, tras la Santa Cena.

Llegó la hora cumbre. Al abrigo

de la noche y de la luna llena

un beso mortal hizo de testigo.

(II)

Ha consumado Judas su bajeza,

ha entregado a Jesús a mala gente:

sayones con el alma pestilente,

forajidos, lacayos de vileza.

Arcano de ceguera y de torpeza,

misterio del que obrando libremente

apuesta por hundirse lentamente

pudriéndose los pies y la cabeza.

Sacrílego amigo del Ungido,

has hecho de tu beso traicionero

espejo de deshonra y felonía.

Apóstol Iscariote, elegido

para reinar al lado del Cordero,

trocaste la amistad en villanía.

 

LA CAÍDA EN EL CEDRÓN

Jesús, cordero manso e inocente,

va atado de manos y cintura;

lo llevan a Caifás y a la altura

del Cedrón es tirado a la corriente.

Baja turbia el agua del torrente:

revuelto de detritus, la negrura

de la Historia, repugnante mixtura

disuelta en el agua pestilente.

Espanto y terror: ¡Cristo maloliente

ahogado en hedor, sorbiendo amargura,

transido de amor! ¡Jesús penitente!

Cristo, perfume de Dios, agua pura

a la luz de una luna reluciente,

bebiendo a tragos su noche oscura.

 

AL SEÑOR DE LOS HERIDOS

De resultas de un juicio estrafalario

y de un gobernador que se ha inhibido,

oye Cristo, el Verbo enmudecido,

su sentencia de muerte por falsario.

Le queda caminar hasta el Calvario

bajo el peso de un leño endurecido;

cercado de un tumulto enfurecido,

recorre su viacrucis solitario.

A duras penas cumplen sus deberes

los soldados: ¡Que llegue a su destino!

Y fuerzan a Simón el campesino.

Mas no pueden callar en las mujeres

sus rasgados lamentos y quejidos

por amor al Señor de los Heridos.

     

AL CRISTO DEL CALVARIO

Llega Cristo al Calvario convertido

en un desecho humano, un pingajo;

deshilachado, con harto trabajo

(los pies de plomo) subir ha podido.

Exangüe, destrozado, dolorido,

va rescatando almas a destajo.

Aplastado, tendido boca abajo,

la cruz encima para ser cosido.

Nadie sufrió lo que Él ha sufrido

pues nunca se vio el mal tan subido

y nunca se vio a Dios tan abajo.

Abajado murió de amor crecido,

y aunque tuvo el final de un vencido,

muriendo venció la muerte de cuajo.

 

TARDE DE VIERNES SANTO

Hoy está la alegría entristecida,

hoy va la libertad encordelada,

hoy está la bondad empecatada,

hoy está la verdad enmudecida.

Hoy está la justicia envilecida,

hoy está la belleza mancillada,

hoy está la sonrisa desterrada,

hoy está la ternura embrutecida,

Hoy ha sido la luz oscurecida,

hoy ha sido la paz pisoteada,

la inocencia ha sido corrompida,

ha sido la amistad abandonada,

ha sido toda fuerza suspendida…

Hoy la Palabra ha sido callada.

 

TENTACIÓN, CRUZ, RESURRECCIÓN

                        (I)

La vida es un combate a dos asaltos

que gana el que gana en el segundo.

De un lado el enemigo inmundo

que irrumpe con continuos sobresaltos.

Son sus armas… inmensas baterías

de mentiras y de embustes. Engaños

de todos los colores y tamaños:

sofismas sibilinos, ironías,

falsos testimonios, difamaciones,

complejos, errores, hipocresías,

medias verdades, chismes, seducciones,

añejas y recientes herejías,

halagos y lisonjas, presunciones

y promesas de inmediatas alegrías.

(II)

Enfrente, perdido el primer asalto,

está la verdad cosida, clavada,

silente y erguida, crucificada,

la verdad desnuda sobre lo alto.

Segundo asalto, pasado mañana;

testigos, la luna llena y el huerto.

Y la misma verdad al descubierto

servirá como toque de campana.

Paz y calma, no hay fragor de guerra,

ni fanfarrias, bravatas ni alboroto.

Huye el enemigo, desaparece,

la muerte no encuentra asilo en la tierra,

la piedra corrida y el sello roto.

La verdad rediviva resplandece.