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La minoría selecta

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En principio, no me atrae para mi formación leer las obras de pensadores, escritores y profesores de raigambre intelectual de corte kantiano. Sin embargo, sí que me interesa mínimamente para mi ilustración con conocimiento de causa. Entre éstos hay uno relevante. Serio, reflexivo, educado y ponderado, defendió el llamado vitalismo, entre historicista y racionalista. Es un autor de la generación del 14 a tener siempre en cuenta. Contribuyó con sus tesis (sin mala fe) en la caída de la Monarquía del Rey Alfonso XIII. Su pesimismo vital intelectual, como pasó con otros intelectuales españoles del primer tercio del siglo XX, le pasó factura. Con el advenimiento de la II República Española se sumó ilusionado a sus filas. Voluntariamente, duró poco tiempo como diputado. Decepcionado por lo que esta II República ofrecía, pero con conocimiento previo de la Europa de su tiempo, abandonó España nada más estallar la Guerra Civil. Volvió a ella (entrando y saliendo por razones académicas) una vez terminada.

De él, he retenido siempre aquella frase de “yo soy yo y mi circunstancia”. En mi colegio de los escolapios nadie me refirió la segunda parte de esta frase: “y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Si yo me salvo desde mi militancia cristiana tal vez salve mi circunstancia terrenal de identidad. La mía es la catalana y, justamente por esto, española. Si trato de salvar mi circunstancia para salvarme yo, lo que estoy haciendo es confundir el orden de valores del Evangelio como norma vital de conducta. El Evangelio no cabe en ningún raciovitalismo. Los cantos de sirena agonizante existen. Como aquel “no es eso, no es eso” y ahí os quedáis sin que yo tome partido, pues abandono el proyecto sugestivo de vida en común que tanto esgrimo argumentando. Tomar partido no quiere decir necesariamente elegir bando cuando se nos aboca a ello, sino elegir nuestra consecuencia vital en todo momento con lo argumentado antes racionalmente, pero desde nuestra conciencia rendida ayer, hoy y mañana ante Dios. Si no actuamos así, declinamos nuestro compromiso social. Toda bandera que esgrimamos en estas condiciones sería de sainete barato y no pasaría a la Historia.

La cobardía es el antónimo de la valentía. Es la negación propia de la consecuencia de lo que uno propugna, a veces disfrazada de intelectualidad ecuánime. Nadie viene obligado, salvo en la consecuencia evangélica, a ser políticamente valiente y, menos aún, si en sociedad los demás no se implican en política. Todo colectivo con entidad, con cambios a lo largo de su historia, no se define sólo como proyecto. Se sustenta en su pasado y se afirma en términos de presente, siempre que su historia se refiera sin manipulaciones y se viva su presente sin imposiciones a los demás o de los demás a uno mismo. Esto vale para todos, también para quienes no han recibido la gracia cristiana de la Fe, la Esperanza y la Caridad, o bien -si habiéndola recibido- no lo subordinan todo a las exigencias normativas del Evangelio.

En todo tiempo, una cosa es ser filósofo y otra muy distinta ser un sofista. José Ortega y Gasset (Madrid 1883-Madrid 1955) ocupa sin duda un lugar destacado en el mundo intelectual. Es un autor que conviene conocer. Entre sus obras hay una de bolsillo que leí en mi etapa escolar y he leído varias veces en el transcurso de mi vida. Lleva por título España invertebrada. No estoy de acuerdo con algunas de sus aseveraciones demasiado simplistas, como la de afirmar del Reino de Castilla su papel predominante en la gestación de España. España fue la primera Nación que surgió en el tiempo. Ese papel preponderante en su gestación lo tuvo secularmente la Corona de Aragón. De no haber sido así, España no existiría como Nación fruto de la confluencia de los distintos reinos preexistentes. De todos modos siempre he creído en aquel aserto de presente sugestivo de vida en común de tanto monta monta tanto Isabel como Fernando. No obstante, la obra capital orteguiana es La rebelión de las masas. Ambas se publicaron por entregas en el periódico El Sol y, al poco tiempo, en forma de libros impresos. Su procedencia era aristocrática. Su abuelo fundó el periódico El Imparcial y su padre fue director del mismo. Su formación jesuítica (con salidas al extranjero) le posibilitó ser intelectual, pero jamás filósofo en la plena acepción de este término. El resultado final es la herencia en nuestros días de un periódico llamado El País.

He accedido a la web del estudiante (para cuando se acerca un examen o trabajo importante) titulada el rincón del vago. Mientras no se copie para redactar un trabajo escolar y se emplee sólo como material de estudio, se publican en ella trabajos muy interesantes. Como el que he leído el sábado 20 de septiembre acerca de esta obra La rebelión de las masas. Coincide con lo que aprendí en mi etapa escolar. Es un estudio crítico de la obra de Ortega y Gasset certero y documentado. Por supuesto, de autor anónimo, escrito por alguien que sabe y que se hace pasar por estudiante preuniversitario.

El link de la wikipedia me parece más fiable, ya que me permite pegarlo en mi escrito a diferencia del primero. Léanlo de todos modos. Es un poco largo pero vale la pena (el del rincón del estudiante que nunca es vago). Asimismo, la Fundación Ortega y Gasset tiene página web e informa con transparencia.

http://es.wikipedia.org/wiki/La_rebeli%C3%B3n_de_las_masas

José Ortega y Gasset no habló sólo del hombre-masa y de la sociedad-masa. Habló también de la minoría selecta. Aquella que sabe elucubrar, razonar su criterio y tomar iniciativas. Fruto de su contagio intelectual con el pensamiento idealista, especialmente el del alemán Immanuel Kant y sus sucesores neo kantianos, no tiene en cuenta el pensamiento de los Santos Padres y de los grandes autores medievales. En concreto el concepto persona, tan sabiamente ilustrado por el fraile dominico Tomasso d’Aquino en el siglo XIII y defendido con calibre intelectual en la primera universidad europea (La Sorbonne parisina), escapó a su conocimiento. Para ser un verdadero filósofo sólo es posible si se accede con humildad intelectual al estadio metafísico. Uno se adentra en las profundidades del Esse mediante la analogía en los predicados con conocimiento del latín y del griego, accediendo primero al conocimiento de los filósofos presocráticos y al legado posterior de Grecia mucho antes del Imperio Romano. Pues si no es así, nos quedaremos siempre en el dilema de elegir vitalmente entre el panteísmo totalitario (Parménides) y el subjetivismo relativista (Heráclito). Ambas son posiciones vitales superadas por el sabio griego Platón siglos antes de Jesucristo sin contacto alguno con Israel. El Mito de la Caverna del VII libro de La República debiera ser texto de estudio obligatorio en todo planteamiento docente.

Sin profundizar antes en La República y, a su debido tiempo, en la Summa Theologiae de Tomás de Aquino, OP, Doctor Angélico y santo, el pensamiento humano, partiendo del simplismo matemático cartesiano, se queda anclado en el fenómeno kantiano incapaz de aprehender el noumeno entitativo de las cosas. Desgraciadamente, figuran como filósofos determinados personajes que rechazan intelectualmente lo que es obvio, entre ellos el matemático francés René Descartes y el profesor prusiano Immanuel Kant. Y claro, al final, éste último se vio atrapado en su propio callejón denominado Crítica de la Razón Pura (publicado a sus 57 años), saliéndose por la tangente en la última de sus Críticas, a fin de salvar con incoherencia filosófica su identidad evangélica distante de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. Si Vds. tropiezan por la calle y se hacen daño no se quejen. Pues no es más que una impresión kantiana fenomenológica. Si reciben una bofetada tampoco se quejen. No por la fidelidad a Jesucristo que nos pide ofrecer la otra mejilla, sino porque éstas no son predicables. Son fenómenos que no podemos (como sostiene Kant) predicarlos ontológicamente. Es decir, según este planteamiento, la Razón está al margen de la Fe y la metafísica la descubrió él y no la Civilización Griega. Kant ignoró racionalmente a los frailes de la Edad Media con toda su cimentación racional teológica.

A lo que iba. En la misma medida en que descubramos en nosotros mismos nuestra calidad de minoría selecta, fundamentada en los grandes autores (empezando por Agustin de Hipona, obispo, sabio y santo canonizado del siglo IV), absolutamente ninguna masa individual o social que se las dé de elitista pluscuamperfecta pero con ausencia manifiesta de liderazgo identificado, podrá impedir el camino de nuestra senda de perfección. Perfección quiere decir santidad. Es una senda para todos los públicos de cualquier estamento social. Es la senda de la mayoría silenciosa que sabe vivir su vida en sociedad en términos de presente, sin olvidar en modo alguno el sustrato de su pasado. Es la senda de quienes saben orillar una adhesión infundada a su sucedáneo tergiversado ideado para legos. No es la senda de una entelequia de aspiración idealista para la masa, denominada futuro. Esta mayoría silenciosa nunca ha sido, es y será masa, pues sabe manejarse en minoría. Es la mayoría silenciosa que en muchos momentos de la Historia en términos de presente toma iniciativas de minoría selecta. Su listón tal vez no alcance en vida terrenal el 100%. Lo alcanzará en la eterna a título personal si actúa por fidelidad al Evangelio. Dejará su listón terrenal alcanzado en obras, como herencia para estímulo y ejemplo a quienes aún libramos en vida terrenal los nobles combates de la fe.

Esa que les sugiero, queridos lectores, es mi bandera de independencia. No de ahora. Lo ha sido, es y lo será. Trasciende a cualquier tiempo histórico y deja poso como herencia a generaciones venideras. Porque deja poso, soy crítico con el autor del artículo del rincón del vago cuando coloca la mentira al nivel de la Verdad. La Verdad y el Bien son siempre accesibles en cualquier latitud y tiempo histórico. Su listón está en el 100% de plenitud. A diferencia de sus contrarios, que son la mentira y la maldad y se definen como ausencia de (de Verdad y de Bien). La negación de los atributos divinos de Verdad, Belleza y Bondad no tiene entidad por más que se disfrace de logros objetivos y se enarbolen banderas políticas con dichas negaciones. Estas negaciones son como un saco agujereado. Al 100%, los sacos agujereados no son posibles, ni siquiera imaginables conceptualmente en su fenómeno, ya que no puede predicarse de ellos su concepto, esencia y existencia en su noumeno. Íntegros, no sólo son imaginables sino que son reales por posibles y verificables por factibles. Sus porcentajes son relativos en predicación matemática (incluso cartesiana). Son ciertos en predicación lógica y son absolutos en predicación ontológica en nuestras vidas todos los días aunque estén algo maltrechos. La botella medio vacía carece de entidad significativa, especialmente en una España invertebrada, aunque se dé su predicado lógico aquí y en la China. No podrán adquirir botellas incompletas de algo en ningún comercio. Un saco agujereado no sirve para su finalidad de guardar grano. Existe la botella medio llena con predicado ontológico. Existe el saco entero no repleto. Las cosas tienen entidad ontológica y predicación lógica en términos ideales racionales del cien por cien de plenitud. Aunque se manifiesten mecánicamente inalcanzables, como las zanahorias en una carrera de galgos. Sus contrarios no tienen porcentajes. Sus contrarios no son el poco. Es la nada. Nada en términos matemáticos quiere decir cero patatero.

De todos nosotros depende llenar sacos o botellas para alimentar en lo intelectual, en lo moral y en lo material a un tercer mundo que también está cercano en nuestras vidas, sin alejarnos mucho de nuestros domicilios en el considerado primer mundo. La medición en porcentajes no comparativos con el prójimo corresponde sólo a Dios Uno y Trino en juicio personal e intransferible post mortem. ¿Es eso verdad? Claro que sí. Si alguien cree otra cosa que me lo razone. Es muy libre de no hacerlo. Liderar una minoría selecta silenciosa no elitista al servicio de Nuestro Señor Jesucristo, para conversión del hombre-masa elitista que lo precise, en cierto modo ya lo hago en mi vida sin pretenderlo. ¿Y Vds.?

Resulta completamente ocioso discutir si una sociedad debe ser o no debe ser constituida con la intervención de una aristocracia. La cuestión está resuelta desde el primer día de la historia humana: una sociedad sin aristocracia, sin minoría egregia, no es una sociedad” (España Invertebrada, Capítulo IV La Magia del Debe ser).

Justamente porque esta cuestión no fue resuelta, la resolvió doctrinalmente Tomás de Aquino en el siglo XIII desde su condición de fraile, pero de condición humana noble aristocrática depuesta, al afirmar las condiciones de un gobierno ideal. La aristocracia no era el único factor. Aristocracia es un concepto griego pagano, muy anterior a este sistema romano todavía más pagano por anti metafísico y tan elogiado en la Modernidad en clave pensadora absolutista. Confundirlo con minoría selecta directiva es un grave error en un cristiano. Si Vd. me ha leído acabo de plantearle un reto de minoría selecta. ¿Existen hoy los monarcas? ¿Y los nobles aristócratas? Parece ser que sólo hay demócratas. Eso dicen muchos. Vd. y yo ¿lo somos?

Soneto

Cuando en la vida surgen los fantasmas,

nuestro corazón alterado siente

sinfonías presentes en la mente

opuestas al tañer de las campanas.

Ilusiones y ficciones son nanas;

la desesperación, toque que advierte

a la mujer y al hombre que consienten

en prehistóricos cuentos de hadas.

Un sueño es legítimo por racional

en monarca, presidente y plebeyos

y libertad de elección como opcional.

¡Obsesión permanente en leguleyos

de pésimo calibre intelectual

anclada en la soberbia de sus egos!.

Autor anónimo… de momento (Del rincón del poeta)

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