Sí. De un gran libro de bolsillo que estoy leyendo en la actualidad. Me lo prestó hace unos días una hija mía con compromiso de lectura esponsal y devolución. Me dijo que no lo buscase en España. Tecleando en el google creo que se puede encontrar. El libro se titula así: “Los 5 Lenguajes del amor” y como subtítulo “el secreto del amor que perdura”. Este ejemplar en concreto está publicado en Miami y editado en Colombia en 2011. Es una traducción del libro The Five Love Languages publicado por primera vez en 1992. Su autor se llama Gary Chapman. Es un número uno en ventas (según el New York Times) señala la portada de este libro. Lo publicó una editorial de Chicago en 1992, en 1995, en 2004 y en 2010. Les inserto la portada y contraportada de estas 200 maravillosas páginas.
Mi hija me leyó, de pie ella y yo sentado y callado, el epígrafe entero de la página 69 y algunas siguientes. Lleva por título ése de mi artículo. Empieza así:
“No todos estamos desconectados de nuestras emociones, pero cuando se trata de hablar, la personalidad nos afecta a todos. He observado dos tipos básicos de personalidad. Al primero lo llamo el <<Mar Muerto>>. En la pequeña nación de Israel, el mar de Galilea fluye hacia el sur a través del río Jordán hasta llegar al Mar Muerto. El Mar Muerto no va a ninguna parte. Recibe, pero no da. Este tipo de personalidad recibe muchas experiencias, muchas emociones y muchos pensamientos durante todo el día. Tiene un gran depósito donde almacena toda esa información, y son perfectamente felices sin hablar. Si le dices a una personalidad de Mar Muerto: <<¿Qué pasa? ¿Por qué no hablas esta noche?>>, es probable que responda: <<No pasa nada. ¿Qué te hace pensar que pasa algo?>>. Y esta respuesta es muy sincera. Le alegra no hablar. Podría manejar de Chicago a Detroit sin decir ni una sola palabra, y sería feliz por completo.
En el otro extremo está el “Arroyo Murmurante”. Para esta personalidad, lo que entra por la puerta del ojo o por la del oído sale por la puerta de la boca, y rara vez hay más de sesenta segundos entre los dos. Lo que ven, lo que oyen, lo dicen. Si alguien no está en casa para hablar, llamarán a alguien. <<¿Sabes lo que ví? ¿Sabes lo que oí?>> Si no pueden conseguir a alguien por teléfono pueden hablar solos porque no tienen depósito de almacenaje. Muchas veces un Mar Muerto se casa con un Arroyo Murmurante. Eso sucede porque cuando son novios, forman una pareja muy atractiva.”
(reproduzco algo que tengo delante a lectura vista y divulgo así la existencia de un libro y de su autor de forma onerosa)
Me detengo. Lean el libro cuando puedan. Sobretodo si son novios o esposos. Yo tengo inclinación a ser arroyo. Trato de evitar serlo de corriente caudalosa o brava, esa que se precipita por algunos montes. Prefiero ser mil veces murmullante de agua escasa, pues ser mar muerto no me interesa. Ver, oír, callar y guardar no va conmigo. Murmullo, creo, para mares vivos. Lo que me interesa es la retroalimentación. Me interesa para mí -y no sólo para mi prójimo- la Escucha Activa. En toda comunicación, ni que sea mediante una sonrisa, hay que salir de uno mismo. Creo que fue Confucio quién dijo que el hombre tiene una boca y dos orejas para escuchar el doble de lo que habla. Nadie es 100% arroyo como nadie es 100% mar muerto. Lo dice Gary Chapman en su libro y lo afirmo yo con hechos en mi vida. El autor habla de tendencias en la personalidad mediante un brillante estudio reflexivo sobre la comunicación en pareja.
Los arroyos susurran siempre al oído. Los arroyos no ahogan. Refrescan y comunican vida. ¿De dónde reciben? ¿Quién los alimenta? A veces se desprecian pues se minimiza su impacto por su poca entidad. Sin embargo ningún Amazonas aparece caudaloso sin las fuentes originarias que hacen posible los arroyos que alimentan los ríos que en ésos confluyen. El Mar Muerto no tiene vida; el mar de Galilea, sí. Gracias a él existe el Jordán. La tempestad calmada y la pesca milagrosa aconteció en Galilea, en un mar vivo interior de agua dulce que no está salinizado por encima de lo razonable a diferencia del Mar Muerto.
Los libros de motivación ayudan y no sólo en las relaciones de pareja. A mí en activo laboral me ayudó mucho un autor. Se llama Og Mandino. Aun recuerdo el primer libro que leí de él. Es todo un clásico. Se llama El vendedor más grande del mundo. Son dos. Parte I y Parte II. Yo leí primero la segunda. Hay más libros de este autor como por ejemplo Renovar la Esperanza. Yo murmullo acerca de lo que conozco por experiencia de vida. Lo expreso y lo refiero a veces demasiado, piando excesivamente con reiteración. Siempre hay alguien que escucha, como ahora yo el otro día escuchando a mi hija. O Vds. cuando leen algo, recogen y no tienen tiempo de expresar. Yo tampoco lo tenía mucho en activo laboral.
No basta con atender abriendo los oídos, si no se interioriza lo que se capta y no se dialoga con quién expresa. Basta a veces para ello una sonrisa silenciosa en la intimidad. Pues si no es así ya saben: a oídos sordos diálogo de necios. ¡Felicidad de mar muerto para mí no gracias! ¡Diálogo socrático siempre! Solo el sabio tiene capacidad de interrogación. Ésa es su grandeza en el transcurso de los siglos. Por eso Sócrates fue acusado de pervertir a la juventud y condenado a beber cicuta en la Grecia culta y pagana no muchos siglos antes de Nuestro Señor Jesucristo. En esa paganidad, sin contacto alguno con el mensaje bíblico, también vivían buenas personas. En su soledad íntima socialmente comunicativa radicaba el secreto de su felicidad; en su sabiduría metafísica, la racionabilidad ontológica de los posteriores caminos de santidad… ayer, hoy y mañana.