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La Biblia en su contexto: “Jesús consagrado al Padre” (Lc 2,22-32)

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Cumplido los ochos días que establece la Ley (Lv 12,3) Jesús fue circuncidado. La circuncisión es un rito religioso que se remonta desde Abrahán, padre del pueblo (Gn17,8-14). En ese momento como era la costumbre luego de la circuncisión se le coloca el nombre al niño, el Ángel le dio el nombre María (Lc 1,31) antes del parto, de ahora en adelante el niño se llamará “JESÚS” (gr. Ièsus. Nuestro Señor recibió el nombre de Jesús, según las instrucciones que el Ángel le trasmitió a José (Mt 1,21) y (Lc 1,31). Dado en ocasiones a otros individuos, este nombre podría ser expresión de la fe de los padres en Dios, salvador de su pueblo, o también de su certeza de la futura salvación de Israel. El título de Cristo proviene del griego “Christos” que significa ungido. Así Jesús es el nombre personal de nuestro Señor, en tanto que Cristo es su título)1. Jesús proviene del hebreo “Yesûa”, “Yehôsûa que significa Yahvé salva.

Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. (Lc 2,22-24)

La ley de la purificación establecía: “Cuando dé a luz una mujer y tenga un hijo, será impura durante siete días (estará excluida de los actos del culto); será impura como en el tiempo de su menstruación. El octavo día será circuncidado el hijo, pero ella quedará todavía en casa durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocará nada santo ni irá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación” (Lev 12,1-4). También con Jesús se practicó la purificación. Se dice, en efecto: Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos. «Purificación» tal vez signifique aquí consagración. “La ley ordena acerca del primogénito: «Cederás a Yahveh todo ser que sea el primero en salir del seno materno, así como el primogénito de los animales que tengas; los machos pertenecen a Yahveh» (Éx 13,12). Esta prescripción de la ley tenía por objeto recordar la acción salvadora con que Dios sacó maravillosamente a Israel de la miseria de Egipto. «Y cuando tu hijo te pregunte mañana: ¿Qué significa esto?, le dirás: Con su poderosa mano nos sacó Yahveh de Egipto, de la casa de la servidumbre. Como el faraón se obstinaba en no dejarnos salir, Yahveh mató a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los primogénitos de los hombres hasta los primogénitos de los animales; por eso yo sacrifico a Yahveh todo primogénito de los animales y redimo todo primogénito de mis hijos» (Éx 13,14s). Los animales debían ofrecerse en sacrificio; el hijo primogénito varón era rescatado. El precio del rescate era de cinco siclos. Este precio podía pagarse en todo el país a cualquier sacerdote. María hizo la oferta prescrita para la purificación. Ésta consistía en un cordero de un año en holocausto y un pichón o una tórtola como sacrificio expiatorio. Los que no disponían de medios para ofrecer una cabeza de ganado menor, ofrecerían un par de tórtolas o dos pichones, uno en holocausto y otro como sacrificio expiatorio. María hizo la oblación de los pobres. Dios había mirado a su humilde esclava. María, José y Jesús contaban entre los pobres… En el Evangelio no se dice expresamente que Jesús fue rescatado con la suma prevista. Fue llevado al templo para ser presentado. Mediante la presentación es consagrado a Dios y declarado posesión suya”2.

María hizo la ofrenda de los pobres, pero hay un detalle bien importante, Lucas no menciona la ofrenda para rescatar al primogénito (Nm 18,15-16) que por derecho pertenecían a Dios es decir, al culto de Dios, pero como el personal del culto se reclutaba en la tribu de Leví, por el derecho divino de la primogenitura había que pagar un rescate (Ex 13,13; 34,20). Jesús permaneció toda su vida consagrado al Padre, y su misión terminará con el sacrificio de su propia vida.

En Jerusalén vivía un hombre justo y piadoso llamado Simeón (que significa “Dios ha oído”) a quien el Espíritu Santo le había revelado que no moriría hasta ver “al Cristo del Señor” (Lc 2,26). Simeón tomó al niño Jesús en sus brazos y alabó a Dios con un cántico. El mismo cántico pudo haber sido compuesto por Lucas valiéndose de los textos del profeta Isaías (Is 42,6; 46,13; 49,6; 52,10).

Actualización

Qué diferente seria el mundo si cada persona pensara igual que Simeón. Él no quería morir sin antes ver al niño Jesús, fue piadoso y justo, cumplidor y observante de la Ley. Es necesario que cada ser humano abra su corazón para ver a Jesús, que sea él quien ilumine nuestras vidas, que bendiga nuestro matrimonio e hijos, que nos haga nuevas creaturas para la gloria de Dios.

Jesús fue consagrado al Padre, igualmente desde nuestro bautismo nos hacemos hijos adoptivos de Dios, por lo tanto es nuestro deber actuar como tal, ser solidario, fraterno, amoroso y misericordioso con nuestros semejante.

1. Vila, Escuain, Nuevo diccionario Bíblico Ilustrado, Clie, Barcelona, p 577

2. STORGER, Alois, El Evangelio Según San Lucas, Herder, Tomo1, cap 3. Herder, Barcelona 1979, 1ra Edición, p 90-91.

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