El prólogo de Lucas (1,1-4) refiere algunos datos históricos que son de inmensa importancia para comprender el origen de los Evangelios y la actividad de la principal actividad de
Enseñanza y garantía
“Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han trasmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1,1-4).
La enseñanza de la que habla Lucas conoce distintas etapas. “Desde el principio” hay la “transmisión”, o la tradición oral. Antes de que existiera ningún escrito, había sólo esto: la catequesis oral. Evangelio predicado. Esta transmisión arranca de los testigos oculares, que son “servidores de la palabra”, es decir, los primeros predicadores. La referencia es principalmente a los apóstoles, aunque no se excluyen otros misioneros bajo la autoridad de aquellos. La presencia de los apóstoles en calidad de testigos oculares son una múltiple garantía para la primera predicación cristiana:
Garantía de originalidad: Se estaba atento a que toda la enseñanza se basara en lo heredado de Jesús. Serian inadmisibles invenciones libres y embellecimientos de los predicadores.
Garantía de fidelidad: Se velaba por la tradición fiel de los hechos y dichos de Jesús, evitando cualquier distorsión de su pensamiento.
Garantía de historicidad: se debían relatar los hechos tal como realmente sucedieron. El contenido de la predicación cristiana es una verdadera historia (no se trata de mitos o leyendas), aunque narrada de un manera común en aquel tiempo.
Lucas dedica su obra a Teófilo1, nombre bajo el cual, como lo prueban las dedicatorias semejantes de numerosos escritores profanos, hay que suponer una determinada personalidad histórica, y no una figura simbólica. El calificativo honorífico de “krátistos” (denota también el más fuerte, muy honorable, excelentísimo), que precede al nombre, muestra a su portador “Dseófilos” como una persona de origen o posición elevada.
Finalidad del libro
La finalidad del libro es la instrucción personal de Teófilo, que debe recibir una confirmación de aquello en lo que ya ha sido aleccionado. Esta instrucción tiene que ser entendida, sin duda, en sentido religioso estricto, como instrucción en la doctrina cristiana (Hec 18,25), siendo por ello Teófilo, a pesar de que falte el término de “hermano”, un cristiano, y no sólo un pagano interesado en el cristianismo. Josef Schmid dice que “la distancia social, y también la forma prescrita por el uso en un escrito dirigido a la publicidad, han sido seguramente el motivo que ha hecho retroceder el nombre de “hermano” ante el calificativo de “ilustre” (que falta en Hec 1,1). La dedicación de la obra a Teófilo, aun cuando Lucas la hubiera compuesto en primer término con miras a su persona, no significa, en fin, que estuviera pensada sólo para el uso privado del mismo, ya que la dedicatoria a una personalidad de rango tenía como fin, según la costumbre de la época, abrir a la obra los caminos de la más amplia publicidad posible”2.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu y su fama se extendió por toda la región. Iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos (Lc 4, 14-15).
Los otros dos sinópticos asocian el comienzo del ministerio público de Jesús con el encarcelamiento de Juan Bautista (Mc 1,14; Mt 4,12). La omisión del encarcelamiento de Juan se debe a la propia transposición de materiales; Lucas lo mencionó en 3,19-20.
En la tradición sinóptica raras veces se hace referencia al Espíritu Santo, siendo Lucas el que lleva la mayor parte de ello. Da un mayor acento a la idea de que Jesús, como Mesías, es el portador del Espíritu Santo. A diferencia de Mc 1,14, hace notar que Jesús volvió a Galilea “por la fuerza del Espíritu”, esto es, que una vez en posesión del Espíritu que le había sido conferido, da comienzos entonces a su obra mesiánica (4,14). A continuación ofrece, al comienzo de su relato sobre la actuación pública de Jesús, su sermón en la sinagoga de Nazaret.
El año de Gracia del Señor
“Vino a Nazará, donde se había criado, entró, según su costumbre, en la sinagoga el día sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres
Las palabras “donde se había criado”3 remiten a Lc 2,51. En la sinagoga no había predicador oficial de
Jesús recibe “el libro”, esto es, el rollo liado alrededor de una varilla fija a su final, con el texto hebreo del profeta Isaías. Lucas no quiere seguramente decir que Jesús diera precisamente con el pasaje de Is 61,1s al desenrollar el texto del profeta sino que encontró sin mucho buscar el trozo que tenía pensado desde un principio.
La situación en que las palabras de Isaías son citadas por Jesús, exige una interpretación espiritual simbólica de las mismas. En el profeta, en cambio, se hace referencia a la liberación de la cautividad babilónica y de la miseria física, miseria que ha sido también mitigada por Jesús con sus curaciones milagrosas cf. 7,22), pero sin que fuera su misión y su propósito el hacerla desaparecer por principio. El año de la gracia designa, en labios de Jesús, la época de la salud que con su actuación ha dado comienzo. Por ello no puede ser utilizado para fijar la duración de su actividad pública en un año del calendario. El texto de Lucas omite la segunda parte de Is 61,2: “un día de venganza de nuestro Dios”, porque esa idea no cuadra con el panorama salvífico que en este momento ve su inauguración.
“Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc 4,20-21).
Se presentaron unos momentos bien tensos, luego de sentado Jesús para dar comienzo a la predicación. El acto de la traducción al arameo del texto hebreo, incomprensible para la mayoría de los oyentes, es pasado por alto por Lucas como accesorio.
El pasaje de Isaías en cuestión no era interpretado por los rabinos como referido al Mesías, sino al profeta mismo. Por ello tenía que sonar como nueva e inaudita la reivindicación que de él hacia Jesús para su persona.
Mayor anuncio de
Varias reflexiones surgen de este texto, en el cual Jesús mismo nos invita también a ser “liberadores de hombres en el nombre poderoso de Jesús”.
No me cansaré de decir que debe existir más anuncio de
Bibliografía:
1. Significa gr.“amigo de Dios”. Probablemente de Antioquía.
2. Josef Schmid. El Evangelio según San Lucas. Editorial Herder. Pag.47-48
3. Lc 4,16
4. Cf Lc 4,20