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Necesitamos formación

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Recientemente he tenido la alegría de disfrutar de una conferencia de Toni Nadal, el memorable entrenador y preparador físico de Rafa Nadal, el tema era “El valor del esfuerzo”.

Viajando a través de sus vivencias con Rafa, nos explicaba cómo gestionar la adversidad, fomentar la virtud de la autoexigencia, el respeto, el compromiso o la mejora constante, y no sobrevalorar los éxitos ni magnificar las derrotas.

Toni atestiguaba que el verdadero talento es la capacidad de aprender y dejarse guiar. Y que en la formación de cualquier deportista es clave trabajar tres aspectos: el trabajo técnico, la formación en valores y la formación del carácter.

Nos hizo reflexionar que, para los padres, ayudar a nuestros hijos en la formación de su carácter y su personalidad es un deber ineludible y al tiempo una satisfacción inmensa.

Y es que la aventura de la educación de un hijo es en buena parte la formación de su carácter. Es la forja ética y científica de una personalidad libre, que crece junto a sus padres, hermanos, profesores, compañeros…

Ya que una gran contribución de la familia al bien común es su aportación insustituible en la tarea educativa.

A la familia le corresponde un papel de primer orden en la formación de la personalidad y en la transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos.

Esa función de la familia es original e insustituible, complementaria de la transmisión de la vida.

No obstante, la formación del carácter sólo es posible en un horizonte de verdades sobre la persona. Así, los sentimientos no son respuestas automáticas a placeres materiales, ni apariencias pasajeras y superficiales.

Las emociones son manifestación de hábitos bien arraigados, que proceden de una libertad enraizada en la personalidad y la manifiestan.

Porque el ambiente en que vivimos determina qué conductas nos son atractivas. Hemos de unirnos a un ambiente donde nuestra conducta deseada sea un comportamiento normal, y tengamos algo en común con el grupo.

James Clear, (“Hábitos atómicos”), afirma que adoptamos hábitos que son elogiados y aprobados por el ambiente en que vivimos.

Que imitamos los hábitos de tres grupos sociales: el cercano (familia y amigos), el amplio (la tribu), y el poderoso (quienes cuentan con un estatus elevado y prestigio).

Ana Marta González, (“Formación intelectual y cultura emocional”), proclama que la inflación emocional que caracteriza a nuestra cultura, hace que en los últimos años se hable mucho de formación de la afectividad.

Mas la afectividad pierde el norte cuando no se alimenta la inteligencia; cuando se olvida que el deseo más específico y connatural al ser humano es el deseo de saber.

Fomentar y cultivar la inteligencia es un pilar clave en la formación de la personalidad humana, y garantía de la inserción en el mundo.

Necesitamos formación. Debemos entender el contexto cultural de nuestra época actual, si no nos perdemos.

Muchas personas de buena voluntad viven desprovistos de recursos intelectuales, y no saben bien cómo afrontar los retos de esta cultura relativista, nihilista y hedonista.

Como asegura Frabrice Hadjadj “no podríamos haber caído en otro tiempo mejor”. Y tenemos que derramar la presencia de Dios en todas las cosas, liberar lo eterno en lo temporal, vivir en la tierra la caridad que es ya la del cielo.

Jesús Urteaga, (“Dios y los hijos”) manifestaba que para que nuestros hijos sean espectadores pasivos de los acontecimientos culturales, políticos, sociales y económicos de nuestro mundo, no se requiere ninguna formación especial.

Para crecer adecuadamente, nuestros hijos necesitan padres que le muestren el camino, les motiven y den confianza; les manifiesten su amor con palabras, gestos, miradas y actitudes. La enseñanza que deja huella no es de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón.

De acuerdo con Bernadette Lemoine y Diane de Bodman, (“Frases clave para ayudarles a crecer”), emplear palabras acertadas, sinceras, llenas de cariño y capaces de hacer bien implica un aprendizaje para los adultos, que no siempre hemos recibido formación para ser padres.

No. No recibimos formación para ser padres. Dedicamos muchos años de nuestra vida a obtener títulos académicos, aprender inglés, a hacer cursos de cocina, de conducir, practicar un deporte. Y nadie nos enseña a educar.

Carmen Laspra (“La influencia de un buen ambiente familiar en la educación”), testifica que no se nos advierte de la repercusión emocional que va a tener en nosotros la tarea de educar.

Las preocupaciones, dudas e incertidumbres tienen un gran impacto en nuestro estado afectivo, y repercute en nuestra familia y en nuestra habilidad como educadores.

Nuestros padres contaban generalmente con menos formación académica, y esto no significa que no desempeñaran con éxito la tarea de educar a sus hijos. Los padres actuales contamos con mayores complicaciones sociales.

Situaciones que dificultan la tarea de educar a nuestros hijos, que hacen que nos sintamos perdidos y que tengamos la necesidad de contar con apoyo y formación de profesionales especializados en Orientación Familiar.

Los COF, Cursos de Orientación Familiar, son la formación para adelantarnos a las dificultades. A modo de prevención de los conflictos, una ayuda para solucionar una dificultad que puede derivar en conflicto si no se corrige.

Don José Ignacio Munilla, (“A la luz de su mirada”), nos exhorta a preguntarnos: ¿Me vuelco en la educación de mis hijos, les doy mi tiempo, mi cariño, lo mejor de mí mismo y les procuro una formación y ejemplo de vida cristiana?

¿Sigo de cerca y me preocupo por lo que afecta a la vida de mis hijos: amistades, televisión, Internet, estudios, educación religiosa? ¿Me importan las cosas que les preocupan a mis hijos?

Sobre la formación de nuestra conciencia hay una Encíclica luminosa del papa Pablo VI, la Humanae vitae. Es un documento que el matrimonio debe conocer y desgranar en una lectura sosegada y serena.

Nuestros hijos necesitan una formación firme sobre los temas fundamentales: Dios, el amor, la felicidad, la vida moral, la donación sexual, el sentido de la existencia…

Iván López Casanova, (“Educar para la pluralidad”), asegura que una identidad familiar firme ayuda a saber entrelazar nuestra libertad con la de las personas que tratamos, a entender que el amor de donación es la cumbre del ejercicio de la libertad.

La carta del papa Francisco sobre “el papel de la literatura en la formación” plantea la bella tarea de sanar y enriquecer nuestra sensibilidad. Visto que hoy el problema de la fe está relacionado con la incapacidad de muchos para emocionarse ante Dios, ante su creación, y ante los otros seres humanos.

A nuestros hijos debemos transmitirles nuestras creencias religiosas, formándoles en la piedad de forma gradual de acuerdo a su edad, siendo muy respetuosos con la libertad de las conciencias.

Será una estupenda siembra en los hijos. Sabiendo que siempre agradecen ese desvelo de sus padres en la formación de unos criterios sólidos que les ayuden en la búsqueda de la verdad.

Y la oración en la familia es el mejor camino para darles una formación cristiana auténtica. A las familias de los primeros cristianos la luz del Evangelio les daba nuevo impulso y nueva vida.

Los hijos  aprenden a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre; aprenden a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres.

Por eso, los matrimonios cristianos debemos buscar formación en profundidad, raíces, modelos, argumentos, creatividad. Merece la pena que respetemos los planes de Dios, que son los que hacen felices a los hombres y dan estabilidad a los proyectos familiares, y así nuestros hogares serán luminosos y alegres.

Instagram Carlos Company

Muchas personas de buena voluntad viven desprovistos de recursos intelectuales, y no saben bien cómo afrontar los retos de esta cultura relativista, nihilista y hedonista Share on X

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