“No hace falta ser de izquierdas, ni de centro, ni de derechas para mirar con tristeza y terror los años oscuros del franquismo y temer que aquel retroceso se repita. Basta con ser demócratas”. Entre otras frases, con estas palabras presentaba el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, los 100 actos conmemorativos del 50 aniversario de la muerte del general Francisco Franco que se celebrarán en España a lo largo de 2025. El presidente del Gobierno manifestó también que la conmemoración debe combatir “tergiversaciones y olvidos”.
La iniciativa puede ser adecuada… o no tanto. Depende de cómo se realice, hacia qué horizonte se dirija y qué réditos se quieren sacar de ello.
Será un desastre que enfrentará aún más a una parte de España contra la otra si no se busca la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Incluso si fuera así puede ser negativa en la situación actual, a la vista de que el guerracivilismo y la polarización se reavivaron a raíz de la Ley de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero de 2007 y las que siguieron luego en la misma línea, se desató en unos un espíritu de revancha que estaba olvidado, se reescribió buena parte de la historia de manera sesgada y se calificó a los participantes en el conflicto en buenos buenísimos los de un lado y en perversos y encarnación del mal los otros… En no pocas familias que vivían en paz en este aspecto apareció el enfrentamiento.
Hasta entonces el recuerdo del franquismo iba languideciendo progresivamente en la mente colectiva con el paso del tiempo y el fallecimiento de los que participaron en la guerra, de forma que la sociedad española pasaba página del tema, dejándolo para los historiadores, sin utilizarlo como instrumento de lucha política actual.
La iniciativa de Pedro Sánchez no ha empezado bien en el plano político por carecer del elemental consenso que en principio parece razonable. El PP, el principal partido de la oposición, no ha participado en el acto inaugural ni se prevé que lo haga en otros, e incluso sus dirigentes acusan a Sánchez de utilizar la historia para encubrir problemas embarazosos actuales y dedicarse a atacar a un dictador muerto hace medio siglo mientras presta apoyo a dictadores del presente. Tampoco asistió el rey Felipe VI al acto inaugural.
Muchos ciudadanos, ni siquiera muy politizados, observan con reticencia la iniciativa a la vista de quienes la impulsan y lideran, cuyos antecedentes y formas de actuar conocen. De otro lado, y esto no lo niegan ni siquiera los socialistas impulsores del proyecto, se proponen mostrar el franquismo a fin actualizado de que sea un instrumento disuasorio para evitar el ascenso de la extrema derecha en Europa.
En otro orden de cosas, desde el punto de vista histórico no hay que olvidar que es muy precipitado hacer juicios globales de todo un régimen solo 50 años después, de manera especial por las muchas pasiones que se han desatado en las últimas décadas a raíz de lo explicado anteriormente.
Dejo sentado que quien esto escribe ha publicado diversos libros sobre la Guerra Civil, la represión franquista, la posguerra y el conjunto del régimen, sin el menor intento de suavizar sus excesos y crímenes, así como la falta de libertad.
Un análisis del franquismo en la forma propuesta por el Gobierno implica valoración global, aunque en uno u otro acto se aborden aspectos sectoriales.
Además, para hacerlo a fondo hay que remontarse a etapas anteriores, y de modo muy especial a toda la Segunda República, a la cual en las últimas décadas han presentado como una arcadia feliz, perfecta, democracia plena con sumo respeto entre las personas y las instituciones, período de grandes progresos en todos los campos… y cuando se estudia a fondo se ve que queda bastante lejos.
Permítanme, a título de ejemplo, recomendar al lector- y al presidente Pedro Sánchez- el reciente libro “Fuego cruzado”, de los profesores Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío, en el que de forma muy imparcial describe el día a día desde el 17 de febrero de 1936 (jornada siguiente a las elecciones del mes de febrero que llevaron al poder al Frente Popular) y el 17 de julio (día previo a la sublevación militar).
La culpabilidad de los sublevados en el inicio de la guerra civil debe ponerse en evidencia, pero también la de los que lo hicieron en octubre de 1934, que se da la circunstancia que fueron los socialistas y la UGT. Y la actitud de nacionalistas catalanes y vascos. Y las maquinaciones de sectores derechistas, pero también las de la izquierda, como la no aceptación de los resultados de las urnas cuando ganaron las derechas.
De la República exponer sus aspectos positivos en enseñanza, el voto de la mujer, reforma del Ejército, intento de reforma agraria…, pero también la política agresivamente antirreligiosa, el grado de violencia y el escaso crecimiento económico.
Los crímenes del franquismo en la guerra y posguerra no pueden ser olvidados, lo cual es obvio que no ocurre por cuanto se llevan años recordándolos, pero tampoco los del otro bando. En este sentido, baste recordar el aspecto especialmente ominoso de la persecución religiosa. Sea cual fuere la convicción política, nadie con un mínimo de conocimiento del tema o una superficial observación puede negar que el asesinato de 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 monjas, así como las circunstancias en que se sucedieron la mayoría de ellos, fue monstruoso y resultado de un intento de erradicar todo lo cristiano. A ello sumar la destrucción e incendio de decenas de miles de templos y un patrimonio cultural inmenso.
No se pueden dejar de analizar los años de miseria de la posguerra durante el franquismo, pero tampoco el gran desarrollo económico posterior a partir de 1959 con el Plan de Estabilización que llevó a España a ser, a principios de los 70, la octava o novena potencia económica mundial. Referirse a la nefasta autarquía económica inicial, sin duda, pero también al éxito de los planes de desarrollo.
Poner en evidencia que los progresos en el campo educativo tardaron mucho a llegar en el franquismo, y que se prohibió hasta el uso público de las lenguas del Estado distintas del castellano, al menos hasta muy avanzado el Régimen.
Exige reafirmar que el franquismo borró muchas libertades, a la vez que reconocer su evolución política, hasta el punto de que poco tenía que ver el de los años 40, período claramente represor y totalitario, con el de los 70, con niveles altos de bienestar de una buena parte de la población y una represión muchísimo menor, sin que significara apertura a las libertades.
No puede dejarse de poner sobre la mesa lo realizado por el franquismo en política hidráulica, vivienda social, inicio de la Seguridad Social, industrialización… que fue mucho.
Ahí está, de otro lado, el espíritu militarista que impregnaba al franquismo, que de alguna forma hacía del país un cuartel, pero a la vez el caos que hubo con la izquierda en el gobierno durante parte de la República.
En suma, poner sobre la mesa con claridad lo que unos y otros hicieron bien y mal, y, si hay que señalar culpables con nombres y apellidos, ponerlos todos.
No es nada fácil ser capaces de abordar todo ello con la máxima imparcialidad, buscando la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Si además se tiene la experiencia del sectarismo con que se actúa en estos campos desde el Gobierno, todo hace pensar que Pedro Sánchez ha puesto en marcha una mala iniciativa, que no redundará ni en aclarar la historia ni en fomentar la convivencia.
Será un desastre que enfrentará aún más a una parte de España contra la otra si no se busca la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad Share on X