La reciente decisión de un sacerdote de la Diócesis de Segovia de negar la comunión al alcalde de Torrecaballeros y a otras personas ha suscitado una polémica que trasciende lo local.
En un contexto de creciente presión social hacia una Iglesia que muchos exigen que acomode su doctrina a las corrientes del mundo, este sacerdote ha demostrado una valentía que le ha costado ser víctima de una cacería mediática y política.
Por parte de este medio, sin embargo, merece todo el reconocimiento, tanto por su fidelidad como por su ejemplo para muchos otros sacerdotes.
Con fundamento en las enseñanzas de la Iglesia y el Derecho Canónico, ha actuado no solo con coherencia, sino también con una profunda fidelidad a su ministerio.
La Eucaristía: Misterio sagrado, no derecho adquirido
La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana («Lumen Gentium», 11), no es un acto social ni una recompensa.
Es el mismo Cristo quien se entrega como alimento espiritual para los fieles, y su recepción exige estar en estado de gracia. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1385) lo explica claramente: «El que tiene conciencia de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar».
En este caso, el sacerdote, en cumplimiento de su deber, aplicó el canon 915 del Código de Derecho Canónico, que establece: «No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que estén obstinadamente perseverando en un pecado grave manifiesto». Este precepto no discrimina ni juzga a las personas en su dignidad, sino que protege el carácter sagrado de la Eucaristía y la salud espiritual de los fieles.
El escándalo como motivo fundado
La Iglesia enseña que el escándalo, entendido como una acción que induce a otros al pecado, es un acto grave («Catecismo de la Iglesia Católica», n. 2284).
Permitir que alguien que vive en una situación objetivamente contraria a la moral católica reciba la comunión podría ser interpretado por los fieles como una validación de dicha situación.
En este sentido, el sacerdote actúa con responsabilidad pastoral al evitar la confusión y el debilitamiento de la fe entre los fieles.
El valor del Obispado de Segovia
El comunicado emitido por el Obispado de Segovia es un ejemplo de valentía y fidelidad a la verdad del Evangelio. En él, se subraya que la acción del sacerdote no responde a discriminación alguna, sino a la defensa del carácter sagrado de la Eucaristía.
El obispo destaca que «la negación de la comunión no es un juicio sobre la dignidad de la persona, sino una expresión de la necesidad de vivir en coherencia con los principios de la fe católica».
Es particularmente significativo que el obispo haya apelado al respeto por la libertad religiosa de la Iglesia, denunciando las injerencias externas que buscan socavar su derecho a vivir y aplicar su doctrina. En tiempos de ambigüedades y presiones, su postura es un signo de esperanza para quienes deseamos una Iglesia fiel a Cristo y no al mundo.
La acogida pastoral y la verdad inseparable
Aunque la decisión de negar la comunión pueda parecer dura, refleja la tensión inherente entre la verdad y la caridad. Como subraya el Papa Francisco en Amoris Laetitia (n. 307), «la comprensión pastoral no puede nunca prescindir de proponer la plenitud del ideal evangélico». La Iglesia está llamada a acompañar a todos sus hijos, pero siempre guiándolos hacia la verdad que libera.
Un ejemplo de coherencia evangélica
El sacerdote de Torrecaballeros ha mostrado con su actuación que ser fiel al Evangelio requiere coraje y determinación.
Ha recordado a todos los fieles que la Eucaristía no es un derecho automático, sino un don precioso que exige disposición interior y coherencia de vida.
Que su ejemplo y el respaldo firme del Obispado de Segovia nos inspiren a todos a vivir nuestra fe con autenticidad, conscientes de que la verdad del Evangelio nunca puede separarse del amor por las almas.