¡Hay que ver el mal gusto que tienen algunos (o muertos de hambre están) como para ligarse a ciertas mozas del tozal! ¡Lo digo yo, que soy “doctor de la longevidad”, “gurú de la felicidad”, “experto del bienestar”! ¿No te has fijado en los cargos que los nuevos “periodistas” de los nuevos medios de internet atribuyen a los desconocidos, que lo son tanto para nosotros como para ellos mismos? Puestos a hacer pastel, tienen que rellenar la ficha para hacer un buen papel, por lo que esos nuevos periodistas recurren a cualquier fantasmagoría, retando incluso la imaginación de aquel a quien presentan y que ni él mismo se reconoce.
Pues sí, sucede algo parecido con los “personajes de renombre”, esos “expertos” que se deslizan como triunfantes y sin límite alguno por la canal de la política y el papel couché con cuantos aledaños encuentran a su alrededor. Estos van aún más allá y pisan aún más fuerte, y se lanzan a criticar hasta a su madre en público para procurarse la autoafirmación por la que, dada su ambición desmesurada, su ubicuidad los engresca y no hay nada que les agote su sed de representatividad; y ¡rampataplam!, trasmudan su rostro con las mil y una filigranas que les esculpen los cirujanos plásticos, así propiamente autollamados porque convierten en plástico cara que tocan. Sorprende que dan la cara sin sonrojar su piel hecha cutis delicatessen.
¡No es broma! ¿No has visto las caras de impávido robot que tienen todos esos operados, solo por complejo y ambición, rompiendo con la expresión natural que Dios nos ha regalado y que nos distingue a unos de los otros? ¿No ves como su complejo y ambición los transforma en extraterrestres de ciencia ficción, todos cortaditos por el mismo patrón? ¡Si además no se entienden ni con sus congéneres!, ¡viven juntos días, y se odian en horas! No es de extrañar, pues no buscan un compañero para toda la vida, sino “una fiera en la cama”. ¡Buena aspiración! ¡Qué rica y ricos ellos con el dinero que roban por doquier!
No es de extrañar. El amor está hoy muy desvalorizado, porque todos lo buscan y lo hacen (desesperada y animalizadamente, infligidos como robots) donde no toca y como no toca. Se han creído el guion que les dieron en la ceremonia para triunfar en el mundo de Satán, invocando a los demonios; la promoción a bombo y platillo con que el llamado Lucifer, dios del mundo, engaña a todo quisque que deja de amar a su prójimo para pasar a adorarse a sí mismo.
Fue, ese ceremonial, un rito oculto de ligazón a lo consorcio, donde tenía lugar la transacción del yo, su clase magistral de vender su alma al diablo; ¡y de sus dictados no se separan ni un milímetro, porque les va la vida!: Lucifer no regala nada, todo lo somete, y siempre reclama a las malas… aunque al principio te parezca un gran favor y te lo creas como para sentirte el rey del pastel en que te rebañas.
En efecto, quien pacta con Lucifer, ha pactado primero consigo mismo; y quien pacta consigo mismo se engaña, pierde la Mano que Jesús le tiende. Eso que Jesús −en nombre de su Padre y nuestro− le propone su Amor sin forzar libertad alguna, sino siendo capaz precisamente de vivir cogiendo o dejando con total libertad, no por un “pacto” en sí mismo, sino por el mismo Amor con El-que-es (Éx 3,14), el Creador de cuanto existe, tanto del mundo que conocemos como del que no.
Para amar responsablemente
Admirémonos. Esa libertad es −lo hemos dicho ya− la única cosa contra la que Dios Padre Creador no puede: nos creó libres, y respeta su Alianza, desarrollada y profundizada a lo largo de la historia con Noé, (Gén 9,8-17), con Abraham (Gén 17,1-14; 22,15-18), con Moisés (Éx 3,14), con David (2 Sam 7), y la Nueva Alianza en Jesucristo, sellada de una vez por todas y definitiva con su propia sangre, ya anunciadas todas ellas por profecías y confirmadas por Jesús, que las lleva a plenitud (Jer 31,31-34; Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; 1 Cor 11,25). Así, Jesús nos abre con su Alianza la puerta del Cielo, por la cual, de una vez por todas, todos los seres humanos tienen acceso a la salvación y a una relación personal con Dios.
Veamos. De manera programática, con esas alianzas, Dios nos propone −dada nuestra poquedad− alianzas de mínimos (“no digas”, “no hagas”). Así pues, la excelencia no reside ni aun en ese pacto que ángeles y humanos deben “cumplir”, puesto que en realidad con mínimos no hay pacto de amor que valga, pues quien ama al máximo no pacta, sino que se identifica, se entrega sin condiciones en una Alianza de máximos y sin fin (“en espíritu y en verdad”, pues Dios desea que le amen así: Jn 4,23-24). Dios nos quiere porque nos ama, y nosotros huimos de Él… por poca fidelidad a la Alianza.
Déjate, pues, hermano, mi hermana del alma, de hacer el niño reviciado que no quiere crecer, y ama con total libertad un amor libre que no ata −ni a Lucifer ni a uno mismo−. Ese es −el Amor− el mayor atributo de Dios Omnipotente, que nos creó precisamente por Él y para Él, para que fuéramos felices eternamente viviendo con Él. Así, si a Él le amas, te amarás bien a ti y amarás bien a todas las cosas y personas sin condiciones, dando a cada cual su valor, sin miedo a ser atado a un ritual de por vida, sino libre de hacer y deshacer cuanto tu libertad te sugiera. Porque la esencia predilecta y primera de la auténtica libertad es el Amor. Así pues, ama; no te vendas.
Twitter: @jordimariada
Quien ama al máximo no pacta, sino que se identifica, se entrega sin condiciones en una Alianza de máximos y sin fin Share on X