Fallece el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, quien dedicó gran parte de su vida a fomentar el encuentro y la fraternidad entre diversas creencias.
A la edad de 72 años, y después de una larga enfermedad, el cardenal falleció dejando un legado profundo en la promoción de la paz y el entendimiento entre distintas religiones, especialmente entre el cristianismo y el islam.
Una vida de entrega y misión
Nacido el 17 de junio de 1952 en Sevilla, España, el Cardenal Ayuso provenía de una familia católica numerosa, siendo el quinto de nueve hermanos. En sus primeros años, Ayuso estudió derecho en la Universidad de Sevilla, pero pronto sintió la llamada a la vida religiosa.
En 1973 se unió a los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, tomando sus votos perpetuos en 1980 y siendo ordenado sacerdote ese mismo año. Su compromiso con la fe y su profundo interés por el diálogo con otras religiones lo llevarían a convertirse en uno de los principales expertos del Vaticano en el islam.
Tras su ordenación, Miguel Ángel realizó trabajos misioneros en Egipto y Sudán, dedicándose a labores parroquiales en El Cairo y dirigiendo un centro catequético en la Diócesis de El-Obeid, en Sudán. A lo largo de dos décadas de servicio misionero (1982-2002), también enseñó islamología en Jartum y El Cairo, afianzando su comprensión del islam y su capacidad para tender puentes entre cristianos y musulmanes. En 2006, fue nombrado presidente del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI) en Roma, consolidándose como una figura clave en el estudio y promoción del diálogo con el islam.
Un líder del diálogo interreligioso
El cardenal Miguel Ángel fue nombrado consultor del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso en 2007. En 2012, el Papa Benedicto XVI lo nombró secretario del Consejo, y en 2019 el Papa Francisco lo elevó al rango de cardenal y presidente del ahora llamado Dicasterio para el Diálogo Interreligioso.
Acompañó al papa Francisco en visitas históricas a naciones de mayoría musulmana, como los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos en 2019, Irak en 2021 y posteriormente a Kazajistán y Bahréin en 2022.
Uno de sus logros más significativos fue la reconciliación con el Gran Imán Ahmed el-Tayeb de la Universidad de Al-Azhar en El Cairo, la institución islámica más prestigiosa del mundo.
Este diálogo había sido suspendido en 2011, pero gracias a los esfuerzos de Ayuso se retomó, culminando en la firma del «Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común» en Abu Dabi en 2019. Este documento, firmado por el papa Francisco y el Gran Imán, es considerado un hito en la promoción de la paz y la comprensión mutua entre las religiones.
Firme defensor de la identidad y la pluralidad
Frente a críticas sobre la posible tendencia al sincretismo en el diálogo interreligioso, el cardenal Ayuso siempre dejó claro que tales iniciativas no pretendían crear un «punto de fusión» entre las religiones, donde todas fueran consideradas iguales.
Al contrario, subrayó que el objetivo era reconocer que todos los creyentes, quienes buscan a Dios, así como todas las personas de buena voluntad sin afiliación religiosa, son iguales en dignidad. La Iglesia católica, según él, se compromete con el diálogo sin perder de vista el valor de su propia identidad.
El cardenal utilizaba la metáfora de una «ensalada rica y mixta» para describir cómo las diferentes religiones pueden convivir y contribuir al bien común, cada una manteniendo su identidad propia.
Este enfoque reflejaba su profunda convicción de que la pluralidad en la sociedad invita a la reflexión sobre la identidad personal y religiosa, un proceso esencial para que el diálogo interreligioso sea auténtico.
Un legado de paz y fraternidad
En 2023, el Cardenal Ayuso mostró su fuerte apoyo a la Casa de la Familia Abrahámica, un complejo interreligioso en Abu Dabi diseñado para fomentar la coexistencia pacífica y el diálogo entre el islam, el cristianismo y el judaísmo. Para él, este proyecto simbolizaba un «faro de entendimiento mutuo», donde cada fe pudiera mantener su identidad y, al mismo tiempo, promover el respeto y la cooperación.
Aunque hubo críticas que consideraban que estas iniciativas promovían un indiferentismo religioso, el cardenal siempre se mantuvo firme en su convicción de que tales proyectos eran necesarios para construir un mundo más justo y pacífico.
A través de su incansable dedicación al diálogo, el cardenal demostró que la convivencia pacífica entre diferentes religiones no solo es posible, sino también necesaria en un mundo cada vez más dividido.