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Entrevista al político italiano Roberto Formigoni: «Todo tiene que ver con Cristo»

Libertades

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Hay personas en la historia que parecen haber nacido para tratar de secundar su misión y dejar una huella indeleble en el relato de su tiempo. Roberto Formigoni es uno de ellas. Su nombre evoca un sinfín de imágenes: el ciudadano audaz, el político incansable, el hombre de convicciones firmes que logró mantenerse durante décadas en la cima del poder italiano.

Sus años al frente de la región de Lombardía lo catapultaron al corazón de la opinión pública, rodeado de admiración y controversia a partes iguales.

En esta entrevista, nos aventuramos más allá de los titulares buscando la esencia de un hombre que ha sabido reinventarse en cada momento de su trayectoria política.

Formigoni no es simplemente un político. La trayectoria de Roberto encarna la complejidad de un tiempo lleno de promesas y desencantos.

A continuación nos hablará de su visión del mundo, de su lucha y de sus éxitos. Porque la historia de Roberto es la de un hombre que busca la verdad en el vasto escenario de la historia, donde la luz y la sombra luchan por ser la última palabra.

En su libro último libro «Una extraordinaria aventura política», usted explora seis décadas de historia italiana desde una perspectiva personal. Durante esos años, ha afrontado muchas «batallas culturales y políticas». ¿Podría hablarnos de una de las más significativas y cómo influyó en su visión de la política y del servicio público?

Como cristiano que soy, estudié y profundicé la Doctrina Social de la Iglesia, y en mi compromiso político siempre intenté inspirar mis decisiones en ella.

Los puntos fundamentales que he seguido son: el primado de la persona sobre el Estado, la defensa de la familia y la promoción de los cuerpos intermedios, la dignidad del trabajo y la defensa de una justa remuneración, el derecho de la familia a elegir el tipo de educación y la escuela para sus hijos, entre otros.

En resumen: he promovido el principio de subsidiariedad (que el Estado no haga lo que puede hacer la persona, sino que el Estado subsidie, es decir, ayude a las personas, las familias y los cuerpos intermedios a alcanzar sus objetivos).

Esta visión ha dominado mi batalla política, siempre y en todos los campos. Cuando estaba en el parlamento –europeo o italiano– tuve que luchar para hacer comprender a mis compañeros de partido y a los adversarios cómo esta visión es conveniente para el hombre, cómo exalta su libertad y su creatividad. Los laicistas y marxistas eran mis más acérrimos oponentes.

Cuando fui durante 18 años Presidente de la Región de Lombardía, finalmente pude traducir esos principios en reformas y demostrar que realmente eran convenientes para el ser humano. Los marxistas y laicistas continuaron a ejercer oposición, pero la mayoría de los ciudadanos, cristianos y no, comprendieron y experimentaron la libertad, la posibilidad de elegir, de crear según sus propias convicciones, y me siguieron.

La subsidiariedad fue mi mantra, y los ciudadanos lo entendieron al instante.

No es casualidad que me hayan votado en cuatro ocasiones con un apoyo creciente. La subsidiariedad fue mi mantra, y los ciudadanos lo entendieron al instante.

Uno de los pilares de su administración en Lombardía fue el apoyo a la vida y a la familia. El proyecto Nasko, orientado al apoyo de la vida naciente, es un ejemplo de ello. ¿Qué impacto tuvo este programa en la sociedad lombarda y cómo responde a las críticas que recibió? ¿Cree que es aplicable a otros países de la Unión Europea?

Intenté de todas las maneras posibles apoyar a la familia, fomentando el asociacionismo familiar, pidiéndoles que propusieran proyectos que la Región pudiera realizar para ellos. Quise que las familias fueran protagonistas: ellos proponían, la Región realizaba.

Quise que las familias fueran protagonistas: ellos proponían, la Región realizaba.

Así construimos guarderías y otras instalaciones, trabajamos para que las mujeres pudieran trabajar y ser esposas y madres al mismo tiempo (por ejemplo, incentivando el trabajo a tiempo parcial). El proyecto Nasko fue un movimiento de gran inteligencia. Como Presidente no podía contravenir una ley del Estado, la 194, que legaliza el aborto. Pero esta ley prevé que la mujer que solicita un aborto especifique el motivo por el que lo hace. Muchas mujeres escribían: «por razones económicas, no podría mantener a un hijo…»

Bien, a esas mujeres les hice una propuesta: la Región se compromete a darles una ayuda económica (500€ al mes durante 18 meses, 6 antes del parto y 12 después del parto). La mujer era libre de decir sí o no, no había ninguna violación de su libertad ni de la ley 194.

Así nacieron más de 4.000 niños que deberían haber sido abortados.

No recibí muchas críticas, porque ¿Qué podían objetar? ¡Nada! Así nacieron más de 4.000 niños que deberían haber sido abortados.

Creo que este tipo de ley es aplicable en cualquier parte.

En Lombardía, lideró una alianza innovadora entre el sector público y el privado en el ámbito de la sanidad, un modelo que sigue en el centro del debate. ¿Cómo se puede aplicar el principio de subsidiariedad en este contexto? ¿Cómo definiría el éxito de este sistema en términos de asistencia a los ciudadanos y qué desafíos afrontó para implementarlo?

Siempre he pensado que el sector público y el privado deben colaborar, y que la subsidiariedad debe dictar la norma también en este campo.

Uno de los problemas crónicos de la sanidad es la presencia de largas listas de espera antes de recibir una atención. Entonces ofrecí la colaboración a algunos hospitales privados de excelente reputación. Ellos proporcionarían exámenes diagnósticos o ingresarían a pacientes para una operación a todos los ciudadanos lombardos que lo solicitaran.

Siempre he pensado que el sector público y el privado deben colaborar, y que la subsidiariedad debe dictar la norma también en este campo.

La Región pagaría (en Italia la sanidad es gratuita para los ciudadanos). De esta manera no solo las listas de espera cayeron, sino que introduje el principio de libertad de elección, antes inexistente: el ciudadano podía elegir libremente a su médico y el hospital, público o privado, en el que quería ser atendido o tratado.

Fue un triunfo para los ciudadanos, que podían elegir entre hospitales públicos, que también eran excelentes, y privados, donde se pagaban hasta 2.000€ al día, pero ellos recibían atención gratuita. Y fue una batalla durísima con los defensores del estatismo (el gobierno de izquierda trató de bloquearme de todas las formas posibles) y la prensa y las televisiones. Pero gané.

El ministro de sanidad que me había desafiado se vio obligado a dimitir. Aún hoy continúa la batalla ideológica, pero pregúntenle a cualquier ciudadano si prefieren mi modelo o el de la izquierda. Aún hoy la gente me para en la calle para agradecerme.

La libertad educativa y el derecho de los católicos de expresarse libremente han sido dos de sus principales caballos de batalla. ¿Cómo ha promovido la libertad de educación a través de iniciativas como las escuelas concertadas y el bono escolar? ¿Cómo de importantes son estos derechos en el mundo de hoy?

El deber de educar a los hijos corresponde a los padres y no al Estado: esto está escrito en cada Constitución liberal. La libertad de educación es sagrada. El Estado debe ayudar (subvencionar) a los padres y a los maestros que quieran construir escuelas para educar a los hijos según los principios en los que creen.

El deber de educar a los hijos corresponde a los padres y no al Estado: esto está escrito en cada Constitución liberal.

También en este tema la polémica fue y sigue siendo violenta. Fue violenta en el parlamento, cuando proclamaba que el Estado no puede hacer pagar dos veces los impuestos a quienes eligen una escuela libre, y por lo tanto debe apoyar económicamente a las escuelas libres. Y fue una polémica dura cuando en Lombardía inventé e introduje el bono escolar, es decir, un apoyo económico significativo para las familias que enviaban a sus hijos a escuelas concertadas.

Obviamente, la Región controlaba estrictamente la seriedad y fiabilidad de las escuelas, no pagábamos a farsantes sin escrúpulos.

La educación y la libertad de educación son temas fundamentales para la sociedad de hoy.

La educación y la libertad de educación son temas fundamentales para la sociedad de hoy. Demasiados jóvenes están abandonados a su suerte y se pierden: garantizar excelentes educadores y responsabilizar a los padres para que elijan libremente la escuela más adecuada para la educación de sus hijos es indispensable, si no queremos que generaciones enteras se pierdan.

La figura de don Luigi Giussani ha sido fundamental en su vida. ¿Cómo le ayudó su cercanía con él y el movimiento de Comunione e Liberazione a comprender que «la fe no es algo externo a la carne»? ¿Cómo se tradujo esta visión en su compromiso político?

Don Giussani me mostró y me hizo comprender un cristianismo vivo, activo, fascinante, que me lanzó al mundo con el deseo de ser protagonista de mi vida, «ad maiorem Dei gloriam».

Muchos de mis coetáneos en los años ‘60 y luego en las décadas siguientes hasta hoy abandonaban o no consideraban un cristianismo hecho solo de ritos aburridos, de una devoción alejada de la realidad, de prácticas moralistas sin explicación.

El cristianismo para don Giussani no era una ideología, sino el acontecimiento de Cristo hecho hombre para salvarnos. Y nuestro deseo de plenitud, de felicidad, típico de todo ser humano, encuentra en el cristianismo el camino para realizarse, en la lucha, junto con esfuerzos y mortificaciones.

La fe tiene que ver con todo lo humano

«Nada de lo humano me es ajeno», recordaba don Giussani siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos. Todo tiene que ver con Cristo, «Cristo es todo en todos, es todo en todo». Esta es perfecta doctrina cristiana.

La fe tiene que ver con todo lo humano, por tanto también con la cultura, la política, el enamorarse, en una palabra, la carne. Sí, también tiene que ver con la política. Esta convicción se tradujo de la manera que he contado antes, partiendo de la doctrina social cristiana.

En Italia, en los últimos treinta años se ha establecido una fuerte división entre los cristianos comprometidos en política. ¿Qué propuestas haría, si lo considera oportuno, para superar la división entre los cristianos en política y promover una unidad fundada en valores comunes?

La división entre los cristianos comprometidos en política es la misma división que existe entre los cristianos ante la vida.

En las últimas décadas, no solo en Italia, se ha introducido en el cristianismo una fractura, una división entre fe y vida.

La división entre los cristianos comprometidos en política es la misma división que existe entre los cristianos ante la vida.

La fe se ha convertido en una referencia cada vez más abstracta, incapaz de incidir en las decisiones concretas, decisiones que ya no tenemos en cuenta en la vida cotidiana, incluida obviamente la política.

¿Qué hacer? Es necesario volver a lo que el cristianismo es, a ese Cristo que me abraza y me involucra todo, y nos convierte en una sola carne. Como está bien descrito en los Hechos de los Apóstoles. Reconstruir una unidad de vida, dentro de la cual podamos encontrar una unidad política. Es el único camino.

Concluyendo, en las páginas finales de la traducción al español de su libro «Una extraordinaria aventura política» usted mira hacia el futuro. ¿Cuáles son sus esperanzas para Italia y Europa en los próximos años, y qué papel cree que deberían tener los jóvenes políticos en este nuevo contexto?

No soy optimista sobre el futuro de Europa. Deberíamos redescubrir ante todo el proyecto original de los tres cristianos De Gasperi, Adenauer, Schumann: una Europa fundada en los valores comunes de la paz, del reconocimiento recíproco, del cristianismo que ha hecho Europa, ciertamente imbuida también de los valores laicos de la libertad, la tolerancia, de un progreso humano.

Políticamente, hoy Europa es pequeña frente a los gigantes de EE.UU. y China, y además está dividida, con mentalidad localista. Debemos construir una Europa verdaderamente unida, trabajar arduamente para tener una visión política que nos mantenga juntos.

Debemos construir un ejército común para defendernos de posibles agresiones, porque nadie querrá desangrarse por defendernos.

Debemos coordinar nuestras industrias, trabajar verdaderamente unidos en proyectos de Inteligencia Artificial. Todo esto corresponderá ante todo a los jóvenes.

A los jóvenes yo les digo: láncense a la política, arriesguen. Usen su inteligencia y su grandeza de espíritu.

A los jóvenes yo les digo: láncense a la política, arriesguen, hagan todo lo posible por mantenerse unidos. Nuestra generación ha dado lo suyo. No sean tacaños, jueguen su partida.

Usen su inteligencia y su grandeza de espíritu, porque tener un gran espíritu es fundamental.

Puedes leer la entrevista en ITALIANO a partir de aquí:

In Una straordinaria avventura politica, lei esplora sei decenni di storia italiana da una prospettiva personale.  Durante gli anni, ha affrontato molte “battaglie culturali e politiche”. Potrebbe parlarci di una delle più significative e di come ha influenzato la sua visione della politica e del servizio pubblico?

Da Cristiano quale sono, ho studiato e approfondito la Dottrina sociale della Chiesa, e nell’impegno politico ho sempre cercato di ispirare ad essa le mie scelte. I punti fondamentali che ho seguito: primato della persona sullo stato, difesa della famiglia e promozione dei corpi intermedi, dignità del lavoro e difesa di una giusta remunerazione, diritto della famiglia a scegliere il tipo di educazione e la scuola per i figli, ecc. Sinteticamente: ho promosso il principio di sussidiarietà ( non faccia lo Stato ciò che può fare la persona, anzi lo Stato sussidi, cioè aiuti le persone, le famiglie, i corpi intermedi a realizzare i loro obiettivi).

Questa visione ha dominato la mia  battaglia politica, sempre e in ogni campo. Quando ero al parlamento -europeo o italiano- ho dovuto combattere per far capire ad amici di partito e avversari come questa visione sia conveniente per l’uomo, esalti la sua libertà e la sua creatività. Laicisti e marxisti erano gli avversari accaniti.

Quando sono stato per 18 anni Presidente di Regione Lombardia ho potuto finalmente tradurre in realtà, in riforme, quei principi, e dimostrare che veramente erano convenienti per l’uomo. Marxisti e laicisti hanno continuato a combattermi, ma la maggioranza dei cittadini, cristiani e no, ha capito, ha sperimentato la libertà, la possibilità di scegliere, di creare secondo le proprie convinzioni e mi ha seguito. Non è un caso che mi abbiano votato per quattro volte con voti crescenti. La sussidiarietà era il mio mantra, e i cittadini capivano al volo.

Uno dei pilastri della sua amministrazione in Lombardia è stato il sostegno alla vita e alla famiglia. Il progetto Nasko, orientato al sostegno della vita nascente, ne è un esempio. Che impatto ha avuto questo programma sulla società lombarda e come risponde alle critiche che ha ricevuto? Pensa che sia applicabile agli altri paesi dell’Unione Europea?

Ho cercato in ogni modo di sostenere la famiglia, stimolando l’associazionismo familiare, chiedendo loro di proporre dei progetti che la Regione potesse realizzare per loro. Ho voluto che le famiglie fossero protagoniste: loro proponevano, la Regione realizzava: e così abbiamo costruito asili o altre strutture, lavorato perchè le donne potessero insieme lavorare ed essere mogli e madri (per es. incentivando il part-time). Il progetto Nasko è stata una mossa di grande intelligenza. Da Presidente non potevo contravvenire una legge dello Stato, la 194, che legalizza l’aborto. Ma questa legge prevede che la donna che chiede l’aborto, specifichi il motivo per cui lo fa. Molte donne scrivevano: “per motivi economici, non riuscirei a mantenere un figlio…”

Bene, a costoro io ho fatto una proposta: la Regione si impegna a darvi un aiuto economico (500€ al mese per 18 mesi, 6 prima del parto, 12 dopo il parto). La donna era libera di dire sì o no, non c’era alcuna violazione della sua libertà nè della legge 194.

Non ho avuto molte critiche, perchè cosa potevano contestarmi? Nulla!  Così sono nati più di 4 mila bambini, che avrebbero dovuto essere abortiti.

Penso che questo tipo di legge sia applicabile ovunque.

In Lombardia, ha guidato un’alleanza innovativa tra il settore pubblico e quello privato nell’ambito della sanità, un modello ancora oggi al centro del dibattito. Come si può applicare il principio di sussidiarietà in questo contesto? Come definirebbe il successo di questo sistema in termini di assistenza ai cittadini e quali sfide ha affrontato per implementarlo?

Ho sempre pensato che pubblico e privato debbano collaborare, e che la sussidiarietà debba dettare legge anche in questo campo.

Uno dei problemi cronici della sanità è la presenza di liste d’attesa lunghe o molto lunghe prima di ottenere la prestazione. Allora ho offerto di collaborare ad alcuni ospedali privati di ottima fama. Loro avrebbero fornito esami diagnostici, o ricoverato per una operazione, tutti i cittadini lombardi che ne avessero fatto richiesta.

La Regione avrebbe pagato (in Italia la sanità è gratuita per i cittadini). In questo modo non solo le liste d’attesa crollarono, ma introdussi il principio della libertà di scelta, prima inesistente: il cittadino poteva liberamente scegliere il proprio medico e l’ospedale, pubblico o privato, in cui farsi visitare o curare. Fu un trionfo per i cittadini che potevano scegliere tra ospedali pubblici , ottimi anche essi, e privati, dove si pagava fino all’equivalente di 2mila € al giorno, ma loro andavano gratuitamente. E fu una battaglia cruentissima con i sostenitori dello statalismo (il governo di sinistra cercò di bloccarmi in tutti i modi) e la stampa e le TV. Ma vinsi. Il ministro della sanità che mi aveva osteggiato fu costretto a dimettersi. Ancora oggi la battaglia ideologica prosegue, ma chiedete a qualsiasi cittadino se preferiscono il mio modello o quello delle sinistre. Ancora oggi la gente mi ferma per la strada per ringraziarmi.

La libertà educativa e il diritto dei cattolici di esprimersi liberamente sono stati due dei suoi principali cavalli di battaglia. Come ha promosso la libertà di educazione tramite iniziative come le scuole paritarie e il buono scuola? Quanto sono importanti questi diritti nel mondo di oggi?

Il compito di educare i figli spetta ai genitori e non allo stato: sta scritto in ogni Costituzione liberale. La libertà d’educazione è sacra. Lo stato deve aiutare (sussidiare) i genitori e gli insegnanti che vogliono costruire scuole per educare i figli secondo i principi in cui credono. Anche su questo tema la polemica è stata ed è violenta. Fu violenta in parlamento, quando gridavo che lo stato non può far pagare due volte le tasse a chi sceglie una scuola libera, e dunque deve sostenere economicamente le scuole libere. E fu polemica dura quando in Lombardia inventai e introdussi il buono scuola, cioè un sostegno economico significativo per le famiglie che mandavano i figli alle scuole libere. Ovviamente la Regione controllava inflessibilmente la serietà e affidabilità delle scuole, non pagavamo i diplomifici!

L’educazione e la libertà di educazione sono temi fondamentali per la società di oggi. Troppi giovani sono abbandonati a se stessi e si perdono: garantire ottimi educatori e responsabilizzare i genitori perchè scelgano liberamente la scuola più adatta all’educazione dei figli, è indispensabile, se non vogliamo che intere generazioni si perdano.

La figura di don Luigi Giussani è stata fondamentale nella sua vita. In che modo la sua vicinanza con lui e il movimento di Comunione e Liberazione l’ha aiutata a comprendere che “la fede non è qualcosa di esterno alla carne”? Come si è tradotta questa visione nel suo impegno politico?

Don Giussani mi ha mostrato e fatto comprendere un Cristianesimo vivo, attivo, affascinante, che mi ha lanciato nel mondo col desiderio di essere protagonista, “ad maiorem Dei gloriam “. Molti miei coetanei negli anni ‘60 e poi nei decenni successivi fino ad oggi, abbandonavano o non consideravano un Cristianesimo fatto solo di  stanchi riti, di un devozionismo lontano dalla realtà, di pratiche moralistiche non spiegate. Il Cristianesimo per don Gius non era una ideologia, ma l’Avvenimento di Cristo fatto uomo per salvarci. E il nostro desiderio di pienezza, di felicità, tipico di ogni uomo, trova nel Cristianesimo la strada per realizzarsi, nella lotta, insieme a fatiche e mortificazioni. “Nulla di ciò che è umano mi è estraneo” ricordava don Gius sull’orma dei primi cristiani. Tutto ha a che fare con Cristo, ‘Cristo è tutto in tutti, è tutto in tutto’. Questa è perfetta dottrina cristiana. La fede ha a che fare con tutto ciò che è umano, perciò anche con la cultura, la politica, l’innamorarsi, in una parola la carne. Sì, ha a che fare anche con la politica. Questa convinzione si è tradotta nel modo che ho raccontato sopra, partendo dalla dottrina sociale cristiana.

In Italia, negli ultimi trent’anni si è stabilita una forte divisione tra cristiani impegnati in politica. Quali proposte farebbe, se lo ritiene opportuno, per superare la divisione tra i cristiani in politica e per promuovere una unità fondata su valori comuni?

La divisione tra cristiani impegnati in politica è la stessa divisione che esiste tra cristiani di fronte alla vita. Negli ultimi decenni, non solo in Italia, si è insinuata nel Cristianesimo una frattura, una divisione tra fede e vita. La fede è diventata un riferimento sempre più astratto, incapace di incidere nelle scelte concrete, di cui non teniamo più conto nelle scelte concrete che la vita comporta, compresa ovviamente la politica. Che fare? Occorre tornare a ciò che il Cristianesimo è, a quel Cristo che mi abbraccia e mi coinvolge tutto, e fa di noi una cosa sola. Come è ben descritto negli Atti degli Apostoli. Ricostruire un’unità di vita, dentro la quale potremo ritrovare una unità politica. È la sola strada.

Concludendo, nei passi finali della traduzione spagnola del libro lei guarda al futuro. Quali sono le sue speranze per l’Italia e l’Europa nei prossimi anni, e quale ruolo crede che dovrebbero avere i giovani politici in questo nuovo contesto?

Non sono ottimista sul futuro dell’Europa. Dovremmo riscoprire anzitutto il progetto originario dei tre cristiani De Gasperi, Adenauer, Schumann: un ‘Europa fondata sui valori comuni della pace, del riconoscimento reciproco, del Cristianesimo che ha fatto l’Europa, certamente innervata anche dai valori laici della libertà, della tolleranza, di un progresso umano. Politicamente, oggi l’Europa è piccola di fronte ai giganti USA e Cina, e per di più divisa, campanilista. Dobbiamo costruire un’Europa veramente unita, lavorare duramente per avere una visione politica che ci tenga insieme. Dobbiamo costruire un esercito comune per difenderci da noi contro le possibili aggressioni, perchè nessuno avrà più voglia di svenarsi per difenderci. Dobbiamo coordinare le nostre industrie, lavorare veramente uniti ai progetti dell’Intelligenza Artificiale. Tutto ciò spetterà innanzitutto ai giovani. Ai giovani io dico: buttatevi in politica, rischiate, fate di tutto per stare uniti. La nostra generazione ha dato. Non siate avari, giocate la vostra! La vostra intelligenza e la vostra grandezza d’animo, perchè avere un animo grande è fondamentale.

 

La Región se compromete a darles una ayuda económica (500€ al mes durante 18 meses, 6 antes del parto y 12 después del parto). La mujer era libre de decir sí o no, no había ninguna violación de su libertad ni de la ley 194 Share on X

 

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