La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses ha dejado una profunda marca en la esfera política.
Desde esta madrugada, algunos analistas ya veían la tendencia irreversible a favor de Trump, en medio de una narrativa mediática que insistía en presentar un ajustado duelo «cabeza a cabeza» con Kamala Harris.
Sin embargo, los resultados fueron contundentes: Trump ganó en estados clave como Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin, logrando una ventaja que desbarató las proyecciones de los sondeos y sorprendió a muchos.
El papel de los medios
Uno de los aspectos más notables de esta contienda ha sido el papel de los medios y el contraste entre la realidad de los datos y el «wishful thinking» o pensamiento ilusorio de ciertas narrativas mediáticas.
Durante meses, se presentaron encuestas y opiniones que favorecían a Kamala Harris y que proyectaban su victoria, incluso ante señales de apoyo significativo hacia Trump.
Llegaron a pintar a Harris como la «heroína de la libertad y los derechos», en especial para las mujeres, en un discurso que enmarcaba a Trump como una amenaza para la democracia. Sin embargo, la elección demostró que estas proyecciones no reflejaban las verdaderas preocupaciones de los votantes estadounidenses.
Los temas de economía, inflación y migración resonaron con más fuerza entre los votantes, quienes, preocupados por el aumento del costo de vida y el alza de las tasas hipotecarias, encontraron en Trump una figura alineada con sus intereses y su visión pragmática de un país menos involucrado en conflictos externos.
En contraste, Harris fue percibida por muchos como una representante de una agenda ideológica de «woke» que no abordaba los problemas económicos y sociales que afectan a la clase trabajadora.
El voto femenino
Un punto interesante fue el papel del voto femenino, que, a diferencia de lo esperado, no benefició a Harris como se proyectaba.
Trump ganó un considerable apoyo entre las mujeres, ampliando la brecha de seis millones de votos respecto a la elección anterior con Biden y superando ampliamente a Harris en el voto popular.
Las estrategias de campaña, que incluyeron eslóganes polarizantes y mensajes dirigidos a temas como el aborto, no lograron captar el interés de una población preocupada por asuntos económicos y de estabilidad social.
Otro factor que sorprendió fue el desempeño de J.D. Vance, compañero de fórmula de Trump, quien demostró un carisma notable en la «guerra de vicepresidentes» y ayudó al voto republicano a consolidar su ventaja. Vance, desde Ohio, se ha convertido en una figura ascendente en el partido y se proyecta como un posible protagonista en la política estadounidense en los próximos años.
Este triunfo también marca una posible nueva etapa en la política exterior de Estados Unidos, con Trump comprometido a limitar la intervención en conflictos extranjeros y enfocar sus políticas en los intereses nacionales.
Finalmente, la lección más dura ha sido para los medios de comunicación, cuya credibilidad se ha visto afectada al construir una narrativa que resultó insostenible ante la realidad de las urnas. La cobertura electoral, que sostenía hasta el último momento la posibilidad de una victoria de Harris, evidenció una desconexión entre los medios y el electorado estadounidense.
La insistencia en pintar a Trump como una «amenaza democrática» no caló con un público que buscaba soluciones concretas a problemas reales y que desconfía cada vez más de los discursos ideológicos.
La victoria de Trump y el desenlace de estas elecciones deja en claro que las falsas narrativas tienen un límite, y que al final, la realidad prevalece sobre el relato.