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Monseñor Demetrio Fernández: «la principal excelencia de una escuela católica es que los alumnos respiren el evangelio»

Educación

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La educación es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo integral de la persona, y para la Iglesia católica, este aspecto adquiere una dimensión aún mayor: la formación no solo académica, sino espiritual. La verdadera escuela católica no es simplemente un espacio donde se imparten conocimientos técnicos y científicos; es, ante todo, un lugar donde se respira el Evangelio y donde se forman las almas para la eternidad.

En este contexto, monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, expresó palabras inspiradoras durante la Eucaristía de inauguración del curso para el profesorado, subrayando el rol crucial de la escuela católica y, especialmente, el papel de los profesores. Estas palabras nos llevan a reflexionar sobre lo que debe ser la verdadera misión de una escuela católica en el mundo de hoy.

Un espacio para respirar el evangelio

En sus palabras, Monseñor Fernández afirmó que «la principal excelencia de una escuela católica es que los alumnos respiren el evangelio». Esta idea es fundamental para comprender la misión de una escuela católica. No se trata solo de cumplir con un currículo académico estatal, sino de crear un ambiente donde el Evangelio sea el centro de la vida escolar. Los estudiantes deben encontrar en la escuela un lugar donde no solo aprendan matemáticas, ciencias o historia, sino también valores cristianos que los acompañarán a lo largo de su vida.

Para que los alumnos puedan respirar el Evangelio, la fe debe impregnar todas las áreas del conocimiento. No basta con enseñar religión como una asignatura más; el cristianismo debe estar presente en todas las asignaturas y en la vida diaria de la escuela. Desde la forma en que se gestionan los conflictos hasta las relaciones entre profesores y alumnos, todo debe estar imbuido de los valores del Evangelio.

El rol del profesor: facilitador del Evangelio

Monseñor Fernández subrayó también la importancia del papel de los profesores en este proceso: «Y los que facilitan ese respiro son los profesores». Los docentes no son solo transmisores de conocimientos, sino, sobre todo, testigos de la fe y guías espirituales para sus alumnos. Esto implica una gran responsabilidad, ya que su vida personal y su testimonio deben ser coherentes con los valores cristianos que enseñan.

El obispo señaló que los profesores de una escuela católica no se limitan a cumplir con el programa académico estatal: «No cumplís solo con el programa estatal. En primeros hay tales asignaturas, en segundo tales otras y en tercero las de más allá». Si bien es cierto que deben seguir el currículo establecido, su tarea va mucho más allá. Su misión es crear un clima de fe y evangelización, algo que ninguna otra escuela puede hacer.

El profesor católico, por tanto, no debe conformarse con cumplir con las expectativas del sistema educativo secular. Su verdadera misión es apuntar más alto: formar almas para Cristo, ayudar a sus estudiantes a encontrar sentido en la vida desde el Evangelio y ser un testimonio viviente de lo que significa seguir a Jesús.

Una educación que apunta a lo más alto

La llamada a la excelencia espiritual que Monseñor Fernández dirige a los profesores es claro: «Y para eso el profesor tiene que apuntar muy alto en su vida personal». Esto significa que el docente debe aspirar a una vida de santidad, ya que solo así podrá guiar a sus alumnos hacia el mismo objetivo. Un profesor que no vive los valores cristianos con coherencia y profundidad difícilmente podrá transmitirlos con eficacia.

Esta llamada a la santidad es una exhortación a la autoexigencia personal. Los profesores de una escuela católica deben ser ejemplos de fe viva. Sus vidas, tanto dentro como fuera del aula, deben ser un reflejo del amor de Cristo y de los valores que se proclaman en la escuela.

Esta coherencia entre lo que se enseña y lo que se vive es esencial para que la escuela católica sea un verdadero espacio de evangelización.

La escuela católica: esperanza en el mundo

La Congregación para la Educación Católica, en su documento La Escuela Católica, subraya que la misión educativa de la Iglesia es colaborar en la formación de personas que no solo sean buenos ciudadanos, sino también buenos cristianos, comprometidos con su fe y con el servicio a los demás. La escuela católica, entonces, no puede ser un lugar neutro, sino un espacio donde se cultive una visión cristiana del mundo, donde los valores del Evangelio sean el marco desde el cual se abordan todos los aspectos de la vida.

La educación católica no debe ser una mera alternativa entre otras opciones educativas, sino una propuesta radicalmente diferente, que busque formar personas completas, tanto en lo académico como en lo espiritual.

La misión de la escuela católica es formar personas con una fe sólida, capaces de vivir los valores del Evangelio y de transformar la sociedad desde dentro. Como Iglesia, debemos trabajar juntos para que nuestras escuelas sean verdaderos espacios de evangelización, conversión y crecimiento espiritual, donde cada alumno pueda encontrar no solo conocimientos, sino también el sentido de su vida en Cristo.

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