El legado de Kinsey no solo puede ser cuestionado desde la moral, sino también desde el ámbito académico. El historiador James H. Jones, en su biografía «Alfred C. Kinsey: A Public/Private Life» (1997), reveló que los estudios de Kinsey estaban basados en una muestra sesgada de la población y que los datos fueron manipulados para respaldar sus conspiradoras teorías ideológicas.
Manipulación de datos: Los estudios de James H. Jones
Kinsey, al realizar sus investigaciones, no recurrió a una muestra representativa de la población general. Gran parte de los datos que utilizó provenían de individuos con comportamientos sexuales atípicos, como reclusos en prisiones y personas involucradas en prácticas sexuales desviadas.
Según Jones, Kinsey incluyó en sus estudios a personas que no representaban a la sociedad en general, lo que sesgó sus resultados de manera significativa. En lugar de reflejar el comportamiento sexual típico de la población estadounidense, los estudios de Kinsey presentaban una imagen distorsionada y extrema, con el fin de normalizar prácticas que no eran comunes en la sociedad.
Además, Jones descubrió que Kinsey manipuló los datos para ajustarlos a sus propias hipótesis. Se eliminaron aquellos resultados que no coincidían con su visión, lo que compromete seriamente la validez científica de sus conclusiones. Esta falta de rigor ético y metodológico no sólo pone en duda los informes de Kinsey, sino que también revela su intención de imponer una ideología sobre la sexualidad que estaba en contradicción con los valores cristianos.
Obviamente Kinsey rechazaba la verdad de que la sexualidad tiene una doble finalidad: la expresión del amor conyugal entre un hombre y una mujer, así como la transmisión de la vida. Al separar la sexualidad de estos valores, terminó reduciéndola a una mera interacción física para obtener placer o para «desahogar tensión». Esta empobrecida visión de la sexualidad termina empobreciendo y despersonalizando al propio ser humano tal como lo experimentó Kinsey en su propia vida.
La influencia negativa de Kinsey en la educación sexual
El impacto y la revolución social de las ideas de Kinsey no se limitó al ámbito académico o a la comidilla ciudadana, sino que se extendió rápidamente a la educación sexual, especialmente a través de organizaciones como la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF) y la UNESCO. Estas entidades adoptaron muchas de las conclusiones de Kinsey, promoviendo la idea de que todas las formas de comportamiento sexual son igualmente válidas y deben ser aceptadas sin juicio moral.
Por ejemplo, los programas de educación sexual inspirados en Kinsey, como los de la IPPF, promueven la idea de que la sexualidad debe explorarse libremente y sin restricciones. Se enseña a los jóvenes que las relaciones sexuales fuera del matrimonio, las relaciones homosexuales y el uso de anticonceptivos son comportamientos sin consecuencias para el ser humano. Pero esto no es así, la normalización de este tipo de prácticas van en contra de la dignidad del cuerpo humano y la sacralidad de la persona.
El peligro de la «heterofobia» y la distorsión de la moral sexual
Uno de los efectos más peligrosos de la influencia de Kinsey es la creación de lo que algunos han denominado una sociedad «heterofóbica», es decir, una sociedad en la que la heterosexualidad ya no se considera la norma natural de la sexualidad humana, sino sólo una opción entre muchas otras. Se trata de desterrar la heterosexualidad como la forma natural del hombre y de la mujer para imponer en la mentalidad de los jóvenes que cualquier elección sexual es igualmente válida.
Esta distorsión ha negado que la heterosexualidad, dentro del matrimonio, no es solo una opción, sino la forma natural y moralmente correcta de vivir la sexualidad y la única posibilidad de recibir la gracia específica y especial del sacramento. Se tacha al modelo natural de ser una forma de represión, cuando en realidad es la integración adecuada de la sexualidad hacia el amor auténtico y la vida plena.
Alfred Kinsey ha introducido la mentira en el estudio de la sexualidad humana dejando a un lado la antropología y la trascendencia. Este influjo continúa expandiéndose en nuestra sociedad y ha generado una peligrosa visión de la naturaleza de la sexualidad en el hombre.
Kinsey no tuvo en cuenta que es imposible comprender lo que es «ser mujer» sin conocer el «ser varón» y viceversa. La masculinidad y la feminidad se necesitan mutuamente para afirmarse en su esencia. Pues la heterosexualidad es una invitación a salir de uno mismo hacia un otro, diferente, y ser enriquecido desde esa complementariedad.
Por otro lado, Kinsey ha olvidado que el matrimonio otorga la capacidad de leer lo natural a la luz de la fe, pues bendice y amplía esa exclusividad del uno para el otro en el acto sexual «ser para otro», y revela una promesa de eternidad a través del gozo de amar y saberse amado.
Puedes leer la parte (I) aquí
Este artículo es la segunda entrega de una serie, continúa con nosotros para la tercera parte que publicaremos próximamente
1 Comentario. Dejar nuevo
Kinsey era un zoólogo que extrapoló la sexualidad de los animales a las personas, al mismo tiempo que hizo sus investigaciones fraudulentas, como bien se dice en el artículo, con personas enfermas psicológicamente y con niños incluso bebés de 5 meses…
La Dra. Judith Reisman, una gran profesional que estuvo décadas investigando este tema.
El fraude de Kinsey y sus consecuencias para la sociedad. Por Raquel M. Chaviano, Magaly Llaguno y Adolfo J. Castañeda