El cardenal Gerhard Müller califica el acto de inauguración de los Juegos Olímpicos de París como una «representación sacrílega y vulgar» que ofendió a «millones de creyentes en todo el mundo».
La actuación, diseñada por el director artístico Thomas Jolly, incluyó a drag queens y bailarines parodiando la famosa pintura de la Última Cena de Leonardo da Vinci.
Sacrílega y vulgar
El cardenal Müller expresó su indignación, afirmando que con esta «representación sacrílega y vulgar» se mancilló el noble rostro de los Juegos Olímpicos y se ofendió a millones de creyentes en todo el mundo.
En una entrevista con el periódico italiano Il Messaggero, Müller criticó a Francia por desaprovechar la oportunidad de demostrar tolerancia religiosa y condenó el acto como un reflejo del secularismo ideológico prevalente en el país.
Ataque a la libertad de religión
Recordando la historia de la persecución católica en Francia, el cardenal insistió en que nada en la patria de la Revolución Francesa ocurre por casualidad. Según Müller, este acto no solo fue un ataque al catolicismo, sino a todas las religiones, ya que «la libertad de religión se ha visto afectada, ya que millones de fieles se han sentido ofendidos».
El cardenal también instó a los líderes de otras religiones a alzar sus voces en protesta.
Subrayó que el programa olímpico glorificaba la ideología woke, la cual va en contra de la ley moral natural.
Doble moral
Añadió que la falta de respeto a la figura de Jesucristo es un indicativo de un problema subyacente con repercusiones mucho más amplias.
Además, el cardenal criticó el hecho de que una representación similar contra el profeta Muhammad nunca se habría permitido, debido al riesgo de posibles actos de violencia o terrorismo.
Esta observación destacó una aparente doble moral en la forma en que se tratan diferentes religiones. Reconoció que es poco probable que la Iglesia Católica reciba disculpas formales.
En declaraciones posteriores a InfoVaticana, Müller describió la ceremonia como un «acto de terrorismo espiritual» y condenó el secularismo francés como una violación del derecho humano a la libertad religiosa y de conciencia.
