Está claro, las visualizaciones y el engagement parecen ser la moneda de cambio más valiosa en los tiempos que corren.
Por ello, Nocilla ha decidido subirse al tren del marketing viral con un anuncio que como ellos ya predecían ha generado intensa polémica. Pues se trata de «basura woke».
Venderse a mundo
Sin embargo, más allá de la estrategia comercial, este anuncio refleja una tendencia preocupante: hipersexualizar la infancia, destruir la familia y abrazar ideologías superficiales con tal de captar la atención del público.
El anuncio en cuestión presenta una narrativa diseñada para conchabarse con la ideología reinante, utilizando falsas banderas de libertad.
Sin embargo, al rascar un poco la superficie, se revela una estrategia calculada y vacía, carente de autenticidad comercial, destinada únicamente a generar visualizaciones y likes.
Es importante preguntarse: ¿cuál es el verdadero costo de esta maniobra publicitaria? Las empresas tienen un poder considerable para influir en la cultura y los valores sociales, el uso de ideologías como herramientas de marketing revela un grado alarmante de cinismo corporativo.
Un anuncio mundano
El anuncio de Nocilla no es un caso aislado; es un reflejo de un cambio social más amplio y perverso. Este fenómeno adopta posturas socialmente aprobadas para mejorar la imagen pública y las ventas.
Hasta la fecha los anuncios de Nocilla han sido dirigidos a la familia y a la infancia. Pero ahora se prefiere una niña esclava de sus impulsos que menosprecia y se burla de la vejez.
En el anuncio, vemos a una adolescente. Junto a ella, un abuelo se divierte colocándose un «satisfayer» (un juguete sexual, un consolador femenino con millones de ventas) en la frente. La joven lo mira incrédula mientras una voz en off dice: «Cuando le digas a tu abuelo que eso no es un termómetro, díselo con Nocilla«.
Hipersexualización de un producto para un público infantil
Para empezar destaca la falta de padres en el hogar, como en anuncios anteriores de la marca. Ahora, es la niña quien le da Nocilla al abuelo.
Nocilla cambia su enfoque familiar y se mezcla con lo sexual y con el género femenino: son las niñas, ya autosuficientes, quienes ahora disfrutan del producto, igual que disfrutan de un satisfyer. El placer está en sus manos y no necesitan a nadie. Su abuelo, un carca, no se entera de nada.
El vil cambio social detrás del anuncio de Nocilla es claro: una sociedad que busca el placer por encima de todo y el egocentrismo. Se ha hipersexualizado un anuncio que hasta la fecha iba dirigido a un público infantil y familiar.
El anuncio viral de Nocilla es un recordatorio de la bajeza a la que pueden llegar las estrategias de marketing. Nocilla no solo busca generar visualizaciones, sino que con su anuncio también contribuye a un cambio social perjudicial.
5 Comentarios. Dejar nuevo
¡¡QUE VERGÜENZA!!
Los anuncios publicitarios no conforman la sociedad sino que la reflejan. O quizás ambas cosas: al tiempo que la reflejan la conforman, porque influyen en los niños que se están formando. Los publicistas captan las tendencias al uso y las asocian al producto para estimular su adquisición.
Con todo, la cosa está clara: la chica, que es de lo más posmoderna, usa su consolador como usa su peine, mientras que el abuelo, que es un carca desfasado, observa el artilugio como si fuese un termómetro, mientras que una voz diabólica le dice a la nieta que nada como un buen trago de Nocilla para que su abuelo encuentre estupendo que su nieta se dé gusto sexual igual que se lo da nocillero.
El escándalo del anuncio está en la visión denigrante que da de ambos personajes, unos arquetipos con los que se pretende representar a todas las adolescentes y a todos los abuelos. Pero en sí mismo es la expresión del estado moral de la sociedad a la que va dirigido.
La próxima variante será presentar a una chica de 16 años que no se atreve a decirles a sus padres que se va a abortar: “Díselo con Nocilla.”
Por otra parte, el consolador tiene la ventaja de que no embaraza. De ahí que lo promocionen en los cursillos de educación sexual, cuanto más que fomenta las relaciones homosexuales, que tampoco embarazan. Y en caso de producirse un embarazo se interrumpe y aquí no ha habido nada. Lo importante es no interrumpir las tomas diarias de Nocilla. Todo esto puede parecer un poco bestia, pero tenemos que ir abriendo el ojo porque es lo que hay.
Gracias por su comentario, lo ha descrito a la perfección.
Se me ocurren otros aspectos preocupantes del mensaje:
1) El uso de un artilugio para obtener satisfacción sexual excluye toda relación con otra persona. De hecho esto es algo que vemos en todos los ámbitos de la vida social (no sólo de la sexualidad), una vida social que se encoge cada vez más. El individuo es cada vez más narcisista y está cada vez más aislado, con todo lo que ello implica (falta de solidaridad, de comunicación, de amor, etc.). A ese ser ya casi transhumano le basta con la técnica para alcanzar una autosatsfacción y una autarquía presuntamente ideales.Todo un gigantesco embuste: nadie es autosuficiente.
2) Hay una inversión de los términos conocidos hasta ahora. Si Nocilla era un producto para niños, éstos lo recibían, lógicamente, de los adultos. Aquí en cambio ya no aparecen niños, sino una adolescente con pechos bastante marcados (de perfil) bajo la ropa ceñida. El rostro es engañosamente infantil, la “estética” del anuncio contiene insinuaciones casi pedófilas. El abuelo, por el contrario, se comporta con la inocencia de un niño, que aquí es ridiculizada. A diferencia del niño, que llegará a adulto, el abuelo no madurará. La devaluación de la figura del abuelo es total: ya no representa la experiencia, sino la incomprensión, no da nada, sólo recibe, es tonto y hay que tratarlo como a tal. Se lo ha infantilizado de modo degradante. Por este camino se podría convertir al abuelo en poco más que un mueble viejo.
Soy bastante más joven que el abuelo del anuncio, pero por edad estoy más cerca de él que de la nieta. Debo decir que al ver esta publicidad yo tampoco entendí de qué trataba. El objeto que el anciano tiene en la mano me pareció uno de tantísimos artilugios de dudosa utilidad que pueblan nuestros hogares, pero ni se me ocurrió la posibilidad de que fuera un “consolador”.
Interesante visión, gracias por compartirla