Si realmente el bien común tiene un sentido concreto para los cristianos y no ha quedado reducido a uno de esos abstractos universales tan propios del pensamiento ilustrado, entonces hay que decir que ahora en España la principal fuente del mal está en la política, y que ella construye las mayores estructuras de pecado por acción y por omisión.
La política, especialmente las políticas públicas del gobierno, ya forman parte del problema más grave que tiene este país. Y como las responsabilidades se reparten en función del grado de poder de cada cual, hay que señalar que el principal responsable de este mal es Pedro Sánchez.
Lo resumiré en tres grandes tipos de razones
Primera razón: La política en general, y el gobierno de manera destacada, se ha convertido en uno de los tres mayores problemas para la gran mayoría de ciudadanos, por encima de otras muchas cuestiones. Para unos es el primero, para otros el segundo y para otros más, el tercero, pero hace meses que está situado a este nivel según las encuestas del CIS y las del CEO, el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat.
Y cuando la práctica que ha de contribuir a construir el bien común, a resolver problemas y satisfacer necesidades, se transforma en el primer problema, significa que vamos muy mal y terminaremos peor, porque estamos montados en un coche sin frenos y sin dirección.
Segunda razón: El mal funcionamiento del gobierno castiga a la economía y a la sociedad. El último informe de 2024 con datos del año pasado del Centro Mundial de Competitividad del IMD señala el grave retroceso de España en estos últimos años, hasta situarse en el lugar 40 entre 67 países, por detrás de Portugal y con una Polonia que prácticamente ya nos ha atrapado.
La causa son todos los indicadores relacionados con la acción de gobierno y estrechamente vinculada a ella. Lo peor también es el mal funcionamiento de la burocracia y la falta de transparencia; el caso de Begoña Gómez es un ejemplo, porque pese a todo el escándalo montado a su alrededor, nadie nos ha dado todavía una miserable explicación de los hechos concretos que se denuncian, como el último: que los contratos del gobierno con Barrabés, el empresario asociado con Begoña Gómez en sus iniciativas empresariales universitarias, suman ya 222 millones de euros de 8 ministerios. Además de apelar al fango en genérico, hay que rendir cuentas en lo concreto por respeto a los ciudadanos.
La causa fundamental del retroceso español radica en la ineficacia gubernamental. En 2020 este factor nos situaba en el puesto 44 y ha ido retrocediendo hasta caer en el 58, 14 puestos en 4 años, lo que es una brutalidad y a solo 9 del último lugar, por cierto, ocupado por Venezuela, precedida de Argentina. Así estamos.
Tercera razón: La destrucción del estado de derecho y de la constitucionalidad. La portada de La Vanguardia del 7 de diciembre de 1978 era una formulación histórica: “España ya es un Estado de Derecho”, decía. Pues bien, hay que decir ahora que España lo está dejando de ser porque ni se cumple la igualdad ante la ley ni esta es respetada, ni se aplica rectamente el principio de constitucionalidad.
De hecho, con su actual configuración, el Tribunal Constitucional, presidido por el ex fiscal general del Estado, Cándido Pumpido, desempeña en realidad la misión del Ministerio para Asuntos Constitucionales, porque se dedica a actuar como brazo jurídico del gobierno, como lo constata la piedra de toque del aborto. Primero dictaminó, con una mayoría contaminada, que no podía participar en la decisión, que toda la jurisprudencia previa del TC sobre los derechos del nasciturus no existía.
Se enmendó a sí mismo de mala manera jurídica en una práctica escandalosa. Ahora lo redondea declarando constitucional sustraer a la patria potestad de los padres la decisión de si permiten abortar a las menores de 16 y 17 años. Entre medio, no aceptó a trámite el recurso por discriminación del acuerdo del Congreso de tratar los abusos sexuales infantiles (más de 8300 casos solo en 2022), pero solo si concernían a personas vinculadas a la Iglesia Católica, que pueden suponer algo así como el 0.4%.
Son unos ejemplos concretos que no agotan el tema y afectan al TC. La lista de actos del ejecutivo es, por razones obvias, más larga. Cito una porque ha pasado sin pena ni gloria: cuando un gobierno no consigue presentar los presupuestos del año, sencillamente dimite porque esta es su primera tarea. Aquí Sánchez decidió tal cosa y no pasa nada.
Si la política para un cristiano es una de las más altas manifestaciones de la caridad, no sé qué están esperando, qué estáis esperando para practicarla. Caridad para con el Pueblo, claro, y menos condescendencia y mirar hacia otra parte con el poder.
España está dejando de ser un Estado de Derecho. La igualdad ante la ley y el respeto a la constitucionalidad están en juego. ¡Es momento de actuar! ⚖️ #EstadoDeDerecho #Justicia #Constitución Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Así es. La dedicación a la política exige un grado de entrega muy elevado, una gran preparación cultural, energías físicas, equilibrio mental, capacidad de sacrificio propio y de la familia más allegada,
Hoy, sin embargo, las tres razones que muestra el artículo son para desanimar a cualquier persona cabal. Por eso se han dedicado a la política tantas personas poco virtuosas en las últimas décadas: porque no calibraron el serio cometido que les esperaba.
La primera razón actual para tumbar esperanzas es la desconfianza. Al día siguiente de las recientes elecciones europeas, descubrí atónito que un partido nuevo español se alzaba con más representantes que otros con larga trayectoria. De inmediato los analistas se esfuerzan en averiguar por qué ha emergido ese partido.
La segunda razón se fija en el mal funcionamiento y en la falta de transparencia. Muchos ciudadanos no comprenden, por ejemplo, por qué se recortan servicios médicos y quirúrgicos en el periodo estival mientras que no falta dinero para surtir de ideología de género a bibliotecas y otros lugares públicos. Tampoco entendemos por qué se puede sostener un gobierno que no responde a más del 70% de las cuestiones que se le plantean en las cámaras: las esquiva; algunas tan importantes como el cambio de política española en el asunto del Sáhara hace dos años.
La tercera razón se refiere a la destrucción del estado de derecho. Es la realidad: España se está convirtiendo en un estado en donde los poderes ejecutivo y legislativo asfixian al judicial. De ahí a ser una dictadura hay poca distancia.
Si esto es así de indecente, ¿por qué millones de españoles siguen votando al partido principal gobernante? Habrá al menos diez razones; solo expondré una a raíz de las palabras que, una semana antes de las elecciones generales del 23-J (2023), una señora de unos setenta años le dirigía a su marido en la cola del hipermercado: “Tú déjate de bobadas. ¿Quién te ha subido la pensión en estos últimos años mejor que este? Ninguno. Así que nada de cambiar el voto.” Es una realidad insoslayable que varios millones de pensionistas votan con el bolsillo y que a la mitad o más de ellos les da igual que su nieta de 16 o 17 años aborten sin haberlo consultado con sus padres porque la ley española es muy “avanzada”.
¿Cómo se arregla un desaguisado inmenso que se está criando desde que en los años ochenta nos hicieron creer que la felicidad consistía en la “sociedad del bienestar”? Hoy 22 de junio leemos en las noticias que hay ayuntamientos que han distribuido normas para que el ruido de mañana, noche de San Juan, no altere a los perros. Los “derechos de los animales”. ¿Alguien legisló antes por no causar trastornos esa noche a las personas? Habría que desmantelar el actual sistema de partidos y el sistema electoral; habría que eliminar toda empresa que se dedica a la producción del mal (fábricas de pornografía, redes de narcotráfico…); habría que formar concienzudamente a los médicos para que hubiera una masiva negativa por escrito a practicar abortos y eutanasias acogidos a su libertad de conciencia; habría que educar a niños y adolescentes sin la opulencia que se generalizó desde los años noventa y con sentido de la paciencia; habría que formar en la templanza, en la fortaleza, en la prudencia y en la justicia a los futuros políticos haciéndoles ver que en su menester jamás se enriquecerían y que al contrario deberían llevar una vida lo más austera posible. Y un etcétera largo. No es ninguna bagatela que el patrón de los políticos sea santo Tomás Moro: no se trata del temor a que nos acusen de esencialistas, sino del amor a la verdad de unos principios por los que se puede hasta dar la vida en aras del bien común. A pesar de que para ello ni siquiera se cuenta con el respaldo de la Iglesia protestantizada…