Jessica Tapia, cristiana y madre de tres niños, trabajó cerca de dos décadas como profesora de educación física en la Escuela Secundaria Jurupa Valley (California). Jessica fue despedida en enero de 2023 tras negarse a cumplir con las políticas del distrito escolar sobre el trato a estudiantes transgénero o de género no conforme, citando sus creencias cristianas. En su demanda por despido injustificado, Tapia alegó que sus derechos de libertad de expresión y libertad religiosa habían sido violados.
Antecedentes del caso y compromisos
Según la demanda federal, Tapia había manifestado su negativa a usar los pronombres impuestos por los estudiantes, permitirles usar los vestuarios que no correspondieran con sexo biológico, o «ocultar información» a los padres sobre sus propios hijos.
Ante la demanda, el distrito escolar no admitió ninguna falta, pero acordó pagar 285,000 dólares a Tapia, además de 75,000 dólares para los honorarios de sus abogados. Tapia, por su parte, acordó no buscar empleo futuro en el distrito, y ambas partes se comprometieron a no desprestigiarse mutuamente ni presentar futuras demandas relacionadas con este caso.
Educar con la verdad
Julianne Fleischer, abogada de Tapia y representante de la organización Advocates for Faith & Freedom, calificó el acuerdo como una «victoria increíble». Según Fleischer, el caso de Tapia envía un mensaje contundente sobre el costo de pedir a un maestro que mienta y oculte información.
Jacquie Paul, portavoz del Distrito Escolar Unificado de Jurupa, describió el acuerdo como un «compromiso de una reclamación disputada». Paul afirmó que la decisión de resolver el caso se tomó en el mejor interés de los estudiantes, permitiendo al distrito continuar dedicando todos sus recursos y esfuerzos a educar y apoyar a su población estudiantil, independientemente de su identidad de género.
El caso de Tapia es solo un ejemplo de la realidad de la sociedad actual. Su valentía y la defensa de sus principios arroja luz sobre la dificultad de como conjugar la existencia de estudiantes transgénero, sus padres y el papel del maestro.
«Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquiera, y quiero que el próximo maestro sepa que vale la pena defender lo que es correcto», dijo Tapia en el comunicado de prensa. «En todo el país, estamos viendo cómo se viola la libertad de expresión y la libertad religiosa de los docentes mediante políticas que les exigen abandonar su moral. Quiero que los profesores tengan confianza en el hecho de que lo mejor que podemos hacer por los estudiantes es educar con la verdad, no con el engaño».
En la actualidad, bajo las leyes anti-discriminación de California, tanto federales como estatales, la identidad de un estudiante transgénero o de género no conforme no debe compartirse sin su permiso, incluso con sus padres aunque este sea menor.
Derechos de libertad religiosa
Sin embargo, los abogados de Tapia argumentaron que durante su tiempo en el distrito, nunca se encontró en una situación en la que no cumpliera con las políticas escolares y estatales. Su despido se debió a varias publicaciones en redes sociales que los estudiantes encontraron supuestamente ofensivas y reportaron por su contenido sobre personas transgénero.
Cuando los funcionarios escolares le pidieron que moderara su actividad en redes sociales y aceptara seguir ciertas políticas del distrito sobre la privacidad y la libertad de los estudiantes transgénero, ella se negó, por sus valores éticos, morales y religiosos.
Fleischer destacó que, aunque respetan a la comunidad transgénero, este caso reafirma que «los derechos religiosos no son de segunda clase». Tapia, quien ahora lidera la campaña «Teachers Don’t Lie» de Advocates for Faith & Freedom, busca apoyar a otros educadores que sienten que sus creencias religiosas están siendo comprometidas por las políticas escolares.
Tapia escribió en las redes sociales después de llegar al acuerdo con el Tribunal: «Elegí defender la verdad y mis creencias religiosas al informar a mi distrito escolar que no cumpliría con sus directivas que me obligarían a mentirles a mis estudiantes sobre su género, mentirles a sus padres sobre esa información y permitir que los niños entren al vestuario de mis niñas».