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Europa y Dignitas infinita. La primera respuesta el 29 de abril en Madrid

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El 29 de abril se llevará a cabo el inicio de la contestación a la abominación que una parte de los políticos de Europa quieren llevar a cabo contra su pueblo y que ya tiene una respuesta clara y contundente en la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe «Dignitas infinita sobre la dignidad humana«. Aquel acto se celebrará en el Auditorio de la Mutua Madrileña a las 19:30 horas.

El preludio, muy grave, fue la iniciativa del presidente Emmanuel Macron, de situar el aborto como derecho constitucional, y ahora intenta la misma operación a escala europea introduciéndolo en la Carta Europea de Derechos Humanos.

El primer paso se ha dado este jueves 11 de abril, a las 11 h de la mañana en el Parlamento Europeo, cuando se ha votado una resolución sobre la inclusión del derecho al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.

La votación muestra una vez más la alianza objetiva entre el liberalismo cosmopolita de la globalización, en este caso representado por el grupo liberal del Parlamento Renew Europe y la progresía de género, la socialdemocracia y la izquierda postcomunista. Delante tienen una oposición dividida, por una parte, con la timidez y contradicciones del Partido Popular Europeo, que presenta su propia propuesta, y con el grupo de los Conservadores y reformistas europeos, que tiene a Meloni como principal referencia, y que presenta otra propuesta mucho más clara. Esta división augura el éxito de los liberales progresistas y su amor por el tótem abortista, como así ha sido.

Lo primero que hay que decir es que el Parlamento Europeo se pasa por el forro las competencias de las que dispone, porque el aborto es una cuestión que pertenece a la competencia estatal en exclusiva. Pero eso importa poco, el respeto jurídico solo se exige a “los otros”. Al actuar de esta manera, el Parlamento invade las atribuciones de los estados miembros, de lo que Francia es tan celosa… excepto si se trata del aborto.

Naturalmente, aunque se apruebe, a efectos legales no significa nada. Se trata de una resolución no vinculante sobre una materia en la que la UE no tiene competencias. Pero, a efectos políticos, sí que posee incidencia porque sitúa un precedente que será utilizado en el seno de los estados miembros, en el caso de España, sin duda, y sobre otros países que resisten como Malta, Polonia y Eslovaquia. Precisamente en el caso polaco, la nueva coalición gobernante llevará en mayo una nueva ley mucho más permisiva al parlamento, si es que antes no les explota la iniciativa en las manos, dadas las diferencias sobre esta cuestión entre los partidos que la componen.

Por tanto, aunque es muy difícil que el aborto se convierta en derecho europeo, porque la modificación de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE requiere unanimidad en el Consejo; es decir, de todos los estados miembros, y la modificación de la Carta tiene sus propias reglas, la de las competencias de la UE, y todo esto es muy complicado de superar, lo cierto es que han desencadenado una oleada política y cultural para elevar el aborto a la cima de los derechos.

Ante esa abominación, que solo consigue fragmentar y debilita a la UE en momentos especialmente difíciles, hay que desencadenar una respuesta europea, de la que el acto del día 29 es el primer paso y que exige una participación masiva de todos. Nadie puede quedarse en casa y hay que demostrar la fuerza de la llamada, aunque sea un día laborable a última hora de la tarde.

A esta iniciativa, le seguirán secuencialmente otras en diversas capitales europeas para configurar un movimiento moral, social cultural y político de alcance, que muestre que existe otra Europa mejor que pide paso.

En este contexto resulta absolutamente oportuna la publicación este 8 de abril, tres días ates de la votación en el Parlamento Europeo, de la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas infinita sobre la dignidad humana, que en su punto 42, que reproducimos literalmente, deja clara la cuestión del aborto, en el marco de lo que, a lo largo de los siglos, desde el primer momento, ha sido siempre la doctrina católica (las negritas son nuestras):

47]La Iglesia no cesa de recordar que «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra».

88]Sobre la base de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto. Al respecto escribe san Juan Pablo II: «entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso […] Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad” (Is 5, 20). Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de “interrupción del embarazo”, que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento».

[89]Los niños que van a nacer «son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo».

[90] Se deberá, por tanto, afirmar con total fuerza y claridad, también en nuestro tiempo, que «esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, “toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre”».

[91] Merece mencionarse aquí el compromiso generoso y valiente de santa Teresa de Calcuta en defensa de todo concebido.

He aquí la cuestión central del programa político de la Nueva Europa que viene, la dignidad humana, que empieza en la lucha contra el aborto y por la vida.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Está visto que hay energúmenos empeñados en cargarse la dignidad humana como un valor fundamental para todos. Porque con el acceso del aborto a derecho absoluto, la dignidad humana se relativiza a favor de algunos seres humanos, los que ya han nacido, mientras que se trata a quienes viven su etapa prenatal como si careciese de ella, puesto que se les excluye del respeto a la vida de que disfrutan los otros.
    A partir de ahí puede pasar de todo, es decir, que cualquier otro grupo de seres humanos quede excluido de la dignidad humana. Basta que se construya el paradigma conceptual apropiado. Durante la época nazi fue el racismo, que convivió con el comunismo, ahora es el feminismo, mientras que el animalismo ya asoma la cabeza, mañana puede ser el climatismo, o cualquier marco que justifique el que unos seres humanos se arroguen legitimidad para matar a otros seres humanos.

    Quienes en la UE han votado a favor de esta propuesta se han despojado a sí mismos de su dignidad como personas. Su acto es una vergüenza para la humanidad y una ofensa a Dios.

    Es una suerte, o más bien una Gracia para la humanidad que la Iglesia Católica siga yendo a lo suyo sin dejarse contaminar por degradaciones como ésta, por mayoritarias y progresistas que parezcan.

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