En este mes de marzo, el Grupo Areópago cumple 9 años desde su puesta en marcha. Surgió como fruto de una inquietud compartida por un conjunto de cristianos de la Archidiócesis de Toledo –sacerdotes y laicos– por reflexionar comunitariamente y ayudar a reflexionar a otros sobre cuestiones de actualidad en clave de Doctrina Social de la Iglesia y, sobre todo, entrar en diálogo con quienes no creen, pero comparten preocupación por lo colectivo.
Nos inspiró la idea del Papa Francisco expresada en Evangelii Gaudium, que animaba a todos, en su condición de ciudadanos, a desarrollar una cultura del encuentro para contribuir a crear pueblo, con independencia de ideología, religión, condición social.
En un mundo cada vez más polarizado, en una sociedad cada vez más fraccionada como la nuestra, el encuentro sigue siendo necesario y, creemos, siempre es posible.
Si bien es cierto que ni la vida pública ni los medios de comunicación, en general, contribuyen a ello, porque la arena política se ve más como un circo de gladiadores que como una plaza pública, nuestro deber como ciudadanos –incluso aunque no tengamos grandes poderes ni posiciones relevantes–, y más aún en el caso de los creyentes, es tratar de aportar luz ante la realidad de las cosas y de construir puentes con quienes la ven de un modo radicalmente distinto al nuestro.
Ello exige de nosotros voluntad por aportar al bien común, formación en Doctrina Social de la Iglesia, capacidad de diálogo y escucha, interés sincero por la opinión y la visión del otro y, sobre todo, caridad.
Quizás ésta es la clave que explica la situación que vivimos –a veces también dentro de la Iglesia–: la falta de caridad.
Quizás ésta es la clave que explica la situación que vivimos –a veces también dentro de la Iglesia–: la falta de caridad. Una caridad que hemos de entender como amor a Dios y al prójimo, aunque se muestre como enemigo (así nos lo enseñó el Señor) y, sobre todo, como el signo distintivo del cristiano. Efectivamente, la diferencia cristiana, lo que nos hace verdaderamente diferentes en un mundo hostil, la fuerza que nos mueve para seguir apostando por contribuir activamente, en la medida de nuestras posibilidades, al bien común en los ambientes en los que estamos cada uno de nosotros, es la Caridad.
Lo hizo con valentía e ingenio y con indudable sabiduría, desde el amor a Aquél con el que se había encontrado tiempo atrás y lo había tirado de su caballo.
Es, ni más ni menos, lo que hizo Pablo en el Areópago de Atenas –un monte convertido en lugar de encuentro de algunos sabios– ante los filósofos inicialmente interesados a escuchar nuevas ideas y doctrinas distintas: anunciar “al Dios desconocido” al que rendían culto. Su discurso tuvo lugar después de que lo hubieran despreciado los judíos en la sinagoga de Atenas, tras el cual fue conducido al Areópago, dándole la oportunidad de compartir su “doctrina extranjera”. Lo hizo con valentía e ingenio y con indudable sabiduría, desde el amor a Aquél con el que se había encontrado tiempo atrás y lo había tirado de su caballo.
Fracasó en su intento en el momento de anunciar la resurrección de los muertos, pero despertó el interés por el cristianismo en algunos de los presentes, quienes “se le juntaron y creyeron”.
No es sencillo dialogar con quien no quiere escuchar; tampoco cuando no se ve la necesidad de hacerlo por creerse en posesión de la verdad. Pero hemos de hacerlo: encontrarse con el otro, en el camino de búsqueda de la Verdad, con mayúscula, es inherente a nuestro ser cristiano.
Gracias, de corazón, a cuantos seguís estas sencillas reflexiones que cada semana publica Padre Nuestro.
Pablo fracasó en su intento en el momento de anunciar la resurrección de los muertos, pero despertó el interés por el cristianismo en algunos de los presentes, quienes “se le juntaron y creyeron” Share on X