Vas al súper, de camino al trabajo, para recoger tu desayuno del lunes. Hoy toca ensaimada con cabello de ángel. Vanessa, entre otros dependientes, te recibe con una sonrisa de oreja a oreja, pues como siempre parece que te está esperando… ¡aunque sea lunes! “Hola, señor, muy buenos días. ¿Cómo has amanecido hoy?”, te propina con dulce voz de ángel, por si con su encantadora sonrisa no tuvieras suficiente. Te vas con la ensaimada y un bric de zumo de frutos del bosque. Seguro que así, estando en tu despacho atareado, soñarás con un paseo por el bosque encantado.
Al salir, casi tropiezas con un mamotreto que con su patinete se cree el rey de la selva, y te ha ido por los pelos a ti que te mandara al hospital, pero a él que ni la alcaldesa le llama la atención… por aquello de que las supermanzanas están para los aprovechados, y no para disfrutarlas viviendo en paz con tus conciudadanos. “¡Qué más da!, Perdónale, porque no sabe lo que hace”, rumias, y añades: “Lo sabrá mañana… cuando el ir al hospital a él le toque”.
Pasas por la papelería a comprar hojas y rotuladores de colores, que hoy toca colorear la vida para que tu cliente estrella sepa reconocer el valor de tu trabajo bien hecho. “¡Oh, no!”, exclamas en tu interior. “¡Gumersinda!”. Gumersinda es una dependienta de las de armas tomar, que siempre está de mala leche… y no digamos los lunes. Te acercas a ella, pero ella finge no verte y se dirige hacia el box interior, a ver si consigue hacerte esperar un buen tramo de tu día, pues así es como ella celebra los lunes: con mala leche, ya lo hemos dicho. Por eso, la muy mocosa consigue salirse con la suya, y te atiende su compañero al terminar los diez minutos de espera durante los que Gumersinda en su box se muerde las uñas mientras te mira a través del cristal espejado.
Y así, entrando y saliendo de tu despacho llegas al viernes. ¿Sabes cuál es tu rutina los viernes? ¡Estoy seguro de que lo adivinas! Por si la imaginación te falla, te diré que a primera hora entras en el súper, y Vanessa te cuenta, con todo lujo de detalles y su sonrisa de anuncio de dentífrico (pero a lo dulce), sus paseos por la campiña en su día anterior de fiesta, cuando te imaginaba a ti en tu bosque encantado, pues otras veces le has contado que te gusta tanto pasear por el bosque con tu cachorro de pastor. “Hoy es mi cumpleaños, y me gustaría que compartieras mi día con esta mermelada de moras silvestres que mi madre me elabora para celebrar mis días de cumpleaños. ¿Puedo regalarte una?”. ¡Cómo le vas a decir que no! “¡Muchas gracias, Vanessa! ¡Qué amable eres! Toma, te regalo una ensaimada de Mallorca para compartirla con toda tu familia”. “¡Oh, que bien, siempre había querido comprarme una!… Mi sueldo no da para más. ¡Muchas gracias! ¡Eres nuestro mejor cliente!”. Y así te vas con tu ensaimada individual bajo el brazo y tu zumo de frutos silvestres del viernes y un tarro de mermelada casera de tu delicada dependienta Vanessa. Pero no todo acaba aquí…
Al pasar por la papelería, sorprendes a Gumersinda al lado de la puerta, y cuando la saludas lo primero que hace es estirarse la espalda y sacar pecho, para parecer ese centímetro apurado más alta que tú del que se enorgullece, como hacen los que se creen tus competidores, aunque tú te sonrías. Es el nuevo sistema de coqueteo que tienen algunas mujeres en nuestra sociedad desquiciada, como si para ligar se hubiera de aparecer por encima del resto del corral, al modo del gallo cuando encalza a la gallina… y tanto machote que anda suelto por el fangal. Es la animalización de las relaciones personales, que ha llegado a un fin insoportable con los tejemanejes entre sexos del ser humano, que de “humano” tiene cada día menos. Y así, si ya de entrada la recepción que te hace Gumersinda es de “imagínate con qué te vengo hoy”, será fácil que adivines que sales de la papelería hecho un flan.
Tanto te ha impactado Gumersinda, que al saborear en tu despacho tu ensaimada sorbiendo tu zumo de frutos silvestres, sientes un no-sé-qué agridulce que te empasta tu recuerdo de Vanessa con tintes de tu infancia, cuando algunos sábados por la tarde de televisión se te retorcía el alma al sufrir por los dos contrincantes del ring de pesos pesados al tiempo que tu padre os decía a toda la familia que aquello que contemplabais embobados en televisión solo sucedía en los lejanos Estados Unidos de América, donde las personas que no vivían en rascacielos de lujo malvivían deambulando por las callejuelas prostituyéndose y tratando de llegar a sentirse como los vencedores del ring.
Ahora, unos tiernos años después, observas que el ring parece haberse diseminado por el planeta en un estado tan pero tan deplorable y desunido, que asusta pensar cómo será el futuro inminente que nos espera, con esa América perdida a la cabeza. Te lo confirma abrir la notificación que te entra en el móvil −inesperada como siempre, pero por ti tan ansiada− con un aviso para navegantes:
AMA, aunque no te amen
INSISTE, aunque te duela el alma
TRABAJA, mientras otros duermen
ESTUDIA, mientras otros se divierten
PERSISTE, mientras otros descansan
Y luego, VIVIRÁS lo que otros solo sueñan
…Pero observas que al artista de la reflexión le faltaba un renglón:
¡GUÁRDATE de la ENVIDIA que se escampa!
Y se te atraganta la ensaimada, que al toser empastas contra la pared. Ahí queda eternizada la marca de tu zumo de frutos silvestres, que parece decir:
“Para más pensar mañana… si es que lo llegas a vivir”
Twitter: @jordimariada
Unos tiernos años después, observas que el ring parece haberse diseminado por el planeta en un estado tan pero tan deplorable y desunido, que asusta pensar cómo será el futuro inminente que nos espera Share on X