Las apariciones de San José son menos frecuentes que las de la Virgen María o los santos más reconocidos, pero aún así han dejado una huella significativa en la historia de la fe cristiana.
La única aparición de san José reconocida por la iglesia tuvo lugar el 7 de junio de 1660. Aquel día San José se manifestó de manera singular en el monte Bessillon, en la localidad francesa de Cotignac.
Según los relatos transmitidos a lo largo del tiempo, en una jornada muy soleada, Gaspard Ricard, un joven pastor de apenas 22 años, pastoreaba su rebaño en las abruptas laderas del monte. El calor era sofocante y la sed, abrumadora. En ese instante, Gaspard percibió la presencia de un hombre a su lado, cuya imponente figura señalaba una gran roca cercana. Con asombro, el misterioso personaje se identificó como San José y le instó a mover la roca, prometiendo que hallaría agua debajo.
Un manantial de agua fresca
La incredulidad inicial de Gaspard se desvaneció ante la repetición del mandato. Confiando en la intervención divina, el joven pastor obedeció y movió la pesada roca, revelando así un manantial de agua fresca, donde sació su sed y encontró consuelo en medio de la aridez del entorno.
Emocionado por el milagro presenciado, Gaspard corrió hacia su pueblo para compartir la extraordinaria noticia. La comunidad, conmovida por el relato del joven pastor, inició rápidamente la construcción de una capilla en el lugar de la aparición, dando inicio a una devoción que perduraría a lo largo de los siglos.
La capilla fue erigida en 1663 y encomendada a los padres oratorianos, quienes construyeron un santuario alrededor del manantial, convirtiéndolo en un lugar de peregrinación y fervor religioso. La inscripción tomada del libro de Isaías, «Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación», adorna aún hoy el lugar, recordando el milagroso evento que transformó aquel paraje.
Intercesión
La visita celestial de san José a Cotignac se suma a otras notables apariciones marianas que tuvieron lugar en esta localidad. Desde entonces, numerosos fieles y matrimonios acuden a este sagrado lugar y piden la intercesión de san José para poder tener hijos, para agradecer las gracias recibidas y buscar consuelo en tiempos de aflicción. Las embarazadas, en particular, visitan el santuario para encomendar su gestación a la protección divina y expresar su gratitud por el don de la vida.
La historia de Cotignac, marcada por la presencia celestial de san José y la Virgen María, continúa inspirando a los creyentes de todo el mundo, siendo un testimonio de fe y esperanza en la providencia divina.