El porno es un negocio, pero es mucho más. No es desconocido el hecho de que a nivel mundial el porno es un gigante industrial que genera más de 97 mil millones de dólares anuales. Sus graves consecuencias lo han convertido en una plaga que carcome la sociedad. Se ha adueñado de todo hasta convertirse en un problema social, de salud, político y de educación.
El Código Penal español, en su artículo 186, penaliza la difusión de material pornográfico entre menores. Pero la realidad que vivimos es muy diferente. Los móviles y el acceso a internet en edades tempranas, la hipersexualización de menores, la denigración del sexo, han provocado un aumento exponencial del consumo de pornografía en mayores y menores de edad.
La plaga de la pornografía
Ante la alarmante situación, el Gobierno de España, quien ha tildado la situación de “epidemia”, impulsa la protección de menores frente al acceso a la pornografía en internet.
Concretamente, se trata de una ley integral, un pacto de Estado y unas herramientas de control para obstaculizar el acceso al contenido.
Nuevamente el gobierno nos regala “Pan para hoy y hambre para mañana”. Una medida disfrazada de una falsa tranquilidad de conciencia. Pues no deja de ser una medida insuficiente y en ningún caso ataja al toro por los cuernos. A esto se le llama poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias.
Un niño a los nueve años no busca porno, el porno sale a su encuentro constantemente. Por tanto, el control sobre la edad resulta insuficiente pues la verdadera epidemia social es la descontrolada conducta sexual humana. No hablamos solo del porno propio de video e imágenes en las redes sociales, sino de ese “porno” más sutil que igualmente se fija en el imaginario de niños y no tan niños: los anuncios publicitarios, el mundo de la música, las tendencias de la moda imperante… Todo da de comer al mismo gigante de la carcoma.
La sociedad ha dejado que le roben la moral pública, y la insalubre ventaja es que ya nada supone ningún riesgo. Todo lo que se diga o se haga forma parte del sentir o de la libertad del individuo o del relato políticamente correcto sobre la sexualidad.
La barrera entre lo normal y lo patológico se ha desdibujado, nos la han borrado disimuladamente. Solo en caso de atentar contra la ley, permanece, y no siempre, la distinción entre lo correcto y lo incorrecto.
El plan del Gobierno
“Pan para hoy y hambre para mañana”. Pues se trata de una medida que a los padres nos despoja de toda autoridad moral “Papá, ¿porque no puedo ver eso que dices que es tan malo pero que tu puedes ver?”. Y además se sigue consintiendo y legitimando en el mundo adulto cualquier tipo de consumo pornográfico sin añadir ningún tipo de apreciación moral. Todo lo que se aparta de la recta conciencia, queda a expensas de las exigencias del enfoque político que condicionan la autopercepción del propio comportamiento.
La plaga de la pornografía exige tratar el tema con integridad. Esto es lo que necesita la sociedad. En vez de proporcionar constantemente argumentos ideológicos y carentes de fundamentación, como se está haciendo en las aulas, con un claro enfoque de libertinaje, ¿no sería mejor proporcionar a niños y jóvenes una educación sexual en la que aparecieran todos los pilares morales y los componentes verdaderos de ésta? Como dijo Benedicto XVI, “lo que se necesita es una pedagogía adecuada del deseo.”
¿No sería mejor dar respuesta social a aquello que se busca en la pornografía, como sanación de heridas afectivas, huida de la realidad, control del deseo, entre otros, de una forma más directa, real, integral y fundamentada? “El cuerpo humano revela la persona interior para aquellos que tienen ojos para ver” (Christopher West).
Como sociedad, tenemos dos opciones; o ser unos adictos y aspirar a los placeres del mundo o apuntar a resolver la desventura humana y abrirla a Dios.“No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Jn 3,17).
En conclusión, a causa de la pornografía están en juego las vidas y almas de un alto porcentaje de la ciudadanía. Por tanto, debemos de exigir al gobierno promulgar leyes sanas, revisar y clarificar las ambiguas o contrarias y no olvidar la importancia de reforzar las leyes que ya existen.
Como sociedad, tenemos dos opciones; o ser unos adictos y aspirar a los placeres del mundo o apuntar a resolver la desventura humana y abrirla a Dios Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Muy cierto lo de que «No hablamos solo del porno propio de video e imágenes en las redes sociales sino de ese “porno” más sútil, etc.». De esa clase de porno también hay en Forumlibertas.com:
https://www.forumlibertas.com/tu-punto-g/
¿Cómo era aquello de la paja en el ojo ajeno?