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El espíritu de la filosofía medieval, de Étienne Gilson

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Étienne Gilson es uno de los historiadores de la filosofía más honestos. Gracias a ello y a su erudición y competencia consiguió revitalizar el decaído pensamiento cristiano y contribuir al renacimiento del “tomismo”.

Ediciones Rialp está consiguiendo que la “Biblioteca del Cincuentenario” se convierta en una obra de referencia necesaria para todo el que quiera tener acceso a obras que, para el católico culto son, en su mayoría, de lectura obligatoria.

Pero dentro del buen hacer de esta colección cabe subrayar aún más el acierto de incluir esta obra del conocido filósofo francés. Aunque el texto recoge una serie de conferencias pronunciadas por Gilson en los años 1931-1932, la obra tiene un aspecto tan acabado, que conocer su origen resultaría anecdótico, a no ser porque en ellas el autor perseguía, y consiguió en gran parte, salir en defensa de la filosofía medieval.

Es sabido que para muchos autores, que se mueven en parámetros racionalistas e ilustrados, no exentos de prejuicios anticristianos, la filosofía pasa de la antigüedad clásica a la edad moderna. Si bien en los últimos años se ha conseguido una cierta rehabilitación de esa época, toda ella transfigurada por la fe, es suficiente con analizar los temarios de las actuales Pruebas de Acceso a la Universidad, para darse cuenta de que, en filosofía, han desaparecido casi 15 siglos de la historia. Por ello, y porque las ideas ambientales acaban influyendo más de lo que parece en el pensamiento común, es bueno leer este libro que, de alguna manera, es ya un clásico y que junto con El ser y la esencia, es una de las obras principales de su autor.

Gilson parte de la siguiente definición: “Llamo filosofía cristiana a toda filosofía que, aun cuando haga la distinción formal de los dos órdenes, considere la revelación cristiana como un auxiliar indispensable de la razón” (p. 41). Al hacer esta afirmación Gilson no dice, ni los medievales lo pensaban, que la razón fuera incapaz de conocer por sí misma, sino que señala que estos pensadores se dejaron iluminar por la fe y ello potenció el uso de la razón. De esa manera, ni san Agustín bautizó a Platón, ni santo Tomás hizo lo propio con Aristóteles, sino que más bien ambos fueron capaces de llevar a su plenitud lo que estaba en germen en la obra de los grandes pensadores griegos.

Algunas verdades reveladas, como la Creación o la definición que Dios da de sí mismo (“Soy el que es”, Ex 3,14), influyeron definitivamente en la comprensión de la naturaleza de Dios y del mundo. La filosofía cristiana, por ello, es una filosofía del Ser, Dios por sí mismo, y la realidad creada por participación. La fecundidad de esa aseveración para todo el pensamiento ha sido grandiosa, porque ha permitido entender, sobre todo en los desarrollos de santo Tomás, la relación entre los seres contingentes y el Ser necesario, así como la bondad, el orden social ordenado a Dios y que la misma plenitud del hombre consiste en la amistad con Dios a la que está llamado porque Dios no ha creado por necesidad de naturaleza sino por pura liberalidad (para comunicar su bondad).

A lo largo de las páginas del libro, que de algún modo es un resumen de la filosofía cristiana, un compendio de la medieval (abstracción hecha del pensamiento árabe y judío), y una buena introducción a quien quiera adentrarse rectamente en los estudios teológicos, Gilson desarrolla temas capitales como el conocimiento, el amor (con grandes referencias al pensamiento cisterciense, donde san Bernardo y Guillermo de Saint-Thierry reconstruyen todo el itinerario clásico y lo llevan a su plenitud), el problema del mal, la antropología, la moral, la vida social, el concepto de historia…

Quien lea este libro se verá libre de prejuicios contra el pensamiento medieval: lo que parecía oscuro se verá claro y descubrirá, detrás de ese velo de tinieblas que algunos se han empeñado en tejer, quizás lo más grande a que ha llegado el espíritu humano usando de su razón. La lectura de este libro, especialmente en seminarios y casas de formación, ojalá también en las universidades, contribuirá sin duda a enlazar con una fecunda tradición de pensamiento que, como señala el autor, perdió su fuerza en el momento en que las escuelas se pusieron a discutir sobre palabras sin referirlas a la Sabiduría.

EL ESPÍRITU DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL
Étienne Gilson
Rialp
448 págs.
22,00 €

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