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Bon Nadal! Pero… ¿por qué podemos decir Bon Nadal?

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Este es el mensaje de una amiga, casada (y abandonada por el marido, que no ayuda en nada) con 4 hijos (uno enfermo con muchas limitaciones); otro hijo lo perdió con dos meses de vida. Y me escribe esto el mismo día de Navidad.

¡Hay esperanza!

“Feliz Navidad queridos amigos!!

¡¡Feliz Navidad para ti!!

Me gustaría compartir contigo la alegría de celebrar la Navidad, la esencia de la Navidad, sin regalos, sin recuerdos bonitos o tristes, sin toda la compañía que tengamos alrededor, sin toda la capa superficial que la acompaña, yendo al fondo del sentido de celebrar la Navidad, porque todo lo demás es una pasada si lo hacemos con su sentido original, pero se queda vacío si nos olvidamos de por qué regalamos o por qué nos juntamos.

Quiero recibir como se merece al pequeño niño Dios. Deseo decirle que sí con sencillez y abrirle de par en par mi corazón… tenerlo todo limpio y preparado para recibirle y acogerle como se merece…

Pero resulta que en mi vida está todo patas arriba y de lo que más me doy cuenta es de lo desastre que soy, de mi inconstancia y mi imperfección… de mis límites…

Cuánto me gustaría hacerlo todo bien para Él… pero en vez de angustiarme por hacer las cosas mal, la vida se vuelve algo bonito y digno de vivir en el momento en que me doy cuenta de que no tengo que hacer nada más que decirle que Sí…, ya que es Él el que decide venir a mí, nacer en mí, sabiendo lo que hay. Él ha decidido nacer en un pesebre pobre y sucio, sencillo y sin brillo, en vez de en un palacio.

Y entonces puedo respirar y todo se convierte en un regalo. Qué misterio tan grande que la Navidad, el nacimiento de Cristo, es el único cumpleaños que celebro cada año, en el que lo más importante no es lo que le regalo yo a Él, sino lo que me regala Él a mí… el recuerdo anual de su inmenso amor por mí, su presencia y compañía en cada instante de mi vida… su promesa cumplida de saciar mi deseo de felicidad.

Porque… ¿Qué le regalo yo al Señor en el día de su cumpleaños? Solo puedo regalarle mi sí, de una manera libre y sincera, que es nada y a la vez es todo lo que tengo.

Cristo cada año me pide permiso para nacer de nuevo en mí, aunque yo no lo merezca, solo basta que le diga que sí.

Gracias Señor, por venir, por quedarte, por no darme por perdida… cada año, sin cesar, sin cansarte de mis fallos e imperfecciones.

Señor, tienes mi sí, porque contigo…

¡¡Qué bonita es esta vida!!”

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