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Judaísmo (4): Lo esencial de la religión judía

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Los dogmas judíos son peculiares, no provienen de su dependencia con la religión de pueblos colindantes, y son: la trascendencia de Dios, la actividad divina en la creación, la providencia divina por su pueblo y las personas hijos suyos, el juicio al final de la vida por las obras de cada uno, la libertad humana, la elección de Israel como pueblo suyo, la venida escatológica del Mesías, la resurrección de los muertos y el mundo futuro.

Yahweh es el nombre del Dios judío: es etimológicamente luz, cielo, divinidad celeste, luminosa. El viento y la brisa y la luz son reflejo de su gloria, su vestido. Las teofanías van acompañadas de fuego o relámpagos en otras ocasiones. Es una divinidad masculina, pues en hebreo no existe la palabra “diosa” a diferencia de los pueblos colindantes que sí tienen diosas. Además, parece un dios en soledad, pues a diferencia de los demás dioses de pueblos circundantes, que tienen esposas y familia, Yahweh es único; que además no tiene otros dioses con que relacionarse, y no tiene forma humana, es un dios espíritu, que al no ser corporal tampoco tiene sexo.

Y la tradición sacerdotal, de mediadores, corresponde a hombres: aunque haya profetisas como Débora, Judith y varias reinas, ninguna tiene papel de sacerdocio (por ejemplo, no lo será la hermana de Moisés y Aarón).

En la tradición judía, Dios es Padre, y trascendente a la vez (lejano). Su justicia prevalece normalmente sobre su misericordia (aunque hay escritos como salmos y algunos profetas en los que prevalece la misericordia).

No tiene el judaísmo la visión rígida que encontramos en otras religiones celestes.

La paternidad divina es formulada con expresiones de amor y ternura. Es una paternidad hacia el pueblo en conjunto, pero también hacia las personas, que “se glorían de tener a Dios por Padre” (Sabiduría 2,16-18, aunque este libro escrito en Alejandría sobre el 50 a.C. no es aceptado por la línea oficial desde que los fariseos a finales del s. I d.C. establecen un canon eliminando ciertas Escrituras griegas, pensando que no tienen original hebreo).

Dios es trascendente. El episodio de la zarza ardiente en la presencia de Dios es claro, es un dios lleno de poder, y mirar a Dios cara a cara es morir. Es lo “tremendo” del yahvismo, el resonar de los truenos del Sinaí, los rayos y los cuernos de Moisés como signo de la potencia divina y del intermediario ante Dios. Así por ejemplo leemos del pueblo, ante la teofanía: “Y atemorizados, llenos de pavor, se estaban lejos” (Ex 20,18).  Las manifestaciones divinas, epifanías de Yahweh, provocan una reacción del vidente: taparse los ojos para evitar la muerte, y por parte divina unas palabras de aliento de Yahweh con la promesa de la asistencia (alianza). El temor ante la majestad divina perdura, aunque se mitigue el aspecto de “tremendo”. Por eso no pronuncian el nombre de YHWH (con las vocales, de época posterior: Yahweh) y se sustituye por Adonay, Kyrios en la versión griega (Señor).

El antropomorfismo de Yahweh es una nota clara, pues, aunque no tiene esposa ni hijos, se le atribuyen acciones humanas: oler, tener boca o pies, labios o brazos, lengua y ojos, rostro y espalda; al igual que sentimientos como la ira o compasión, arrepentimiento… pero al no tener forma humana, se prohíbe construir imágenes suyas, al ser espíritu no quieren que se confundan con ídolos de pueblos de alrededor.

El yahwismo, religión étnico-política

Se trata de una religión que no sólo es espiritual, sino que también reglamenta la vida civil, el modo de vivir la cultura, hasta el punto de que su literatura es fundamentalmente religiosa y en torno a sus Escrituras. Si esta mezcla pasó al cristianismo durante un tiempo en cuanto a unión entre las realidades eclesiásticas y civiles, poco a poco se fue dilucidando una secularidad y distinción de los dos órdenes (el religioso y el civil), pero en eso los musulmanes en general lo siguen siguiendo, la forma cultural y social que determina la religiosidad.

Es una religión profética, donde Dios que usa mediadores, a partir de Abrahan (XIX-XVIII a.C.), y señalará la circuncisión como señal de pertenencia al pueblo. Jacob sería padre de las 12 tribus de Israel (su nuevo nombre: Ex 32,29), y señala en sucesivas alianzas “Yo soy el Dios de vuestros padres”, “el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob”.  Alianza promulgada de modo solemne en el Sinaí con las dos tablas de la ley, y aunque el pueblo sea infiel en muchas ocasiones, se renueva siempre la alianza por medio de los distintos profetas, con el mensaje claro de que su don no se revoca: “yo seré vuestro Dios y vosotros mi pueblo”.

En esos tiempos, como hemos dicho lo civil y religioso van unidos, primero bajo la autoridad de los Jueces, luego con los Reyes, pero siempre con un profeta al lado o cerca del pueblo. Se va formando también la idea de un Mesías salvador, profetizado como hijo de mujer, nacido en Belén, varón de dolores, justo paciente por todos… pero se ve enseguida no como algo meramente espiritual sino con un carácter político, como liberador y caudillo, que en la época de las dominaciones griega y luego romana será el que libra de toda dominación extranjera.

Es también una religión de salvación, no para unos pocos sino para todo el pueblo, salvación comunitaria, y no individual (como erróneamente se interpretó en algunos casos, pienso por ejemplo entre muchos cristianos en una espiritualidad más individualista donde se juzga solamente al alma cuando se pesan las obras buenas y malas). Como hasta los tiempos próximos a la llegada de Jesús (siglos III-II a.C.) no tienen aún una fe en la resurrección personal, no miran una subsistencia sombría en el sheol tras la muerte (aunque ya en tiempos de Jesús tienen idea de un purgatorio, véase la parábola de Lázaro y Epulón).

Pragmatismo religioso. Es pensar en lo que funciona, los efectos prácticos. Por eso la diáspora supuso un golpe fuerte para su religiosidad, como también los fracasos bélicos o la deportación a Babilonia. La providencia divina está asociada a una cierta moral del éxito: “Tuvimos abundancia de pan, estuvimos alegres y no vimos mal alguno” (Jeremías 44:17), pero Jeremías quería llevarlos a una visión más alta, que no dependa de esos éxitos terrenales (Jeremías 44:18).

De la alianza surgen unos derechos y unas obligaciones: Dios pedía obediencia a su ley, y ofrecía su bendición fructífera en el pueblo. El Arca de la Alianza contenía sobre todo las dos piedras de la ley, que señala la presencia del Altísimo a través de esos recuerdos, y para albergarla se construyó el Templo de Jerusalén en tiempos de Salomón: ese templo es garantía de prosperidad material y espiritual (a partir de la revelación de la resurrección, será sobre todo escatológica), y el pueblo tiene que responder con fidelidad ante un Señor celoso, que no admite otras divinidades.

Hubo catástrofes, deportaciones, invasiones, y un continuo resurgir con consciencia de lucha pues si se conserva la fidelidad habrá éxito. Es la moral del éxito que pasó luego a protestantes que señalan como signo de predestinación el éxito; y también pasó a Norteamérica con la idea del “hombre que se hace a sí mismo”. Hay detrás de los relatos una teología de la historia. A mi entender, que aún no se había revelado la resurrección de las personas en su alma individual, tenían una vaga noción de permanecer en el seno de Abaham, pero sin esa certeza en que más allá de esta vida habrá otra mejor para siempre; y por eso se acogen al éxito de la vida terrena, y del pueblo de Israel. Cuando Jesús lleva a la plenitud esa fe en la resurrección (que ya tenían los fariseos, pero no así los saduceos) el pragmatismo se difumina en un reino que no es de este mundo, y el mesianismo toma otro cariz.

Notas del yahwismo

 Monoteísmo. Al igual que en sitios de África y Australia, venera un dios único, pero lo raro es que está rodeado de pueblos politeístas: moabitas, amonitas, cananeos, mesopotámicos, egipcios, hititas… aunque esto que dicen los libros no sería totalmente cierto si hubiera coincidencia con Zaratustra, también conocido como Zoroastro, profeta y filósofo persa que vivió en algún momento entre el siglo XVII y el siglo VI a.C. (Si es cercano a Abrahan, podría establecerse una relación entre los dos. Si es posterior, puede tener influencia del judaísmo en él…).

Zoroastrismo

Se le atribuye a Zaratustra la fundación del zoroastrismo, una antigua religión que tiene características distintivas, incluido un fuerte énfasis en el monoteísmo. En el zoroastrismo, el dios supremo es Ahura Mazda, considerado el creador del universo, el ser supremo y la fuente de todo bien. Zaratustra predicó la adoración exclusiva a Ahura Mazda (dios supremo, considerado como el ser benevolente y sabio que gobierna sobre el universo) y rechazó la adoración de múltiples dioses, marcando así una ruptura con las prácticas religiosas politeístas que eran comunes en la región en esa época.

Los conceptos clave en el zoroastrismo incluyen también Angra Mainyu (Ahrimán), fuerza del mal en el zoroastrismo, que, aunque no es un dios opuesto a Ahura Mazda en el mismo sentido que en algunas religiones dualistas, representa la fuerza destructiva y el caos (en el libro de Job vemos cierta similitud). Hay un dualismo ético, pues, aunque Ahura Mazda es supremo, el zoroastrismo presenta un dualismo ético entre el bien y el mal. La humanidad se ve atrapada en la lucha entre estas dos fuerzas, y se insta a las personas a elegir el bien sobre el mal.

El Juicio final y la resurrección están también presentes, como entre los judíos: creencia en un juicio final donde las almas son juzgadas por sus acciones en la vida y son recompensadas o castigadas en consecuencia. El zoroastrismo tuvo una influencia significativa en las religiones posteriores, y algunas de sus ideas se reflejan en el judaísmo, el cristianismo e, indirectamente, en el islam. A lo largo del tiempo, el zoroastrismo ha disminuido en número de seguidores y actualmente es practicado por comunidades relativamente pequeñas, principalmente en Irán e India.

En esa tierra de Caldea fue donde nace Abrahan, que emigró desde Ur, ciudad donde eran idólatras, y él por revelación divina fue monoteísta, en un ambiente politeísta son las dos religiones monoteístas.

En Moisés, esta fe se concreta con la manifestación de Dios “el que es” (en forma verbal que significa también “el que será”): “Yahweh es el Dios verdadero y no hay otro Dios fuera de él” (Deuteronomio 4,35). “La creencia israelita en un solo Dios, personal, trascendente, ético, providente, justo y misericordioso es uno de los grandes interrogantes de la historiografía religiosa de la humanidad”1, de ahí que se defiende su revelación divina.

Naturaleza ética y moral de Yahweh 

En muchas religiones de alrededor de los judíos, no hay una divinidad que sirva de referente ética a la humanidad; así, en el panteón griego, el politeísmo tiene mucha inmoralidad, sus divinidades parece que no tienen más prerrogativas sobrehumanas que la inmortalidad y su poder. Platón criticó esa visión de las divinidades, nefastas para una educación de la juventud, y por eso prohibía en este sentido a Homero y los poetas que mostraban esos dioses tan maleducados.

Cierto que la profecía en Israel puede relacionarse como las mediaciones que aparecen en otras religiones, y así el dios Apolo es administrador de la ley de Zeus entre la humanidad, pero no hay mucha similitud entre las dos (basta ver la Odisea o cualquier otra literatura de la época). Pues en esas religiones, al igual que las divinidades telúricas, las orgías sexuales iban de la mano de actos de culto: fiestas dionisiacas, báquicas, de los Baales cananeos… aquí en cambio vemos a un Dios santo: Yahweh es puro, moralmente bueno, sin pecado, y esa santidad pasa a su pueblo: “sed santos, porque yo, Yahweh, soy santo” (Lev 19,2).

En Oriente se atribuye a la divinidad la legislación, y esto es parecido a la tradición de Israel. Hammurabi dice que recibe de Dios su código, como hiciera Moisés; esto pasó a Grecia también, donde Zeus el legislador y Apolo el mediador que condiciona esas leyes, de ahí que el emperador romano, siguiendo esa idea del mediador, quisiera tener títulos divinos haciéndose mediador entre el cielo y la tierra y tomando rango de dios.

La Revelación

Abrahan (XIX-XVIII a.C.) recibe una revelación, la palabra de Dios, y también otros patriarcas como Jacob, y Moisés (XIII a.C.) y otros profetas. Aquí no se trata de una emanación de tipo hinduista panteísta, ni resultado de una experiencia chamanística como Mahoma y sus viajes en espíritu a Jerusalén y más allá (con la visión del libro sagrado colocado en el cielo junto al trono de Alah), ni es fruto de una experiencia interior o concentración religiosa (como Buda, Jina, o Mani), sino una vivencia de relación con Alguien, Moisés se encuentra con “El que es”.

Se trata de una experiencia religiosa personal, con una fuerza que no la vemos ni en Egipto o Mesopotamia; sí lo encontramos más tarde, en Buda, Jina o Zarathrusta (aunque dudemos de la fecha de este último que podría ser anterior), todos ellos en torno al s. VI a.C., curiosamente en un mismo tiempo se reúnen o aparecen, cada uno en su ambiente, varios de los principales fundadores de experiencias religiosas.

Es curioso que los escritores bíblicos (hagiógrafos) no entendían el sentido completo de los libros bíblicos, sólo con el tiempo se ven otros aspectos a ellos ocultos.

Contexto histórico y cultural

En historia, como en la comida, podemos decir que cada plato hay que comerlo “con su salsa”, en el sentido de que el ambiente de la época determina el modo de concebir no sólo la religiosidad sino los modos culturales de expresarla. Con frecuencia se habla en aquel entonces del dios terrible de la Torah, pero es que como tantas otras cosas hemos de verlas dentro del contexto histórico-teológico en el cual nació, y tener en cuenta ese ambiente histórico sociocultural, sin el cual no se entienden muchas cosas.

Por ejemplo, si leemos Génesis 1 veremos que se habla de dominar la tierra, y todo está muy ordenado hacia ese dominio del hombre sobre lo creado. Es un texto de la época de zigurats, de los arquitectos, de organización de la sociedad, hay un esquema en que Dios construye la creación como si fuera un pastel, y se da al hombre –la guinda del pastel-, ese “dominio” sobre la tierra: eso marca el progreso. Pero si vemos solo eso parece un permiso a que seamos depredadores de la tierra. En el capítulo 2, más antiguo, en el contexto de una sociedad de alfareros, vemos que Dios hace del barro al hombre, va improvisando sin un plan preestablecido, arreglando las cosas cuando estas suceden: forma al hombre del fango, y cuando el hombre se siente solo le da de su costilla (androgenismo curioso e interesante) a la mujer.

Ya sabemos que toda visión antropomórfica de Dios es incompleta, pero en su condescendencia Yahweh se va revelando al paso de los hombres, según su modo de hablar y de entender las cosas… Así, en Génesis 2 (más antiguo) la visión de Dios más ecológica, que va al paso del hombre y le anima a cuidar la creación. En una interpretación, podemos ver el complemento del progreso, el sentido de la providencia, de cuidar la tierra como Dios nos cuida a nosotros.

Detrás de los relatos, están unas verdades religiosas, como la creación divina en el tiempo, o que las cosas y sobre todo los animales cobran un sentido cuando se les da un nombre, y que la persona humana está hecha a imagen de Dios.

El yahvismo israelita, prehistoria del cristianismo2

Todo ello no pertenece solamente al legado judaico sino también cristiano, como vemos en estas palabras de Jesús: “No penséis que he venido a derogar la ley y los profetas; no he venido a derogarlos, sino a llevarlos a su plenitud” (Mateo 5,17). Es como si el cuadro del Antiguo Testamento requiriera el pincel de un maestro para completarlo. Pero los judíos aún esperan al Mesías, no admiten a Jesús. En todo caso, Jesús fue un judío y de esa religión judía se ha injertado su doctrina, por eso es esencial para los cristianos, como también para los musulmanes.

Religión judía 3: Israel y Palestina, pelea entre dos pueblos hermanos que no saben que lo son

Platón criticó esa visión de las divinidades, nefastas para una educación de la juventud, y por eso prohibía en este sentido a Homero y los poetas que mostraban esos dioses tan maleducados Share on X

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • La religión judía es ritual. Se basa en varios cientos de normas de obligado cumplimiento

    Responder
    • Llucià Pou Sabate
      29 diciembre, 2023 22:17

      Hola Susana, como bien dices la tendencia de muchos es al ritualismo, pero como bien dice Jesús la religión judía verdadera tiene los rituales y lo esencial es la interioridad espiritual: si bien la observancia de rituales es fundamental en la vida religiosa judía (leyes dietéticas como el kashrut, observancia del Shabat y festividades como la Pesaj y Yom Kipur, etc.), dan una estructura para la vida cotidiana y conectan a los judíos con su herencia y tradición. Así, la Torá incluye seiscientos trece mitzvot, mandamientos guía para una vida justa y piadosa.
      Pero la religión judía también enfatiza la interioridad espiritual: conexión personal con lo divino, reflexión sobre la ética y la moralidad, y búsqueda de una relación más profunda con Dios a través de la oración y la contemplación. Los profetas se encargan de recordarlo continuamente: «misericordia quiero y no sacrificio» ponen en boca divina (no ritos sino caridad con pureza de corazón, pues el tema del «prójimo» ha sido un caballo de batalla que dura hasta hoy); esa integridad moral y ética con interioridad es fundamental en la auténtica tradición judía, aunque Jesús ataca los que no lo ven y se quedan en el ritualismo (ciertos fariseos hipócritas).

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