Este año de 2023 es de múltiples conmemoraciones de textos básicos para vivir, dotados de horizonte de sentido en estos tiempos revueltos, propios de toda transición, que nos llevarán a una situación infernal o a recuperar nuestra condición plena de seres humanos. Dependerá en gran medida de nuestra acción guiada por nuestras oraciones.
Conmemoramos el 30 aniversario de la encíclica que nos ayuda a seguir el camino de la verdad, a reconocerla y a luchar por ella, la Veritatis splendor.
También se trata del 25º aniversario de la encíclica Fides et Ratio (FR) ambas del Papa San Juan Pablo II, y que constituye una de las declaraciones eclesiales más importantes sobre la fe y la razón, que ahora necesitamos como agua de mayo, y que señala que la revelación introduce una certeza universal y última en la historia; la afirmación de que existe una estructura de logos en el cosmos mismo, mediador de la verdad.
los teólogos deben entablar una discusión con toda la tradición filosófica
Y al lado de esta afirmación, otra que la complementa: los teólogos deben entablar una discusión con toda la tradición filosófica «esté o no en consonancia con la Palabra de Dios». Y en el trasfondo, la promoción de santo Tomás de Aquino como el teólogo paradigmático.
Pero, todavía hay una tercera obra, profana, de gran éxito y de rabiosa actualidad, a pesar de tener algunas décadas más en sus espaldas. Me refiero a La abolición del hombre, publicada en 1943 como libro compuesto por tres conferencias que C.S. Lewis pronunció en la Universidad de Oxford.
Una vez más, la modernidad, vástago de la Ilustración, aparece como la gran responsable de estos tiempos revueltos, por utilizar el concepto de Arnold Toynbee en su Estudio de la Historia, y que podríamos leer como una secuela del gran clásico de Alasdair MacIntyre, Tras la Virtud.
Está por escribir el gran diagnóstico de nuestro tiempo a partir de la articulación de todos estos textos fundamentales, junto con otros que los acompañan y ayudan a mostrar con razón, verdad, claridad y suficiencia, las causas del gran caos humano en el que nos han sumergido. Es necesario para evitar que solo existan posiciones reactivas sin más, de las que difícilmente surgirá una alternativa, de la misma manera que la potente reacción a la injusticia social manifiesta, aparejada al surgimiento de la modernidad, engendró.
No necesitamos a un “Marx” sino más bien a un Aquinate o, al menos, el desarrollo en términos populares y políticos de su concepción filosófica y teológica.
MacIntyre clama la inutilidad de esperar a Godot, en la última página de Tras la Virtud, citando la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot: “Estragón: ¿Qué haremos mañana? Vladímir: Lo mismo que hacemos todos los días, Estragón. Intentaremos sobrevivir».
En la obra de Beckett, los personajes de Estragón y Vladímir están atrapados en un ciclo de espera y frustración. Están esperando a un hombre llamado Godot que nunca llega. MacIntyre interpreta esta situación como una metáfora de la condición humana en la modernidad. Los individuos se encuentran a menudo perdidos y desorientados. Están esperando algo, pero no saben qué es. Y MacIntyre cierra la obra apelando al gran constructor de la cristiandad, San Benito.
En un plano bien distinto, absolutamente secular, Antonio Negri, en su Imperio, necesita de San Agustín, incluso de San Francisco de Asís para construir su alternativa global.
Y así, podríamos seguir con obras y autores que muestran, desde perspectivas muy distintas y análisis históricos, filosóficos, incluso económicos, lo que ya sabemos: cuándo empezó el inicio de los tiempos revueltos, en la Ilustración y la modernidad, y en su muy vigente proyecto de liquidar a Dios de nuestra consciencia social y personal.
Pero, volvamos a C.S. Lewis y la obra que ahora cumple 80 años, pero cuya actualidad es imperativa.
En La Abolición del hombre sostiene que la modernidad está llevando a la destrucción de la esencia humana. Lewis identifica dos tendencias principales que están contribuyendo a esta abolición:
- El relativismo: la creencia de que no hay verdades absolutas, sino que todas las verdades son relativas a los individuos o a las culturas. Y aquí tenemos la necesaria referencia de Veritatis splendor.
- El cientificismo: la creencia de que la ciencia es la única fuente de conocimiento válido, y podemos acudir a Fides et ratio.
Porque Lewis, en definitiva, proclama que:
- El hombre es un ser moral: el hombre tiene una naturaleza moral que le obliga a distinguir entre el bien y el mal.
- Los valores morales son objetivos: los valores morales no son relativos a los individuos o a las culturas, sino que son universales.
- La ciencia no es la única fuente de conocimiento válido: la ciencia es una herramienta valiosa, pero no es la única fuente de conocimiento.
Por su parte, MacIntyre propone la reconstrucción de las tradiciones morales, que proporcionan a los individuos un sentido de propósito y orientación. También les enseñan cómo vivir de manera virtuosa. La reconstrucción de las tradiciones morales es un proceso difícil, pero necesario. Es la única forma de evitar que la modernidad destruya la esencia humana.
Porque ahora nos encontramos no tanto en una batalla por la Biblia, sino en una batalla por el cuerpo
Y aún nos quedaría una última referencia sobre la que escribía en First Things, Carl Trueman en La Batalla por el cuerpo “si como el siglo IV luchó con la doctrina de Dios, el quinto con la cristología y la naturaleza de la gracia de Dios, y la era de la Reforma con los sacramentos y la salvación, así nuestra época lucha con la cuestión de la antropología. ¿Qué significa ser humano? Más específicamente, ¿qué significa ser un ser humano encarnado? Porque ahora nos encontramos no tanto en una batalla por la Biblia, sino en una batalla por el cuerpo».
Porque es en este ámbito donde se libra la cuestión de lo que significa ser hombre y ser mujer, de los fines de nuestro cuerpo y, por ello, de la pederastia, la prostitución y la pornografía, de las grandes y crecientes adicciones de todo tipo. De este Moloch contemporáneo, al que se sacrifican miles y miles de víctimas, el aborto, y también la eutanasia, la propia naturaleza sexual del ser humano, solo hombre y mujer y de la misión de sus órganos sexuales.
Vivimos en la decadencia desordenada de un tiempo que fue de grandeza y también de grandes miserias. Como escribe en A Secular Age. Por un lado, la modernidad ha traído consigo grandes avances en la ciencia, la tecnología y la prosperidad material. Por otro lado, la modernidad también ha llevado a la pérdida de la tradición, la comunidad y el sentido de propósito. Y en eso estamos.
¿Hasta cuándo esperaremos para aportar la necesaria respuesta?
¿Qué significa ser un ser humano encarnado? Porque ahora nos encontramos no tanto en una batalla por la Biblia, sino en una batalla por el cuerpo Share on X