Desde hace varios siglos, en todo análisis del trasfondo de la acción política y de la mentalidad y del sentido ético de quienes se dedican a estas tareas, nunca falta la alusión a Maquiavelo. Él da principios (amorales, como mínimo) y claves prácticas para conseguir y retener el poder. La mentira es un recurso para utilizar cuando convenga.
A mediados del siglo XX, el mexicano Ruiz Cortinas escribió que “la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos”, idea que reproduce el escritor Carlos Fuentes en su libro “Manual del perfecto político”.
Posiblemente, tener la capacidad de no hacer gestos ni despeinarse lo más mínimo tragándose gigantescos “sapos” sea lo que evidencia el nivel ético de un político. Algunos, además, no solo se tragan estos anfibios de piel reseca y áspera, sino que los crean y se los tragan ellos y los que con ellos negocian.
En las últimas semanas, estamos inmersos en la negociación para formar Gobierno en España. Pedro Sánchez intenta que diversas formaciones políticas, incluidas independentistas que actúan activamente para separarse de España, apoyen su investidura. Cuando escribo ya se ha llegado a un acuerdo con ERC y BNG, aunque siguen las reales o ficticias resistencias de Junts per Catalunya y la negociación con el PNV.
En modo alguno entraré en este campo político concreto, aunque me cause cierta perplejidad lo que ocurre. Tengo claro que estos asuntos son opinables. Más que a lo coyuntural desearía ir al fondo ético, porque tengo muy claro lo que es opinable y lo que no.
Ni la unidad de España, de un lado, ni tampoco la independencia de alguno o algunos de los actuales territorios que la componen, de otro, son dogmas de fe. Ni es pecado ser unionista, ni tampoco independentista. Lo será en uno u otro caso en función de cómo actúen, quizás con violencia o engaño, no por el sentimiento patriótico que cada uno tenga. Las fronteras pueden cambiar, y para darse cuenta basta una mirada en paralelo a los mapas de Europa de antes de la Primera Guerra Mundial y de la actualidad.
Tampoco entro en si son o no correctas las contraprestaciones que se dan en las negociaciones, ni en valorar las habilidades de unos y otros para sacar tajada de la situación, ni si saldrá el Gobierno que pretenden formar. Me parece más importante referirse a lo prepolítico, a las bases éticas de lo que se negocia y la forma en que se hace.
El panorama es para que alucine cualquier persona con principios firmes, sea cual sea su visión política, si es capaz de observar con cierto distanciamiento y sin sectarismo.
Resulta que, en infinidad de ocasiones, en programas electorales y durante meses o años, se asegura y se repite por parte del propio Gobierno o de alguno de sus miembros que un asunto es inconstitucional, y, de golpe, de la noche a la mañana, ya es constitucional porque conviene tener los votos de otro grupo. Sin haber hecho cambios en el texto de la Carta Magna.
Se afirma mil veces en las Cámaras legislativas, en las declaraciones públicas, en los medios de comunicación, que tal o cual traspaso no es posible a una autonomía porque la ley vigente establece que es una competencia estatal. Pero lo que ayer era así, con la nueva madrugada resulta que es perfectamente factible el traspaso. Y la ley no se ha modificado.
Personajes de los que se ha afirmado repetidamente que están fuera de la ley, que han cometido tal o cual delito, que han de comparecer ante la justicia, resulta que en horas se convierten en honorables y sujetos de todas las consideraciones, sin que las normas jurídicas hayan sufrido cambios.
Podría continuar. Solo quiero añadir que salvaguardar a unos implica, como mínimo, desautorizar a otros, o incluso culpabilizarles.
No entramos tampoco en si los acuerdos para la investidura son adecuados o improcedentes, si resultarán beneficiosos o no, pero sí resulta incuestionable un elemento fundamental: la verdad ha desaparecido del horizonte. Lo que hoy es malo, mañana es estupendo, o a la inversa. Lo que dije ayer le doy hoy la vuelta al completo. Y lo afirmo con la misma firmeza sin que me tiemble la lengua ni mueva una ceja. Y mañana puedo decir otra cosa. Los “sapos” entran y salen con más facilidad que un caramelo.
En otro tiempo se llamaba moral de situación. Es una muestra más de hasta qué punto las personas quedan inmersas en el relativismo ético. No hay una verdad. Ésta es la que conviene en el momento, e incluso puede cambiar varias veces dentro del mismo día.
Más grave aún es que, más allá de la clase política, gran parte de la ciudadanía lo asume o lo avala. Incluso lo hacen muchos juristas a los que no importa retorcer la ley.
Todo ello podrá dar buenos réditos a corto plazo a algunos, pero una sociedad que ha desterrado la verdad está abocada a la ruina. Está construida sobre arenas movedizas.
Todo ello podrá dar buenos réditos a corto plazo a algunos, pero una sociedad que ha desterrado la verdad está abocada a la ruina. Está construida sobre arenas movedizas Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Sr. Arasa, le compré a mi hijo de 23 años su libro El mundo es de los que madrugan y en contra de lo que me temía me dice que le encanta y que ya pasa a la mitad. Muchas gracias por escribir y publicar los 200 brochazos.