La crisis económica y la falta de vocaciones jóvenes amenazan la existencia de los conventos de clausura en España, donde al menos 20 casas de religiosas cierran sus puertas anualmente. De acuerdo con datos de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el número de estos conventos ha descendido de 865 en 2016 a solo 700 en 2023.
María José Tuñón, responsable de la Comisión para la Vida Consagrada de la CEE, destacó la importancia social de estos conventos, describiéndolos como “zonas verdes de paz en medio de las ciudades o pueblos». Sin embargo, enfrentan desafíos económicos significativos, desde el mantenimiento de propiedades hasta la alimentación básica, dependiendo en gran medida de las donaciones y el banco de alimentos, según recogen los datos de una información de la Cadena SER recopilados por Pilar Díaz de Aguilar.
Un ejemplo palpable de esta crisis es el Monasterio M. M Concepcionistas Franciscana, ubicado en Cabeza del Buey, Extremadura. De sus 30 habitaciones, sólo seis monjas en clausura residen allí. La avanzada edad de la mayoría y la falta de ingresos, más allá de las pensiones, complican aún más su situación.
Sor María Victoria, la religiosa más joven del convento, describe los retos económicos que enfrentan, desde la inflación en alimentos hasta las facturas de servicios como la electricidad, que han llevado a considerar el cierre del monasterio.
No obstante, la resiliencia y el espíritu comunitario mantienen vivos a estos espacios de devoción y servicio. La ayuda de los vecinos y la iglesia ha sido fundamental para su supervivencia. Sor Celina, madre superiora del convento extremeño, refleja la esperanza y el sentido del humor que, a pesar de las adversidades, caracteriza a estas comunidades, al recomendar el calor de una manta como remedio contra el frío.
Esta situación de los conventos de clausura en España no solo pone en riesgo el patrimonio religioso y cultural del país, sino que también señala un problema más profundo de una sociedad cada vez más desvinculada de valores espirituales y comunitarios. Las monjas de clausura, con su dedicación a la fe y el servicio, representan una llamada a la solidaridad y al recuerdo de lo esencial en tiempos de cambio y desafío.
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A LAS MONJAS DE CLAUSURA
Vosotras sois la sal de la tierra!
La sal presta un servicio humilde y silencioso.
No se sirve en bandejas de plata
ni se coloca en fruteros generosos
sobre la mesa de un festín.
La sal está presente sin mostrarse.
Para cumplir su misión,
tiene que disolverse, desaparecer, morir.
Pero su papel es importante,
sin ella los alimentos son insípidos
y las viandas se corromperían con rapidez.
Vuestras vidas,
silenciosas y humildes,
tienen que dar sabor a la existencia de los hombres,
porque en sus vidas falta la sal de la fe, de la esperanza, del amor.
¡Le falta mucha sal a la existencia de los hombres!
En el mundo es imprescindible la sal
de vuestro sacrificio, de vuestra consagración al Señor,
para que no se corrompa;
para que el mundo guste el sabor a Dios.
Vosotras dais sentido a la vida del hombre,
en silencio,
con la sencillez de vuestra pobreza,
con la humildad de vuestra obediencia,
con la pureza de vuestra castidad.
Pero tenéis que morir al mundo,
disolveros como la sal,
desaparecer.
Sólo al precio de vuestro sacrificio callado
serán fecundas vuestra fe, vuestra esperanza, vuestro amor,
vuestra vida toda.
Y así seréis la sal de la tierra.
Anónimo